Tino Santander
Vizcarra se queda solo
El presidente acrecienta la informalidad con su ineptitud
Vizcarra es el presidente accesitario que asumió el poder por la renuncia de PPK, envuelto en gravisimos actos de corrupción. Luego se comprobó, por declaraciones de los fujimoristas, que Vizcarra conspiraba con ellos para vacar a PPK, y se consolidó en el poder reorganizando la coalición antifujimorista, con las banderas de la anticorrupción. Frente a la crisis del Poder Judicial, las reformas planteadas por el Gobierno fracasaron, porque fueron hechas a trompicones y sin mayor reflexión jurídica o histórica. La reforma política es un fiasco de intelectuales limeños alejados del país. La alianza con el Ministerio Público, que persigue a la clase política con severidad y que el país aplaude, disimula la protección a las empresas brasileñas y sus socios locales, vinculados en negocios turbios con el actual presidente, con un acuerdo entreguista. Los peruanos empiezan a darse cuenta de que Vizcarra tiene varios discursos, de acuerdo a los escenarios en que se mueve.
El cartel mediático (RPP, El Comercio, La República, Canal 4, Canal N, Exitosa y algunos medios marginales), que es subsidiado con publicidad estatal, empieza a criticar la incapacidad manifiesta del presidente y piden adelanto de elecciones generales, con la esperanza de tener un nuevo socio en el gobierno que los siga subsidiando. Por eso, actúan como voceros políticos del gobierno y hacen eco apasionado de sus altisonantes propuestas y ocultan su indecisión, pusilanimidad y felonía con los intereses populares. Nada se ha hecho para mejorar la salud, la educación, las carreteras o los servicios públicos en el país; en cambio, la burocracia, el centralismo y la incapacidad del gasto público en todas las instancias del gobierno son una realidad dolorosa. El país está a la deriva, los peruanos no creen en nadie y el presidente acrecienta la informalidad con su ineptitud.
La hilarante bancada gobiernista abandona oportunistamente (Aráoz, Bruce y Choquehuanca) al presidente Vizcarra. Eran sus defensores, a pesar de él los ninguneaba y los trataba con desdén. La izquierda (Frente Amplio, Nuevo Perú y los llamados radicales) lo utilizan como mastín de ataque a sus enemigos con la famosa tesis de que “el enemigo de mis enemigos es mi amigo”. Esta política de la izquierda se puede comprobar en el diálogo con los gobernadores del sur, que lo utilizaron para acumular fuerzas. Vizcarra para la izquierda es una mediocre imitación de Alexander Kerensky, el socialista ruso que utilizaron Lenin y Trotsky para tomar el poder. La izquierda lo va a usar hasta donde les sea útil, luego lo acusarán de traidor y corrupto neoliberal.
Las FF.AA. y policiales, cuyos servicios de inteligencia están a las órdenes del presidente, también lo empiezan a abandonar. Ellos fueron los que los grabaron y distribuyeron el audio, y algunos analistas señalan que vienen más audios. El presidente cree que el apoyo popular es eterno, no sabe que las masas populares son volátiles en sus adhesiones políticas; y sobre todo en el Perú, que es un país fracturado e informal. A él no le interesa la economía popular, y usa el antifujimorismo como un negocio, como hacen algunas oenegés y la izquierda miraflorina caviar con los derechos civiles de la comunidad LGBT. Vizcarra, es incapaz para gobernar, pero ha logrado hasta el momento convertirse en un caudillo, en un pastor para personajes contingentes como Salvador Del Solar, y otros ministros y periodistas a los que todos los día escuchamos recitar: “Vizcarra es mi pastor, nada me faltará. Él restaura mi alma; me guía por senderos de justicia y por amor a su nombre iré con él hasta el fin”.
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