Raúl Mendoza Cánepa

Sin miedo al éxito

El victimismo no hace sino perpetuar la pobreza

Sin miedo al éxito
Raúl Mendoza Cánepa
16 de septiembre del 2024


El puritano norteamericano, ese calvinista que vislumbraba en el éxito económico una señal divina de su propia salvación, encarnó el paradigma del hombre libre en acción. Su sueño era la realización personal, y creía en la posibilidad de alcanzarla por esfuerzo individual. En el Perú el éxito ha sido tradicionalmente visto con recelo, como afrenta o pecado.

Arrastramos la pesada cruz de una sociedad que no celebra el triunfo ajeno, lo condena. La pobreza se erige en un altar, y el sufrimiento se convierte en una especie de moneda de cambio espiritual. La Teología de la Liberación, con su énfasis en la victimización, exacerbó esta tendencia, fomentando la idea de que el pobre es una especie de mártir y el rico un opresor.

El peruano promedio, moldeado por siglos de historia, ha interiorizado esta visión pesimista. La envidia, la desconfianza y la culpa son sentimientos arraigados en su psique. “¿Por qué él y no yo?”, se pregunta con ánimo cainita. El fracaso se justifica, se convierte en una excusa para no asumir responsabilidades. El éxito del otro se explica a través de teorías conspirativas, de la corrupción posible y de la injusticia como raíz probable.

Esta mentalidad contrasta radicalmente con el espíritu emprendedor y liberal que impulsó el desarrollo de otras naciones. En Estados Unidos, por ejemplo, el éxito del otro se celebra como un logro propio o colectivo y se considera una fuente de inspiración para un modelo de oportunidades. En nuestro país el éxito y la riqueza son vistas como una amenaza, una afrenta al orden de justicia y mérito establecido. “Un buen negocio es lavado de activos, una buena jugada comercial un fraude”. "Detrás de toda gran fortuna hay un crimen". Se lo atribuyen a Balzac, pero vino de San Juan Crisóstomo, que dijo cosas peores. Lope de Vega escribió: "Que la sombra de un hombre poderoso, / claro en linaje, mil delitos cubre". 

La izquierda ha sabido explotar esta veta, presentándose como la defensora de los oprimidos. Sin embargo, el victimismo no hace sino perpetuar la pobreza. Esta visión fatalista ha infectado las ciencias sociales y hasta ha tornado la escasez en virtud teologal. Sin abusar de Weber, la riqueza general está allí donde el logro de los fines personales lo sea de todos.

La prosperidad no es un juego de suma cero, en el que la ganancia de unos implica la pérdida de otros. Al contrario, la riqueza de una nación se construye sobre la base del esfuerzo y la inventiva individual. Se dice que Margaret Thatcher llevaba en el bolso La constitución de la libertad, de Hayek para retomar el aliento. Decía que allí estaban sus principios, que son los de una cultura de la libertad y el éxito. Señaló alguna vez: “Debemos construir una sociedad en la que cada ciudadano pueda desarrollar todo su potencial, una sociedad en la que se recompense la originalidad, la habilidad, la energía y el ahorro, en la que fomentemos, en lugar de restringir, la variedad y la riqueza de la naturaleza humana”.

Raúl Mendoza Cánepa
16 de septiembre del 2024

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