Eduardo Zapata

Tecnócratas de lujo

Burócratas que desconocen el accionar del Estado

Tecnócratas de lujo
Eduardo Zapata
02 de noviembre del 2017

Prescindiendo de las cualidades profesionales de nuestro señor presidente, lo cierto es que él “se encontró” con el cargo. Primero como consecuencia de un sistema electoral que fue descartando a otros candidatos que lo antecedían en las preferencias electorales. Y segundo —ya en segunda vuelta— por el voto anti: había que impedir que la “marrana de ojos rasgados” llegase al poder.

Producida la elección —y por extensión de las cualidades atribuidas al presidente— muchos se ilusionaron con el hecho de que iba a enfrentar los problemas del país con la eficiencia que en el imaginario popular signa al empresario privado. Bajo esa premisa se nos reiteró que la marcha del Perú estaba asegurada porque la conducción de los diferentes sectores públicos iba a recaer en tecnócratas. Por añadidura “de lujo”.

Ilusionados, poco reparamos en que los supuestos técnicos convocados efectivamente iban a devenir en tecnócratas, es decir en burócratas de escritorio. Y poco reparamos también en que la palabra lujo —que deviene del latín luxus— significa “demasía en el adorno…abundancia de cosas no necesarias”.

Transcurrido ya prácticamente un año y medio de gobierno, podemos afirmar que estamos efectivamente gobernados por una tecnocracia de lujo. Por supuestos técnicos que, al desconocer el accionar del Estado, se han visto atrapados por él deviniendo, entonces, en tecnócratas, en hombres de escritorio; y por acciones emprendidas por ellos, envueltas en el laberinto de lo innecesario y el adorno.

Día a día, la agenda pública salta y cambia al vaivén de la coyuntura. A veces por deslices verbales del propio presidente, otras veces por voces ministeriales que claramente no han sido coordinadas entre sí, y muchas veces —lamentablemente, muchísimas— por reacciones casi instintivas ante supuestas conspiraciones obstruccionistas.

La leche no era leche, el chocolate no era chocolate, el puente no se cayó sino se desplomó, la delincuencia no es tal sino es una percepción, los ciudadanos no serán detenidos sino intervenidos, algún patán no arrastró a una mujer sino simplemente la jaló… No es plagio, es copia. Hemos caído en un relativismo lingüístico que —precisamente por serlo— carece de instrucción social. De aquella instrucción social que un gobierno debe asegurar para conducir a un país hacia un norte definido.

La última y vergonzosa experiencia del censo nacional así como el súbito cambio del responsable de la llamada reconstrucción con cambios no hacen sino confirmar el desconcierto ciudadano ante la ausencia de instrucción social. Y las voces que se elevan pidiendo la pena de muerte para el asunto puntual de las violaciones sexuales parecen ser expresión más bien de un humor popular capaz de extender esta tela a todo tipo de violación. Prescindiendo el Estado de Derecho. Estamos advertidos.

Del cambio de gabinete ministerial podría haberse esperado la direccionalidad de las políticas de Estado. Lamentablemente no solo se han dado ya casos que reiteran los efectos del imperio de la tecnocracia de lujo. Queda confiar en que algunos ministros solventes —técnicos y no tecnócratas— puedan brindarnos la luz que evite que en el bicentenario los peruanos estemos votando contra el sistema.

Eduardo E. Zapata Saldaña

Eduardo Zapata
02 de noviembre del 2017

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