Jorge Varela
Vivir a todo pulmón
Un diálogo que nos conecta con la esperanza

La cuestión de la vida humana, lo relativo a su prolongación, a los trasplantes de órganos y hasta la idea de inmortalidad de la especie, han sido materias de una conversación informal entre Vladimir Putin y Xi Jinping, mientras daban un paseo junto a Kim Jong-un, camino a la Plaza de Tiannamen. Que el tema de la vida ocupara algunos minutos la atención de estos líderes mundiales que tienen entre su abanico de decisiones la tremenda responsabilidad de dar la orden para exterminar a millones de seres humanos –con solo apretar el botón de las armas nucleares– es una ventana de luz que permite pensar que todavía hay vida por delante y que no todo huele a muerte en los sitios del poder.
Una conexión neuronal con futuro
¿Qué ocurría en ese momento en el cerebro de estos dos hombres? ¿Qué conexión neuronal permitió a quien iniciara tal diálogo, unir un principio de raciocinio con aquel lugar recóndito y desconocido de su sensibilidad? Y también conocer, de esta manera, lo que puede considerarse una abstracción causal no totalmente verbalizada de algunas ideas que emanan de su ámbito interior. Convengamos que Putin no es un hombre frívolo, ni intrascendente, ni un líder volátil. Al contrario, es un personaje de disciplina racional al que le interesan asuntos como los señalados, que defiende una serie de valores que en Occidente son considerados de índole conservadora, retrógrada. Putin no es un nihilista, es el engendro de una cultura ortodoxa rica en densidad espiritual, en principios éticos que son triturados por países que se declaran civilizados y compiten por ejercer influencia geopolítica con intenciones de dominio hegemónico.
¿Un diálogo de adolescentes?
¿Qué les hizo discurrir, al paso, respecto de la inmortalidad? ¿Podemos deducir que el subconsciente los transportó hacia una dimensión hoy inexistente?
Ambos, Putin y Xi, pertenecen a culturas milenarias, a dos cosmovisiones del ser, de la vida y del mundo, dotadas de una riqueza y profundidad inconmensurables por su aporte civilizatorio.
De repente nos pareció que este fue un diálogo propio de adolescentes que se sienten inmortales y rechazan toda cercanía con la muerte. Al referirse Xi a la circunstancia de que hoy a los 70 años de edad se es un niño, fue como si hubiésemos escuchado la confesión de sus estados anímicos y de su predisposición para seguir conduciendo los destinos de millones de habitantes del planeta.
Sin embargo, es necesario ser realistas y tener presente que Roosevelt, Churchill, Stalin, Mao, –antes Alejandro Magno, Julio César, Marco Aurelio, Napoleón–, todos hombres con sumo poder y fuerza, conocieron la gloria, pero no la inmortalidad: hoy yacen en el planeta que los prohijó y fue testigo de todas sus facetas y acciones positivas o negativas.
Para qué vivir
Todos, igual que estos líderes mencionados, queremos ir más allá, vencer al tiempo, ser infinitos, pero la naturaleza de nuestra condición biológica es una muralla que lo impide. La existencia tiene un sentido superior; si no para qué: ¿solo para vegetar?, ¿para consumir en exceso aquello que podría nutrir a quienes tienen hambre?, ¿para superar al rival? o ¿para construir un mundo compartido que nos proyecte hacia una civilización que merezca denominarse humana?
Apremia un proyecto civilizatorio común para vivir en paz y proyectar un mundo mejor, nacido de la voluntad solidaria de los pueblos. Para que éste se consolide es necesario avanzar en dirección contraria a ideologías políticas radicales centradas en utopías materialistas estrictamente antropocéntricas, utopías mediocres carentes de contenido, vacías de energía espiritual. Hay pues que oponerse a la visión bélica siniestra de los Estados dominantes y liberar nuestros espíritus del miedo paralizante que nos mantiene aprisionados.
Sentido de la vida
El filósofo y escritor neerlandés Rob Riemen sostiene que hoy enfrentamos una crisis civilizatoria de gran magnitud, y que para afrontarla debemos volver a las preguntas esenciales: ¿qué es el sentido de la vida?, ¿qué valores nos permiten vivir en paz y en armonía?, ¿qué significa en realidad la palabra civilización? Preguntas que, lejos de ser retóricas, interpelan directamente a nuestras sociedades, atrapadas entre la tentación de la fuerza y la necesidad de construir un horizonte común.
Que el fuego de la vida no se apague
Quizás allí resida el verdadero desafío: mantener viva la llama de la esperanza en un tiempo en el que la guerra y la desconfianza parecen imponerse. Que el fuego de la vida no se extinga depende de la voluntad humana de imaginar y sostener un proyecto compartido, capaz de superar las fracturas ideológicas y devolverle a la humanidad la posibilidad de un futuro digno de ese nombre.
COMENTARIOS