Trump y Don César

Como va el desconcierto y el descontento entre la población, y su pérdida de confianza en la política, seguramente para el 2021 la población fijará su mirada en alguien imaginariamente ´como ellos´. El vizcarrismo y el fujimorismo lo han hecho posible. Con premeditación unos y con pobreza política los otros. Unos para mantenerse en el poder –literalmente a cualquier ´precio´– y los otros con muchos impresentables, puestos en primer plano por la industria mediática.

De allí que el golpe de Estado haya sido aceptado o sea finalmente indiferente para la opinión pública. Ello ante un Congreso degradado en el imaginario popular, logrando que una esmirriada e intrascendente figura presidencial obtenga apoyo transitorio. No a él, sino a la medida de cerrar el Congreso. No como premio a la eficiencia de su gestión (¿?), sino como rebote de la sanción al otro lado.

Poco se ha subrayado que el factor de desigualdad GINIS ha jugado un papel importante en este rechazo –convertido en odio– hacia el Congreso. Ocurre que en nuestro país la desigualdad es mayor que en otros países. Y si bien los Congresos no son bien vistos en el mundo, aquí esa percepción ha devenido en odio. Y el odio hasta en irracional violencia. Ver a uno como yo ganar sueldos ´astronómicos´, tomando cafecitos servidos por mayordomos en el trabajo y trampeando impunemente ha sido demasiado. “Yo que me rompo el lomo, gano lo que gano y yo también podría estar allí”.

Y siguiendo con GINIS nos encontramos con ´la raza distinta´ cuyo líder se esmera cada vez más en gestualidades sobradoras cercanas a Donald y su éxito. Una mezcla de Trump con pastor evangélico USA. Plata como cancha, pero sintonizado con las ambiciones de un gran sector del pueblo. Como Donald.

Miren y analicen su andar y decir en los escenarios. Dice y repite poco o nada, solo lo que quiere oír la gente. Una y otra vez. Lo dice desde un yo lejano a los demás por su dinero, pero cercano en su lenguaje. Un señor que se atreve a mentir con o sin monosílabos. O a decir medias verdades políticamente oportunas, que ulteriormente se descubrirá son falsedades. “Yo no soy de esos tradicionales”. Tengo dinero, pero soy de tu raza. Y –encima– soy un benefactor nacional de la educación, vía la red nacional de universidades que poseo.

Claro que en la otra esquina tendrá algún representante no de la izquierda light de las María Antonietas, sino uno radical. A él finalmente, y a la hora decisiva, se sumarán las izquierdas tradicionales con pedigree y los hartos de todo.

Dominar regiones ya ayuda, y bastante, a nuestro aún imperfecto Donald. Sabemos por el señor Álvarez lo que es dominar una región: se es dueño de todo. Los de la otra esquina tendrán el núcleo duro y orgánico de reservistas a los que los entrenan en no rendirse.

Don César se ufanó de no haber leído un libro. Donald sí los había hasta escrito, pero no se ufana de ello. Se ufanan ambos de su plata como cancha, todopoderosa ante cualquier rival y aval de cualquier política. Aquí se hace lo que yo propongo. Y te propongo por fin el país que quieres, porque te lo dice un triunfador que nació como tú, habla como tú y también fue aspiracional como tú.

Así como quisieron –y quieren– con la industria mediática hacer de un ex primer ministro un Trudeau criollo, esa prensa –aún burlona con Don César– llegará a apoyarlo, sabedora de que no irá contra sus intereses, y también les dará plata como cancha. Entre tanto y sin quererlo, han alimentado a un candidato capaz de jugar de tú a tú no con China o Rusia, pero sí con los otros poderosos criollos del país: los poderes fácticos (con perdón de la acepción distinta a la fantasmagórica acepción “de negación fáctica”) usada por el Presidente. 

Gracias, golpistas y pro golpistas, por haber puesto –con alta probabilidad– a mucha gente pensante ante esta opción.