La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Sobre las condiciones para un acuerdo nacional
Hablar de una democracia sin pactos, sin acuerdos, en realidad, es un oxímoron. La naturaleza de la democracia reside en el pacto de los adversarios. Los rivales se ponen de acuerdo para crear una institucionalidad que evite el conflicto y la guerra, porque ambos son las formas naturales de disputar el poder al margen de la democracia. Algo parecido sucede cuando hablamos de que el Perú tiene una democracia sin partidos. En todo caso, tremendos temas para la sociología y los politólogos hoy zambullidos en las olas mediáticas.
De alguna manera la transición del fujimorato a la democracia sin acuerdos mínimos con los vencidos ha originado el modelo peruano: una mala política que sigue deteriorándose y una buena economía que reduce pobreza y engrosa el bienestar. Sin embargo, avanzamos hacia la cuarta elección nacional sin interrupciones donde, por primera vez, el sueño republicano post metrópoli colonial podría concretarse. Hoy los 30 millones de peruanos ejercen el voto y tienen acceso a la propiedad.
¿A qué viene todo esto? La ausencia de pactos creó una política en base a los principios, la estrategia, y la táctica de las guerras: eliminar al rival. De alguna manera es lo que ha venido aconteciendo desde la caída del fujimorato, sobre todo con el despliegue del antifujimorismo y el antiaprismo. Quizá lo más paradójico y triste para los activistas del anti sería que el fujimorismo y el aprismo (en alianza con el PPC) disputen la segunda vuelta del 2016.
Pero al margen de las heridas y cicatrices que deja esta democracia sin pactos, algo diferente empieza a pasar con los líderes políticos favorecidos en las encuestas, si nos atenemos a la última CADE. Ninguno de ellos cuestionó las vigas maestras del modelo económico y todos convergieron en la necesidad de desarrollar las necesarias reformas institucionales para crear un nuevo estado, un nuevo sistema de instituciones que potencie la participación ciudadana, e impulse el crecimiento económico para reducir pobreza. ¡Tremenda noticia!
Se trataría de la primera elección nacional post Fujimori en la que los principales actores públicos desarrollan sus campañas electorales sin flagelar el modelo económico. Alejandro Toledo ganó las elecciones criticando el “neoliberalismo” no obstante que gobernó por la derecha. Alan García se opuso al TLC con Estados Unidos pese a que luego fue un extremista del libre comercio. Y Ollanta Humala nos presentó la Gran Transformación, un frankenstein chavista, que luego archivó por la Hoja de Ruta.
Pero el consenso de los líderes políticos en la última CADE no solo se limitó a los temas económicos sino que también hubo interesantes aproximaciones a reformas del sistema político. La simpatía que causaron las 32 propuestas de reformas presentadas por Transparencia es un buen indicador de esa confluencia.
De alguna manera, pues, en el Perú ha surgido un borrador de acuerdo nacional que debería convertirse en una propuesta en limpio, que debería ser verbalizado y convertirse en la matriz de las políticas de estado. El solo hecho de que los militantes del anti y los representantes de ese anti voto participen de ese acuerdo significaría una revolución en la política. Todas las reformas institucionales trabadas por falta de acuerdos podrían prosperar y habríamos dado un gran paso para desarrollar una buena política y superar la mala política que explica el fracaso del estado ante los éxitos del mercado y el sector privado en reducir pobreza.
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