La comisión de Constitución del Congreso de la R...
El crecimiento acerca a fujimoristas y pepekausistas
Cuando se presente el primer gabinete de PPK a solicitar la confianza del Parlamento y el fujimorismo le otorgue la correspondiente investidura, tal como lo hizo durante las administraciones de Alan García y Ollanta Humala, seguramente los nubarrones que algunos dibujan sobre la gobernabilidad se disiparán. La administración PPK se dedicará a gobernar y el fujimorismo desarrollará la llamada oposición constructiva. Más allá de las funciones del oficialismo y de la oposición, es evidente que habrá un enorme espacio para la convergencia.
¿Cuáles son esos espacios para la confluencia entre el pepekausismo y el fujimorismo? Quizá para responder esta pregunta deberíamos plantear otra interrogante: ¿el fujimorismo tendría posibilidades electorales en el 2021 con una economía desacelerada, imposibilitada de seguir reduciendo pobreza y con la impaciencia de las nuevas clases medias? Es evidente que no. La izquierda se encargaría de organizar el relato del fracaso económico: el modelo fujimorista que se inició en los noventa y que continuó con Alejandro Toledo, Alan García, Ollanta Humala y PPK, habría, entonces, llegado a su fin. Tremenda narrativa.
Y el fracaso de ese modelo solo tendría una explicación: el libre comercio y la desregulación, que habrían convertido a nuestra economía en dependiente de los precios de los commodities, porque solo “exportamos piedras”. En otras palabras, habría faltado proteccionismo y más Estado empresario. ¿Cómo enfrentaría el fujimorismo semejantes relatos? De una u otra forma, una eventual desaceleración reduciría el margen de maniobra del fujimorismo.
Semejante estado de cosas debería ser utilizado por PPK y Alfredo Thorne para plantear ideas básicas sobre cómo retomar las tasas altas de crecimiento, recuperar los ritmos de inversión privada y volver a reducir la pobreza como en años anteriores. El fujimorismo no se podría oponer, pues, a iniciativas de este tipo.
Este es el territorio en el cual se deberían lanzar algunas propuestas que permitirían la convergencia entre Ejecutivo y Legislativo. ¿Cómo terminar con uno de los estados más sobrerregulados en trámites y procedimientos de la región? ¿Cómo lanzar un plan de inversiones en infraestructura que resuelvan los déficits alarmantes? ¿Qué se hace con el Poder Judicial y la falta de acción unificada entre ministerios, regiones y gobiernos locales? Ni qué decir en cuanto a la reforma de la educación.
En tales temas es evidente que habría enorme espacio para los acuerdos. Y también es más que evidente que la izquierda siempre intentará torpedear cualquier posibilidad de entendimiento, porque necesita el fracaso del “cuarto gobierno neoliberal” para tentar la victoria electoral.
Armar el rompecabezas de la gobernabilidad no solo requiere encontrar los espacios de convergencia, sino también los de las diferencias. A lo mejor el movimiento naranja desarrolla su propia agenda de reformas para demostrar que le cambiará la imagen y la cara al Congreso. Allí pueden surgir las diferencias; pero, ¿por qué la gobernabilidad estaría afectada?
Quizá también el fujimorismo se oponga a la urgente reforma laboral que el Perú necesita para agregar competitividad a la economía y avanzar en la formalización del país. Finalmente, el movimiento naranja siempre tendrá el flanco izquierdo caliente y evitará contaminarse del lado “derechista de la administración de PPK”. Pero incluso en las diferencias pueden haber pequeños acuerdos: por ejemplo, mantener la ley de promoción agraria, que ha transformado el rostro social del campo. Y hablando de las diferencias, quizá el fujimorismo insista con su propio plan de formalización (de la minería informal) tan satanizado por el pepekausismo, y algunas ideas para desmontar la reforma estatista que impulsa el ministro de Educación, Jaime Saavedra.
Como se aprecia, el hecho de que la elección nacional haya dispersado el poder entre el Ejecutivo y el Legislativo, y que el fujimorismo sea una fuerza identificada con la fundación del actual modelo económico, genera una tendencia muy poderosa a diversas formas de convergencia. La mesa está servida. Todo depende del arte de la política.
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