Juan Carlos Llosa

Trafalgar: comunicación efectiva para el éxito

Uno de los episodios más importantes de la historia universal

Trafalgar: comunicación efectiva para el éxito
Juan Carlos Llosa
09 de noviembre del 2020


El 21 de octubre de 1805, la Royal Navy obtuvo una de las victorias más impactantes de la historia universal en la batalla naval de Cabo Trafalgar. Merced a ella, el milenario centro de los Plantagenet se hizo del dominio de los mares, derrotando a la escuadra aliada de los borbones españoles y del Gran Corzo francés, para así inaugurar la centuria que vino en llamarse Pax Britannica. 

Desde la hora más hermosa para todo inglés, como expresara el escritor Renalt Capes en su obra Nelson (Grijalbo, 1967), han transcurrido 215 años, pero de ella hay lecciones y enseñanzas para seguir explotando por al menos 215 años más, ya sea parabellum o para los negocios, siempre y cuando el cerebro y la voluntad del hombre para ese entonces, no queden suprimidos por la tecnología.

Batalla Naval de Cabo Trafalgar, 21 octubre 1805

En Trafalgar, a bordo de más de 60 navíos de línea –verdaderas fortalezas flotantes de cincuenta cañones a cada banda de crujía– se enfrentaron 45 mil hombres lanzándose miles de proyectiles mortíferos a boca de jarro o disparados a toca penoles, a desbordar y a hundir, según el argot marinero de la época.

Este acontecimiento –aunque en apariencia inconexo – tuvo gran repercusión en la exitosa operación naval conducida por el Vicealmirante de la Armada de Chile, Lord Thomas Cochrane, que permitió el desembarco de la expedición libertadora del Generalísimo José de San Martin en la bahía de Paracas el 8 de septiembre de 1820. Favoreció el éxito de la misión libertaria, de la cual hemos conmemorado recientemente su bicentenario, que el poder naval español se viese sensiblemente afectado por Trafalgar, ya que sus capacidades para la defensa de costa y de control marítimo en sus dominios americanos, se redujeron considerablemente o no pudieron ser reforzadas. De ahí la libertad de maniobra que tuvo en el Pacífico Sur ese viejo zorro del mar que fue el Conde de Dundonald.

En mi profesión, como en muchas otras, recurrir al pasado a través de la historiografía, tiene un particular significado, más que para la efeméride, para el fortalecimiento de la identidad institucional o para la constitución de la memoria corporativa, para el estudio de caso. Ciertas circunstancias de la historia militar, que aunque nunca repetibles, nos pueden alertar sobre patrones de conducta de éxito o de fracaso, que resultan muy útiles como referencia para concebir, planear y decidir un concepto operacional, un esfuerzo principal, una estratagema o una maniobra. En ese sentido, el Contralmirante argentino Roberto L. Pertusio, autor de Estrategia operacional, una de las obras sobre asuntos militares contemporáneos más interesantes e influyentes en la región, advierte “que los comandantes operacionales deben de ser estudiosos de la historia pero no historiadores (…) la historia de las campañas pasadas, no prevé respuestas pero ayuda a evitar riesgos y errores en el futuro” (Instituto de Publicaciones Navales, Argentina, 1995).

Vicealmirante Horacio Nelson (1758–1805)

En Cabo Trafalgar, la figura de Horacio Nelson, Vicealmirante y Comandante de la Flota Británica en el teatro de operaciones del Mediterráneo, brilla por su concepción estratégica, por el empleo audaz de la táctica naval –rompiendo paradigmas– y por lo que más puede interesar de él, en común a comandantes y a gerentes y directores ejecutivos: su liderazgo transformador, que ponía el acento en la más efectiva comunicación con sus mandos subordinados. Fórmula casi infalible para el éxito, sea esta una operación naval, sea aquella una estrategia de negocio de un entorno altamente competitivo, en medio de una crisis económica plagada de nubarrones en los mercados como la de ahora. 

Como afirma el escritor argentino Eduardo Jorge Arcuri, en su libro El arte de la guerra. Nelson, una reseña histórica para los líderes empresariales de hoy (DISITAL, 2005): “formar parte de la dirección de una empresa puede compararse con el liderazgo que ejerce un buen comandante”.

Sobre la relación de comando, menciona el Capitán de Navío Wayne Hughes en su clásico Táctica de flota que los comandantes subordinados de Nelson “conocían qué se esperaba de ellos porque les hablaba frecuentemente de sus planes y porque en su esencia no podían ser mal interpretados (…) sus planes podían ser íntegramente cumplidos con un mínimo de señales” (Instituto de Publicaciones Navales, Argentina, 1995). Instrucciones generales claras y libertad de acción a sus capitanes de bandera, y el mensaje final exacto y motivador dirigido a todos los combatientes y transmitido desde su insignia el Victory, a los otros navíos de línea por señal de banderas: “Inglaterra espera que cada uno cumpla con su deber”.

Señal náutica por banderas: “England expects that every man will do his duty”

En ese sentido, Arcuri considera que “un líder debe tener la certeza de que sus hombres seguirán el plan al pie de la letra, y si por alguna razón se modificará lo trazado, deben mantenerse fluidas las vías de comunicación, ya que todos deben estar al tanto de todo lo que el líder haya coordinado”.

