¡Basta de discurso antiempresarial! ¡Semáforo ahora!

El absurdo debate que ha planteado la izquierda peruana, a través del Ministerio de Salud, sobre la necesidad de establecer el sistema de octógonos en las etiquetas de los alimentos —que únicamente alertan de los niveles altos  en azúcar, sodio, grasas saturadas y grasas trans— solo tiene un objetivo: destruir a la industria alimentaria peruana para empujarla a la quiebra y propiciar la venta, a precio de remate, a los especuladores internacionales que financian esta campaña (igual que la desinformación en contra de las inversiones en cobre). Y solo tiene ese objetivo por que no existe un solo estudio científico que establezca que los octógonos desalienten el consumo de los productos que supuestamente prohíben. Muy por el contrario, las investigaciones de Liliana Alvarado, de la Universidad de Harvard, señalan lo contrario.

La prueba de que los octógonos solo buscan golpear a la industria alimentaria es que el doctor Elmer Huertas, el líder de esta campaña antiempresarial, unos meses atrás solía defender para el Ecuador la propuesta del sistema de semáforos que —en base a los colores rojo, amarillo y  verde— indica qué productos tienen niveles alto, medio o bajo en azúcar, sodio, grasas saturadas y grasas trans. Como se sabe ante la propuesta del Ejecutivo, el Congreso aprobó el semáforo; pero horas después de haber asumido el poder, la administración Vizcarra observó la ley. Y ahora el Legislativo deberá decidir si insiste o no en la mencionada norma. Allí estamos.

Pero, ¿por qué sostenemos que los octógonos buscan quebrar a la industria alimentaria con el cuento de la lucha contra la obesidad? Este sistema solo se aplica en Chile, por la influencia que logró la izquierda mapocha antes de la elección de Sebastián Piñera. No se aplica en ningún otro país. Muy por el contrario, el semáforo funciona en países como Francia y Reino Unido, y es promovido por los estados que pertenecen a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). En los países de la Alianza del Pacífico, igualmente, la tendencia general es por los semáforos. Algo más. Los países desarrollados que tienen los mejores sistemas de salud y la mayor esperanza de vida se rigen por las recomendaciones del Codex Alimentarius —ratificado por 188 países— que establecen que las etiquetas deben desarrollar pedagogía y evitar causar temor. Para todos es evidente que los octógonos solo causan temor.

Una de las preguntas que nos hacemos en este portal es cómo llegó este debate al Estado peruano, a través del sector salud. No hay nada científico que justifique semejante campaña, porque si se trata de combatir la obesidad, entonces el Ejecutivo, la sociedad y el sistema educativo, deberían iniciar una campaña de información y de pedagogía que las etiquetas nunca suplirán. Peor aún si solo se infunde temor y no educación.

Si seguimos reflexionando, las preguntas se multiplicarán. Cómo entró este debate a un país con el 43.6% de la niñez que padece anemia. ¿Acaso el Ministerio de Salud no debería focalizarse en erradicar este flagelo social? ¿Cómo el sector Salud se concentra en este debate en una sociedad que solo consume un 10% de alimentos industriales del total de ingesta? Es difícil entender las cosas, a menos que exista una campaña que busca quebrar a la industria alimentaria del país.

Y, finalmente, cómo es posible que estas cosas sucedan en un país que ha reducido pobreza del 60% de la población a solo 20% en base al crecimiento impulsado por la inversión privada. Nadie lo entiende.