¡No hay demócratas a medias!

Consecuencias de la decisión del JNE sobre Guzmán

En los próximos días la autoridad electoral, a través de sus diversas instancias, decidirá el futuro electoral de Julio Guzmán, candidato de Todos por el Perú, y el deber de todo ciudadano que se reclama demócrata es aceptar la sentencia sin dudar. Al margen de si la resolución declara procedente o improcedente la candidatura de Guzmán, no existe la posibilidad de cuestionar el fallo sin cuestionar a la misma democracia.

Los demócratas pueden discutir la naturaleza de una sentencia de la autoridad electoral y en este caso existen sobradas razones. La demora innecesaria del Jurado Nacional de Elecciones (JNE) en resolver el caso Guzmán coincidió con la publicación de dos encuestas de opinión publicadas con una semana de diferencia y, de pronto, el trámite administrativo se convirtió en una verdadera impasse electoral. Algunos empezaron a hablar de “fraude electoral adelantado” y las cosas se complicaron para la institucionalidad.

En otras palabras se puede hablar de ineptitud y yerros del JNE, pero no se puede desobedecer sus sentencias. Si las cosas fuesen de otra manera, ¿cómo se llevaría adelante el proceso electoral nacional? ¿Con una negociación permanente entre los actores electorales respaldados por encuestas? De ninguna manera. Si eso sucede la democracia habrá sido asesinada.

Tampoco se puede desconocer el mandato constitucional que señala que el JNE es la máxima y última instancia electoral. Las amenazas de recurrir al Tribunal Constitucional o a la justicia internacional, tal como lo ha señalado el candidato Guzmán, son inaceptables para la comunidad política. Nadie puede contemporizar con el mensaje implícito: si las autoridades electorales no aceptan mi candidatura, entonces, la democracia está cuestionada y será embarrada internacionalmente.

En los próximos días los peruanos conoceremos la decisión de la autoridad electoral y si la candidatura de Guzmán procede los demócratas que se oponen a ella tendrán que aceptar la sentencia como una manera de viabilizar la cuarta elección nacional que se desarrolla de manera ininterrumpida. Y lo mismo vale para los seguidores del llamado candidato morado. Si el JNE declara improcedente la candidatura deberán recuperar la cordura y pensar en el futuro político. De lo contrario no solo volatilizarán el capital político acumulado, sino que desencadenarán una reacción masiva en defensa de la democracia.

En democracia todos podemos criticar y discrepar de los jueces, pero todos deben acatar las resoluciones emitidas por los magistrados. No es posible imaginar instituciones y contrapesos institucionales al margen de esta verdad irrefutable. Y cuando se sostiene que el Perú atraviesa un momento privilegiado de la República porque ha desarrollado tres elecciones nacionales sucesivas sin  sobresaltos constitucionales y avanza hacia la cuarta no se trata de una frase que se suelta a los vientos.

Desde la fundación republicana el sueño democrático y liberal nunca funcionó en el Perú porque se quiso fundar la República sobre la base de la sociedad criolla y la exclusión del mundo andino. Incluso la llamada República Aristocrática, elogiada por su estabilidad institucional, nunca pudo avanzar más porque era una democracia de notables sobre la exclusión de millones de hombres andinos sin voto y propiedad.

Hoy la República del Perú ha superado los traumas de la conquista. El mercado ha fusionado, ha mezclado las sociedades criolla y andina, y la democracia es la democracia de los 30 millones de peruanos que tienen acceso al voto y a la propiedad.  Durante el siglo XX solíamos hablar de la maldición que nos condenaba a diez años de democracia seguidos de otra década de dictadura. Eso no existe más con la cuarta elección nacional sin interrupciones. De allí la importancia de recordar que no se puede ser demócrata a medias y de acatar la resolución electoral.