Carlos Adrianzén

Tonteados

Penosa evolución de la economía nacional el año pasado

Tonteados
Carlos Adrianzén
17 de febrero del 2020


Reza un viejo dicho: “mal de muchos, consuelo de tontos”. Esta frase me viene a la cabeza cuando leo las declaraciones de algún funcionario público –o vendedor de ilusiones– cuando nos quiere dorar la píldora respecto a la penosa evolución de la economía nacional el año pasado.

Sí, la evolución económica el año pasado fue penosa. Da lástima. Y no solo la da porque, como podemos apreciar en forma nítida observando el Gráfico Uno de la figura compuesta adjunta: (1) el crecimiento anual del PBI por habitante se acercó apenas al 1% en dólares constantes (con lo cual resulta previsible que la reducción de la incidencia de pobreza será negativa o un error estadístico, mientras el consumo de las empresas y personas se mantendrá estancado); (2) asimismo, esta evolución confirma que desde hace un buen tiempo cada año crecemos menos (desde el 6% per cápita de inicios de la década). Confirma además que –a pesar de los elevados precios externos recibidos– el auge semiliberal se extinguió, bañados en el desconcierto y la corrupción burocrática, con los Humala y la actual administración.

Por todo esto, repetir que este año fue bueno, solo si nos comparamos al promedio latinoamericano, es una oración económicamente estafadora.

Latinoamérica se viene derrumbando sostenidamente, en medio de los pésimos manejos económicos en Venezuela, Argentina, Bolivia, México o Brasil o de los deprimentes manejos chilenos o colombianos. Nada de esta desgracia vecinal es mérito nuestro. El que la región se esté hundiendo más que nosotros (que crecemos cada vez menos con excelentes términos de intercambio) no maquilla nada.

Donde encuentro un sesgo de indefendible maquillaje estadístico es en las bonitas cifras del índice de Desarrollo Humano (ver Gráfico Dos) publicado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). En el período 2011-2019, en producto por habitante en dólares constantes de un latinoamericano caribeño, se habría mantenido virtualmente congelado (con un crecimiento cercano a 0%) mientras que el índice del PNUD explosionaba en 75% (y en 74% en el caso peruano).

El índice aludido mide otra cosa, diría un amiguito progre; pero lo cierto es que la correlación estadística entre estos dos indicadores de desarrollo resulta histórica y globalmente alta. Salvo en esta década y para Latinoamérica y el Caribe. Extraño ¿no?

Frente a esta discrepancia vale ponderarse el Gráfico Cuatro, que contrapone el deterioro del índice de Ilarionov (ese coeficiente entre el producto por persona de un país o región sobre el similar estadounidense) como reflejo del Desarrollo Económico Relativo. Este índice en los últimos nueve años se mantiene básicamente estancado en el caso peruano (0.7%) y se comprime 2.9% en la región.

Eso de que el desarrollo se haya profundizado en la región en esta última década parece ser solo un asunto de creyentes ideológicamente sesgados. La región se ha hundido y por buenas razones ideológicas. El último gráfico (ubicado en la parte inferior izquierda de la figura adjunta) solo refuerza lo torpe –y risible– de endiosarnos comparándonos con el crecimiento regional. El nivel de vida de un latinoamericano caribeño promedio es mucho mayor al nuestro. Ellos bordean los 9,000 dólares constantes, mientras nosotros bordeamos los US$ 6,000. Es pues una estafa retórica destacar que estamos mejor que el resto de la región. Estamos todavía entre los pobretones del barrio (Latinoamérica y el Caribe). Estamos tan rezagados hoy que un buen año, para nosotros, debería implicar una tasa de crecimiento superior al 7% per cápita. El 1% per cápita tan halagado por burócratas y vendedores de ilusiones dibuja en realidad un mal año. 

Si no entendemos esto, descartamos las pócimas de política económicas post humalistas y no aspiramos a mucho más, por supuesto que podemos llegar a crecer menos.

Carlos Adrianzén
17 de febrero del 2020

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