Rocío Valverde

Uber en Londres

Uber en Londres
Rocío Valverde
25 de septiembre del 2017

No se le renovó la licencia para brindar sus servicios

El día viernes el cuerpo responsable por el transporte en Londres anunció en la red social Twitter que no se le renovaría la licencia de operador a la compañía Uber. Así que a partir del 30 de setiembre se acabó lo que se daba. Ha ardido Troya. Muchos londinenses jóvenes han puesto el grito en el cielo porque regresan los tiempos oscuros de pagar un promedio de 20 libras por una carrera de 20 minutos. Los black cabbies, estampa típica de Londres, volverán a ser los amos de la ciudad. Esto sienta un gran precedente ¿Y saben qué? Me alegro.

La cultura del servicio barato que tanto atrae al bolsillo es la misma que se pasa las reglas y regulaciones por el forro. Desde hace ya un par de años se le ha dicho a Uber que los controles de seguridad y de antecedentes de los conductores estaban en un terreno gris. Todo el caso explotó en agosto, cuando la policía hizo público que Uber no había colaborado y además había entorpecido la justicia al no reportar a tiempo las ofensas que habían cometido sus conductores. Y no hablamos de pasarse una luz en ámbar o hacerle un raspón a un coche y no dejar los datos de su seguro. La compañía ocultó que un conductor había presuntamente agredido sexualmente a una pasajera, y le permitió seguir conduciendo hasta que meses después agredió a otra pasajera. Se cree que para proteger la imagen de la empresa.

La otra controversia es que para la compañía Uber los conductores que contactas con la aplicación del móvil que pone Uber, y que contratas para que te lleven del centro hasta Camden Market, no son trabajadores suyos. Es decir, esos conductores que laboran ocho horas al día son trabajadores por cuenta propia, y por ello no tienen derecho a vacaciones pagadas, pensión, día pagado por enfermedad, seguro médico ni otros beneficios que un empleador debería ofrecer. Uber quiere ser el RyanAir de la carretera con sus condiciones de trabajo precarias e indignas.

La calidad del servicio que brinda también deja mucho que desear. Los conductores de los taxis negros de Londres tienen que pasar una prueba de conocimientos para poder obtener su licencia. Ellos deben saber todas las rutas posibles sin tener la ayuda del bendito GPS. Quizás les ha pasado que cuando contratan a un Uber lo primero que hace el conductor es pedirte el código postal o nombre de la calle. La única vez que contrate a un Uber fue para llegar al Consulado de Perú en Londres. Quería estar allí a las 8:30 de la mañana para ver si los dioses me sonreían y lograba ser atendida antes de la una de la tarde.

Le di el código postal y a diez minutos del Consulado, para mi mala suerte, había obras de pistas y habían cerrado la calle por la que el GPS le decía al conductor que debía ir. El chico siguió de largo esperando que su GPS desarrollara inteligencia artificial y se diera cuenta de que por esa ruta no podía ir. Siguió cinco minutos y el GPS simplemente le dijo que diera media vuelta y volviera a intentarlo.

No podemos apoyar a este tipo de empresas que ofrecen un mal servicio, tratan mal a sus trabajadores y ponen en riesgo a sus clientes. ¿De qué me sirve saber la placa, modelo del coche y el nombre del conductor si la empresa no ha hecho un correcto filtro de antecedentes y conocimientos? Únicamente sirve para que los padres denuncien ante la policía la desaparición de su hija que fue vista por última vez en el taxi modelo Seat Ibiza de Juan Pérez.

Rocío Valverde

 
Rocío Valverde
25 de septiembre del 2017

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