Eduardo Zapata

Velada congresal

Sobre la “emotiva” ceremonia de entrega de credenciales

Velada congresal
Eduardo Zapata
04 de marzo del 2020


Luego de un minucioso y exhaustivo y oportunamente largo –para el Gobierno– recuento de votos, finalmente fueron entregadas las credenciales a los señores congresistas electos. En una ceremonia precisamente muy esperada (por la demora), que alcanzó ribetes de inusitada espectacularidad con la asistencia inesperada del Presidente de la República. Nunca antes un Presidente había asistido a estas ceremonias. 

La singular y difundida ceremonia fue cubierta por todos los medios de comunicación. No faltaron los primeros planos de las caras emocionadas de algunos primerizos congresistas y la algarabía –y hasta alguna lágrima furtiva– de los familiares allí presentes. Contrastaba la espectacularidad y cobertura del acto con la cobertura brindada a los desastres ´naturales´ que en esos mismos momentos asolaban al país en el norte y en el sur.

No sé si los congresistas electos hayan tomado conciencia de que estas elecciones han constituido una mera formalidad para las tribunas, luego del golpe de Estado santificado por los ´ojitos´ y la señora jueza prejuiciosa –y sus dos adláteres– del Tribunal Constitucional. No sé si los congresistas electos hayan tomado conciencia de que en verdad no representan a nadie. Pues grosso modo el 50% de la población se puso de espaldas a elegir y la ´primera mayoría´ apenas tiene el respaldo del 10% de la población.

Y, finalmente, tampoco sé si los congresistas electos hayan tomado conocimiento de que sus pensamientos y votos individuales estarán sujetos a lo que decidan sus bancadas. Según sean estas amigas –por conveniencia o amor– del gobierno o enemigas de este.

Pero los rostros de satisfacción durante la larga y aburrida ceremonia reflejaban un candoroso orgullo. Poco podrá hacer este Congreso en un año, pero a juzgar por la felicidad allí reinante, muchos estaban más satisfechos con la medallita impuesta que con el hecho de representar a un pueblo. Bueno, a fin de cuentas, serán ´comparsa hasta democrática´ . ¿Acaso en ese momento les importaba la desgracia de los pueblos que decían representar? ¿Acaso se habían preocupado de verificar in situ la dimensión de esa desgracia. Dejémonos ya de hipocresías: no son estas desgracias ´naturales´ sino artificiales. Obedecen a la ineptitud del Estado.

Lo que veía a través de la televisión me hacía recordar un ritual que quiere imponerse como moda en las escuelas: ceremonias alucinantes, trajes formales, discursos llenos de fe en la educación, certificados, togas y birretes. Y también mucha alegría y alguna lágrima de padres enternecidos.

Me refiero por cierto a las veladas escolares con las que se cierra hoy en muchos colegios el periodo de la llamada educación primaria. No interesa cuán sapiente sea el graduado, interesa la alegría y felicidad. Las mismas que observamos por televisión el día de la velada congresal. 

Imagino también que con esta misma alegría y felicidad, los nuevos congresistas asistirán a un “curso de inducción” financiado obviamente con nuestros impuestos. Una ´escuelita´ para que los neófitos representantes aprendan qué es el Congreso y cómo funciona. Ignorando que aspirar a un cargo para el cual no se está preparado, en el que no se sabe ni cómo trabajar, ya es un acto de corrupción. ¿Alguien nos sabrá decir cuánto nos costará esta escuelita?

Son signos que nos hablan de nuestra democracia, nuestra separación de poderes, nuestra preocupación por el que sufre y el divorcio entre Estado/gobernanza y las urgencias ciudadanas.

Eduardo Zapata
04 de marzo del 2020

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