Luis Hernández Patiño

Sobre el cambio en nuestro mapa político

No es más que un cambio cosmético

Sobre el cambio en nuestro mapa político
Luis Hernández Patiño
28 de enero del 2020


Luego de las elecciones parlamentarias del último domingo, existe la percepción de que se ha producido un sorprendente cambio en nuestro mapa político. Sin embargo, frente a lo que superficialmente se percibe, ese cambio del cual tanto oímos hablar no necesariamente se ha operado.

Para ello tendrían que darse ciertas condiciones fundamentales. La primera y básica es que haya un marco jurídico estable y moralmente estabilizador de nuestras relaciones sociales y políticas. Aquel marco debe estar en la capacidad de permitir y alentar un proceso de evolución institucional de los partidos, en un contexto de competencia ideológica y programática.

La segunda condición es que de esa competencia entre los partidos emerja una corriente de pensamiento, que comience por despertar en los miembros de la sociedad la inquietud que luego madurará, en una forma natural y no manipulada, como idea de cambio a realizarse, frente a la situación objetiva de los miembros de nuestra sociedad.

Lamentablemente, tales condiciones no se dan entre nosotros. La estabilidad jurídica, aquella estabilidad que tanto necesitamos, brilla por su ausencia. Por eso, aquello que se considera un cambio en nuestro mapa político no es más que un tema de tipo cosmético. Y lo que temo es que estaríamos encaminándonos hacia una política sin mapa ni norte de tipo nacional.

Un síntoma o señal de un real cambio en el mapa político se da cuando, por ejemplo, la desaparición de un partido tradicional es seguida por la irrupción de otro partido tanto o más grande, que viene a ocupar el lugar del anterior. ¿Acaso eso ocurre entre nosotros? No. Acá los partidos grandes pueden desaparecer, pero no porque se forjen partidos vigorosamente representativos, capaces de hacerles competencia política. Los partidos se van a pique por la obra y la supuesta magia de operaciones psicológicas de alta intensidad, operaciones que apuntan a la demolición de tales organizaciones. Desaparecidos estos partidos, lo que hay es un tremendo vacío.

La idea del cambio en nuestro mapa político es finalmente un recurso al que se recurre para manipular a las masas en una forma cíclica; es decir, cada cierto tiempo. ¿Será que ese recurso se usa cuando los intereses de los sectores poderosos de nuestra sociedad así lo requieren? Daría la impresión que sí, pues de ese modo dichos sectores consiguen su objetivo de preservar un marco estructural de corte mercantilista, en el que sus privilegios están asegurados, y son intocables y permanentes.

¿Después de estas elecciones se van a ver caras nuevas en las pantallas y en las portadas de los medios? Claro que sí. ¿Se observará la presencia de figuras no conocidas en los ambientes del congreso? ¡Por supuesto! ¿Y se escuchará mencionar los nombres de marcas de organizaciones políticas que pueden sonar novedosas, sobre todo para las nuevas generaciones? Sí, también. Sin embargo, nada de ello representará un real y profundo cambio en nuestro mapa político.

Es preocupante, pues, observar el futuro que se avizora. Las condiciones estructurales en las que nos encontramos apuntan a que seguiremos con partidos que no son más que etiquetas, rótulos, cascarones decorativos, vientres de alquiler electoral que darán cabida a todos aquellos aventureros, oportunistas, trepadores, quienes seguirán viendo en la política un formidable nicho de negocio. Por el bien común, por el crecimiento y desarrollo de los miembros de nuestra sociedad, es necesario ponerle fin a esta situación.

Luis Hernández Patiño
28 de enero del 2020

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