Eduardo Zapata

¿Tú te representas?

Es hora de que los jóvenes eluciden sus categorías políticas

¿Tú te representas?
Eduardo Zapata
13 de enero del 2021


Muchos electores venían cargados de frustración. Su Presidente –elegido por presentar la imagen de un tecnócrata limpio, alejado de los ´bárbaros´ políticos tradicionales– había tenido que renunciar porque sus
lobbys impolutos no parecían serlo.

Como es habitual, la culpa era el obstruccionismo parlamentario, cincelado cotidianamente por cierta estrategia comunicativa. A pesar de que ese Congreso –apartándose de groseros pronunciamientos de impresentables voceros– había extendido cheques en blanco con votos de confianza.

Ocurría que el obstruccionismo a la autoridad del Presidente venía del seno del propio Gobierno, junto a gestiones ministeriales opacas y sin dirección. El primer Vicepresidente –alejado convenientemente por entonces en Canadá– venía negociando con los ´obstruccionistas´ su asunción al cargo. Lo logró. Traicionando a su Presidente para luego traicionar con habilidad a los supuestos opositores que lo habían apoyado en sus aspiraciones presidenciales.

De inmediato se montó un show hablando de una ´denegación fáctica de confianza´. Pero este show en verdad estaba dirigido más a la tribuna que a la realidad. Y se disolvió el Congreso.

Sin embargo, el nuevo Presidente tuvo también que dimitir. “Incapacidad moral permanente”, según el Congreso. Mentiras pertinaces y sistemáticas eran asuntos efectivamente morales, para no hablar de las traiciones mismas. Obvio que había trapacerías económicas, pero estas transitaban más por lo legal que por lo moral.

Y al dimitir el nuevo Presidente, tocaba constitucionalmente asumir la Presidencia al Presidente del Congreso. Un señor con poco o nulo apoyo político que no logró sobrevivir sino cinco días.

La calle lo derribó. Una gran marcha de jóvenes ilusionados por la ´gesta´ marcharon por la democracia. No tanto contra el nuevo Presidente, no a favor del depuesto, sino contra los ´políticos en general´. La industria mediática se encargó de azuzar el asunto y tras días de martilleo lo hicieron renunciar. Dos muertos en esas marchas terminaron por propiciar carteles y lemas como ¡Merino asesino! ¡Merino no me representa! Repetidos hasta el final. Luego vino el señor Sagasti. Por un tonto acuerdo, las minorías coparon no solo la Presidencia de la República, sino también la del Congreso.

Se han sucedido otras marchas y otros muertos. Pero los marchantes originarios no han vuelto a marchar. A estas alturas cabría preguntarse si los jóvenes marchantes saben si ellos se representan a sí mismos. Si ya se dieron cuenta de que fueron usados; al parecer sí, dado su silencio.

Horas difíciles para la República. Lecciones aceleradas de ´política de la buena´, pero sobre todo ´de la mala´. Hay más muertos, la crisis económica es terrible y la sanitaria –deliberadamente ahondada– está allí.

Es hora de que los jóvenes eluciden sus sanas categorías políticas y canalicen sus energías en una política limpia con políticos competentes. Para ello requieren un ´reseteo´ de su propia representación. 

Las elecciones de abril serán una buena prueba. Los ángeles están en el cielo. Deberán votar por alguien que puede no gustarnos del todo, pero ofrecer los cambios que la República exige. Y por esos cambios sí valdría la pena marchar.

Eduardo Zapata
13 de enero del 2021

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