Luis Hernández Patiño

Sesenta años después

Bolsonaro y el fin del meretricio comunista hispanoamericano

Sesenta años después
Luis Hernández Patiño
10 de enero del 2019

 

El día primero de enero del 2019 guarda una lejana pero muy singular relación política, contrastante por cierto, con aquel primero de enero de 1959. En efecto, el primer día de este año se realizó la toma de mando del señor Jair Bolsonaro, cuya elección como presidente del Brasil puede interpretarse desde diferentes ángulos. Por una parte, refleja la preferencia de una buena cantidad de brasileños por un político, que embandera una clara línea de pensamiento y acción, totalmente opuesta al actual pensamiento dominante. De otra parte, podría ser la consecuencia sintomática de profundos problemas y contradicciones que se dan en el seno del meretricio comunista hispanoamericano, seis décadas después de su presencia en nuestros países.

¿Qué pasó hace 60 años? Según las leyendas y mitos académicos que se desperdigaron en las universidades, el primero de enero de 1959 un sol nuevo salía en la Habana. Era un sol de libertad, justicia, igualdad y fraternidad; un sol que los “hombres de bien” (o sea los comunistas) debían llevar a todo el hemisferio para que derrame su luz y alumbre a los más necesitados.

Sin embargo, lejos de todo cuento y verso, el primero de enero de 1959, una noche más que oscura cubrió la isla de Cuba y se empezó a proyectar hacia nuestros países. Fue la noche de la ignorancia llamada cultura. El propósito: oscurecer nuestra realidad cubriéndola con un manto cargado de tinieblas, propicias para la impunidad de movimientos totalitarios, cuyas sombras hoy estamos percibiendo en el Perú. La oscuridad de aquella noche es tal que, por dar un ejemplo, el color rojo de la sangre de quienes murieron a manos de los canallas comunistas, alias guerrilleros, no ha impactado como debiera en la conciencia de los miembros de nuestra sociedad.

Al no ser visible la perversa magnitud de aquel rojo, lo que ocurrió entre nosotros ha sido olvidado o fácilmente tergiversado. Y debe ser por eso también que la luz de lo racional no alumbra nuestro discernimiento. En medio de esto, me temo que podríamos estar perdiendo nuestra facultad de pensar. ¿No será que estamos llegando a una situación tal en la que no solo permitimos que se nos domine, sino que necesitamos ser controlados hasta en nuestros sentimientos? ¿No será por eso que tan fácilmente les damos el cuchillo a los verdugos de nuestro país?

Sesenta años después, como le escuché decir alguna vez a un querido amigo: “El Perú anda de noche, a tientas, porque no lo dejan andar de día”. En tal sentido, yo diría que andamos de noche y a tientas, porque los comunistas se han encargado de hacer todo lo posible para que no veamos la luz.

Jactanciosos, soberbios como ellos mismos, selectivos, incluso racistas, los comunistas creían que en este siglo XXI las tenían todas consigo. Habiendo capturado el pensamiento de las masas, se ofrecían al mejor postor financiero para brindarles sus servicios como operadores políticos de multitudes. Con gran entusiasmo creían que encaramándose en el aparato estatal del centralismo oligárquico iban a poder conseguir que la dialéctica deje de ser dialéctica, para que su situación de lujos y privilegios nunca cambie. Sin embargo, mediante la elección del señor Bolsonaro, la realidad se ha encargado de darles un sopapo como el que esos comunistas se merecían.

Ahora bien, vengo notando que hay gente, amigos míos, que se recuestan psicológicamente en la figura del presidente Bolsonaro y quieren que alguien así aparezca entre nosotros. Yo los entiendo, pero también quisiera decirles que hagamos el esfuerzo de pensar un poco. No pretendo ser aguafiestas, pero sí me gustaría plantear algunas interrogantes: ¿Estamos en la capacidad de cerrar filas y unirnos en nombre del Perú? ¿Tenemos el suficiente ñeque como para renunciar a nuestros propios apetitos de poder? ¿Contamos con el suficiente criterio como para darnos cuenta que de nada vale ir fundando un partidito por aquí y otro por allá? Si las respuestas a dichas interrogantes fuesen negativas, entonces me preocupa porque en la práctica la política no es un asunto de Mandraques, sino de seres de carne y hueso que necesitan del apoyo que, justamente, el señor Bolsonaro viene pidiéndole a sus compatriotas.

Sesenta años después, no podemos quedarnos soñando. ¿Queremos un líder de talla? Tal vez este ya existe entre nosotros. Generemos las condiciones políticas para que ocupe el lugar que le corresponde.

 

Luis Hernández Patiño
10 de enero del 2019

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