La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Las críticas a las presiones sobre el JNE
En este Portal solo podemos suscribir el espíritu de los editoriales, columnas periodísticas y los pronunciamientos que llaman a evitar presiones al Jurado Nacional de Elecciones (JNE) con respecto a las tachas presentadas contra Julio Guzmán, candidato de Todos por el Perú, porque en El Montonero siempre hemos sostenido que no se puede ensombrecer la cuarta elección nacional consecutiva pos Fujimori. Sin embargo algo que nos llama poderosamente la atención es la diferente manera de medir hechos iguales dependiendo de si conviene o no a los intereses.
Cuando el candidato Guzmán acampó frente a la autoridad electoral señalando que iba a recurrir al Tribunal Constitucional y a la justicia internacional, no solo presionaba al organismo electoral sino que desconocía la Carta Política que establece que el JNE es la última instancia electoral. Frente a las reacciones destempladas de Guzmán, quienes ahora se pronuncian frente a las presiones no dijeron esta boca es mía. No se puede entonces defender la institucionalidad democrática cuando nos conviene y relativizarla cuando nos afecta.
En El Montonero nos pronunciamos en contra de las presiones de Guzmán y ahora nos toca criticar los nuevos intentos de influenciar las decisiones de la autoridad electoral en uno u otro sentido. En cuanto a la sentencia de los jueces no se puede ser demócrata a medias y, en ese sentido, no nos parece correcto que un candidato marche hacia el JNE e, incluso, se plantee acampar enfrente de la autoridad electoral, tal como lo hizo Guzmán. De ninguna manera.
El clima de intolerancia que comienza volverse más denso a medida que se acerca el día de las elecciones ya se ha materializado en ataques a Keiko Fujimori en Arequipa, el ataque al local del Partido Aprista y la violencia desatada contra de la sede del Frente Amplio. Semejantes hechos si bien pueden ser parte de la polarización que se desencadena con las elecciones, es más que evidente que son resultados naturales del antifujimorismo y el antiaprismo que algunos cultivan como principal argumento para una identidad política: no importa quién llegue (incluso un candidato como César Acuña) con tal de que se excluya a mi enemigo. No se trata de defender una propuesta sino de organizar el anti voto.
El clima de intolerancia que organiza el anti es de tal magnitud que, incluso, se pretende silenciar, amedrentar, a cualquier voz disonante con la uniformidad que algunos intentan imponer. Cuando ese clima de excomuniones llega al mundo de los periodistas, entonces, la estrategia autoritaria que se agazapa detrás del anti empieza a triunfar.
Lo que no perciben los militantes del anti es que en realidad están planteando una guerra civil y el fin de la democracia. Cuando Mario Vargas Llosa, por ejemplo, deja entrever que apoyaría a cualquiera con tal de que Keiko Fujimori no triunfe, ¿qué está proponiendo? Si el fujimorismo es la primera fuerza política del país y existen sectores que le niegan la posibilidad de la victoria electoral la democracia ha muerto y se ha iniciado un enfrentamiento de consecuencias impredecibles.
Ante la evidente doblez y relatividad democrática de algunos, El Montonero invoca a terminar con las presiones sobre la autoridad electoral y a cancelar la intolerancia y enfrentamiento que genera el antifujimorismo y el antiaprismo en el sistema político.
COMENTARIOS