Luis Hernández Patiño

Un mal colectivo y no visto

La anemia sentimental, que lo aqueja en forma crónica

Un mal colectivo y no visto
Luis Hernández Patiño
05 de febrero del 2020


En nuestro país ocurren cosas realmente inaceptables. Por ejemplo, recientemente se ha producido el allanamiento de la casa de una periodista del diario
Expreso. De otra parte, Keiko Fujimori ha retornado a la prisión preventiva. Sin embargo, frente a estos y otros tantos acontecimientos que no necesariamente se llegan a conocer, nuestra sociedad permanece pasiva, indiferente y parecería que aquí no pasa nada.

¿Es esta una actitud normal? ¿Se trata acaso de una forma sana de reaccionar frente a los hechos? No. Lo que aquí se nos está revelando son los síntomas de un mal colectivo, no visto, que requiere ser estudiado. Y para entender el origen de aquel mal, debemos hacer un primer y breve examen de nuestro organismo social, teniendo en cuenta que los miembros de las diferentes capas de nuestra sociedad actúan y se comportan, a partir del tipo y la calidad de los estímulos e influencias que reciben del medio en el que crecen y se relacionan.

¿Qué ocurre en nuestro organismo social? Enfocado como un paciente, este presenta el cuadro de un muy singular tipo de anemia, y lo singular aquí es que se trata de una anemia de índole sentimental. Los antecedentes teóricos de tal tipo de anemia pueden encontrarse en los “Ensayos sobre psicología nacional”, escritos por Víctor Andrés Belaunde en el año 1912 y publicados en su libro Meditaciones peruanas. Visto el problema hoy, ante la anemia sentimental que lo aqueja en forma crónica, nuestro organismo social nunca recibió un tratamiento conveniente y adecuado. Por ello, este solo puede generar sentimientos pobres, sin fuerza, carentes de energía y potencia.

Como consecuencia de ello, un buen número de miembros de nuestra sociedad se encuentran en la condición de seres sentimentalmente pobres. En este punto, me temo que podría hablarse incluso de personas con incapacidad de tipo sentimental. Dicho tipo de incapacidad podría explicar, entre otras tantas cosas, lo mucho que cuesta encontrar sinceridad entre nosotros. Más fácil es actuar en forma hipócrita. La sinceridad demanda una gran entrega. En cambio, el ejercicio de la hipocresía no obliga a realizar el esfuerzo que las personas con incapacidad sentimental no pueden hacer, y por eso es tan practicada.

No es difícil elaborar el perfil de una comunidad cuyos miembros son parte de un organismo social, que sufre de anemia sentimental. Ante la falta de una corriente energética afectiva, suficiente como para ser auténticos, tales miembros viven presumiendo, haciendo la pose de moda en el campo político, así como en el ideológico y el cultural. Después de todo, hacer la pose no demanda esfuerzo y permite el enfermizo placer de nunca quedar mal con nadie. Así mismo, hacer la pose da la impresión de ser el modo de aliviar un gran malestar interior, producido por la falta del alimento sentimental que nuestro organismo social no puede brindarnos.

Los miembros de nuestra sociedad intentan disfrazar su incapacidad sentimental adornándose al máximo en todo nivel. Recurren a palabras, gestos y actitudes de cliché. De esa manera, pretenden aparecer como seres de unos sentimientos muy ricos, fecundos, incomparables.

Pero no basta con exponer el problema aquí planteado. Es necesario ir mucho más allá. Resulta más que necesario ver la forma de encontrar un tratamiento frente a lo ya expuesto. Porque de lo contrario, hay una pregunta que tenemos que hacernos: ¿En qué vamos a terminar? Y aquí ya no se trata de una interrogante que pudiese reflejar algún tipo de inquietud de corte político, electoral. Lo que está en juego es la salud y la integridad de nuestra nación.

Si nuestro organismo social estuviese en condiciones de ser una fuente sana de energía sentimental, los miembros de nuestra sociedad tendrían otro tipo de actitudes y conducta en todos los campos de nuestra vida colectiva. Realicemos el mejor de nuestros esfuerzos para darle a nuestro organismo social el tratamiento que requiere, por el bien de todos nosotros. De lo contrario, nuestras relaciones se irán deteriorando y nuestro porvenir será cada vez más enfermizo e incierto.

Luis Hernández Patiño
05 de febrero del 2020

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