Eduardo Zapata

Un fracaso más sí importa

Un cuestionario mal elaborado y una metodología anacrónica

Un fracaso más sí importa
Eduardo Zapata
26 de octubre del 2017

La mañana del domingo 22 de octubre parecía políticamente prometedora para el Gobierno. Las primeras imágenes de la televisión mostraban al señor presidente de la República —enfundado en una camiseta de la selección peruana de fútbol— como símbolo prometedor del primer ciudadano censado. La primera ministra se vendía laboriosa censando una vivienda por mano propia. Por lo demás, era ya una mañana soleada.

Las calles aparecían desiertas. La población parecía albergar expectativas cívicas sobre la importancia de ser censada. Y miles y miles de jóvenes, que también habían acudido cívicamente para realizar el trabajo de campo, terminaban por ofrecernos la promesa de un censo eficiente y de un logro del Gobierno.

Pero más pronto que tarde comenzaron a aparecer en los medios masivos de comunicación y en las redes sociales noticias preocupantes. Una logística precaria negaba hasta lápices y formularios a los jóvenes encargados de censar. La demora en recibir este material iba gradual e innecesariamente retrasando el proceso. Y la población empezó a perder la calma. De ello nos íbamos enterando de a pocos.

Entonces la camiseta que se había enfundado PPK nos pareció ya no un gesto patriótico, sino un intento de aprovechamiento político. Y la imagen de la primera ministra sobrevolando Lima en un helicóptero, un gesto no solo intrascendente para asegurar la eficiencia del censo, sino un costoso paseo para las cámaras.

Si un cuestionario mal elaborado y una metodología censal anacrónica en un mundo ya virtual habían parecido simples deslices (pese a no serlo), la desorganización total manifestada en las calles y las voces de descontento creciente pusieron en evidencia que el acto censal en su integridad y la cuantiosa suma invertida en él constituían un agravio a la moral ciudadana. A la de aquellos que esperaron pacientemente en sus casas y a la de los jóvenes que prestaron su idealista apoyo.

Habíamos dicho —a propósito del partido de nuestra selección de fútbol con la de Colombia— que la pendiente clasificación de nuestro fútbol al Mundial de Rusia 2018 no había sido la bala de plata que los comunicadores políticos del Gobierno —si los hay— esperaban. El resultado del partido significó solo un disparo de fogueo pues la clasificación quedó aún pendiente. Ello hizo subir unos puntos al presidente en las encuestas, pero no tanto por la correcta utilización de la bala, sino por las ansias pasionales de la población toda por el fútbol.

Lo ocurrido el domingo —el agravio a la moral pública— va más allá de los S/. 174 millones tirados al agua. Porque aun cuando instituciones como el INEI y las prestigiosas asesoras y consultoras como GRADE, la Universidad del Pacífico y la Universidad Católica —involucradas en el diseño y ejecución del proceso— nos deban una escrupulosa rendición de cuentas de su quehacer (y esperemos que lo hagan), el daño técnico, moral y político ya está hecho.

Un vals de Juan Mosto popularizado por Lucha Reyes decía en una de sus estrofas “Un fracaso más qué importa”. Pues bueno, este fracaso censal sí importa y mucho. Pues una vez más, y ante el comportamiento ejemplar de la población, el Estado y el Gobierno nos fallaron. Y ello tendrá efecto directo en las voces y votos antisistema.

Eduardo E. Zapata Saldaña

Eduardo Zapata
26 de octubre del 2017

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