Hasta fines del siglo XVIII, los marinos habían combatido en los océanos desde la débil galera propulsada por remos de galeotes, hasta los grandes navíos de cuatro puentes y cien cañones. El Vicealmirante Horacio Nelson con sus ideas revolucionarias para la guerra naval, cambia reglas casi sacras e introduce procedimientos que hoy nos parecerían elementales pero que fueron sorprendentemente disruptivos para la época, con lo que le permite a Gran Bretaña afianzarse como el estado hegemónico del planeta. 

Para dar una batalla en el mar, las escuadras adversarias formaban cada cual, una enorme línea de frente, pugnando por colocarse a barlovento, es decir desde donde viene el viento, para inflar sus velas. Señala Hughes que se buscaba afanosamente ganar barlovento para conseguir maniobrabilidad y con ello la libertad de acción necesaria para poder forzar o rehuir el combate. Se sumaba a lo dicho, conocimientos marineros, eficacia artillera, mayor número de cañones, además de arrojo de sus tripulantes, para inclinar la balanza hacia uno u otro.

Nelson modifica su despliegue de ataque y eso le vale el triunfo en varias y memorables acciones de superficie. Esta innovación transforma radicalmente el orden de batalla en el mar al maniobrar con dos columnas navegando en divisiones que apuntan a la formación enemiga para partirla en dos. Así se derrotó la clásica línea de frente de la escuadra franco–española. Roto el centro de la formación, los aliados se quedan sin posibilidad de ser auxiliados desde los extremos debido a que no recae el viento. 

Despliegue de las fuerza navales en Trafalgar. Gráfico tomado del libro Comando en el mar
de Michel Palmer, profesor de historia de la Universidad de Carolina del Este (Instituto de
Publicaciones Navales, Argentina, 2008)

Comandante audaz, Nelson patentó principios que hoy son esenciales en el planeamiento de las operaciones navales. Cumplimiento de la misión como principal objetivo y delegación de funciones. El célebre Vicealmirante sabía que él sólo no podía controlar todo el desarrollo de la acción. Esto no lo entendió así el Comandante de la Escuadra Aliada, el Vicealmirante francés Pierre de Villaneuve, quien al no saber delegar, retuvo el mando total de su fuerza, lo que impidió que el Almirante español, duque de Gravina, se anticipara a la maniobra, cuando le quedó clara la intención del inglés. 

La derrota significó a España su ocaso como potencia marítima y por lo tanto europea, lugar que había ocupado con honor desde el siglo XV. No hubo retorno hasta hoy. Para Francia significó reafirmarse en su mentalidad continental a costa de la marítima, y con ello el preludio del fin de la era Bonaparte, pero más grave que eso, Trafalgar se convertiría para ese país, en la semilla fértil que tendrían como fruto la poca actividad y hasta el suicidio de las flotas galas en la primera mitad del siglo XX. Sobre ello, la revista española ABC sostiene que el prólogo francés de esta tragedia se empezó a escribir con los crímenes de los jacobinos durante la revolución protocomunista de 1879, en la que fueron purgados almirantes y capitanes de navío de la real Armada, la segunda más importante de la época, hasta que cayó en manos de hombres que no sabían del mar más que su color. Otro tanto sucedió en la flota Hispania antes que por cuestiones ideológicas, por los vicios estructurales que había inoculado al gobierno español, improvisados e incompetentes favoritos en la corte de Carlos IV de España. 

Napoleón al ser informado de la derrota de Villanueve, se encogió de hombros, y con indiferencia envanecida farfulló: “Yo no puedo estar en todas partes". 

El escritor argentino Arcuri citado líneas arriba, sostiene que “el accionar de lord Nelson nos deja como enseñanza la imperiosa necesidad de documentarse sobre la característica del competidor y el campo donde se librará la batalla, sin dejar de ser creativo y audaz (…) Esto hace importante destacar lo valioso que resulta saber maniobrar con sentido de la oportunidad”.

Los profesionales jóvenes que aspiran a ocupar posiciones de liderazgos, deben considerar la comunicación efectiva con sus colaboradores, como un elemento condicionante para el éxito de la misión, ya sea para una operación militar, ya sea para el lanzamiento de un producto o de un servicio en medio de las turbulentas aguas del océano de la competencia. Reparar en cómo Nelson demostró habilidad en la maniobra individual y colectiva de la fuerza, al delegar tareas confiando en las capacidades ya demostradas por sus comandantes, de los que conocía bien sus talentos y habilidades y a los que había acostumbrado a que tuviesen inactiva, siempre impuesto de un escrupuloso comando y control. 

El núcleo de la lección que nos deja Trafalgar, consiste en cómo los líderes deben lograr adaptarse a las circunstancias y a la complejidad de los escenarios inesperados para alcanzar el triunfo. Tener la victoria hundida en el espíritu, en la mente y exhalarla, contagiarla. No por casualidad, el Vicealmirante británico luchaba sobre un buque llamado Victory

Aunque se presente un cisne negro de Nassim Taleb, el liderazgo adaptativo sabrá encarar los desafíos con toda la energía que sea capaz de extraer de su interior, para trasmitirlo en cada palabra que de sentido de oportunidad en situaciones de riesgo, emergencia o crisis.

Juan Carlos Llosa
09 de noviembre del 2020

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