Raúl Mendoza Cánepa

Reelección municipal

La no reelección inmediata de autoridades locales es un despropósito

Reelección municipal
Raúl Mendoza Cánepa
12 de junio del 2017

La no reelección inmediata de autoridades locales es un despropósito

Existen cargos ejecutivos cuyas características exigen una relativa continuidad. En el caso particular de los alcaldes y presidentes regionales, se exige una planificación del modelo de ciudad y de región con visión de mediano y largo alcance. Son cuestiones muy concretas que sobrepasan la deliberación política, al ser cargos de ejecución en grado sumo y que suponen la mirada larga sobre temas diversos: inversión pública productiva, programas, infraestructura vial, etc. ¿Un corto plazo en el cargo para un largo plazo en la visión? Son, en definitiva, los ciudadanos los que deben decidir si una autoridad regional o local continúa o se va; no son los legisladores los que tienen la potestad de cerrarle esa opción al elector cuando se trate, por ejemplo, de un buen alcalde o un buen gobierno regional. En esa línea es pertinente aprobar pronto el proyecto que abre la posibilidad de la reelección inmediata, y por una vez, de autoridades regionales y locales.

La no reelección inmediata genera incentivos perversos que pueden animar a las autoridades a apresurar presupuestos para obras no conectadas con las necesidades generales de la ciudad. No da el tiempo para una megaobra útil para la economía regional o local, por tanto sembramos monumentos y puentes. La reelección inmediata por una vez llama a la efectividad sistémica y no necesariamente se vincula a la corrupción, si se activan los sistemas de vigilancia de uso del presupuesto. Cuando se escuchan quejas sobre autoridades regionales y locales “entornilladas en el cargo” por años, nos referimos a una minoría que se quedó, porque un sector mayoritario de la población les ratificó su confianza por la obra realizada. Sea porque vieron mejorar su calidad de vida o se percataron de la utilidad de la infraestructura, les dieron el voto que prefirieron no obsequiárselo a un ejecutor bisoño o a un político sin capacidad de ejecución. Eligieron no arriesgar lo avanzado.

Si bien en el Congreso se perfila un proyecto de ley prudente al respecto, en tanto plantea la reelección inmediata por una sola vez, habría argumentos para sumar un periodo más. Doce años, con elección y reelección popular de por medio, sería suficiente. Quizás cinco/cinco sería suficiente para alcanzar una década, siempre que el sucesor (por criterios políticos y no técnicos) no avive el deseo de destruir la obra de su antecesor. La planificación regional y urbana requiere continuidad y sobre todo experiencia. Asimismo, la estabilidad de equipos laborales base que informen y orienten al sucesor. Bien se haría en promover una carrera pública regional y municipal —herramientas existen—, de modo que cada gestión no sirva solo como un hábitat laboral pasajero para los amigos.

Tal es nuestro cortoplacismo y nuestro espíritu aldeano que siendo política y socialmente fragmentados buscamos por cualquier resquicio y muy pronto revocar a la autoridad, que ejerce ya de por sí en un periodo corto. La ejecución no es tan importante en la revocatoria como lo es el cálculo político, por eso en veinte años se vendieron aproximadamente 7,000 kits electorales revocatorios y se han revocado a cerca de 2,000 autoridades. Pero no hay mejor revocación que aquella en la que el pueblo, pudiendo reelegir a una autoridad, no la reelige. Un periodo corto de tres años (antecedente) o de cuatro —como es en la actualidad, con la precariedad que permite la revocatoria— puede alentar la improvisación y el gasto rápido, dado que lo que se consume es el tiempo y la continuidad en un sistema inestable. Ese es precisamente el escenario para que un gobierno regional o un alcalde supediten la obra aislada a la visión sistémica de una región o una ciudad compleja. Por ejemplo, una carretera andina que conecte (por iniciativa interregional) con un camino que atraviesa otra región de cara a nuevos nexos (que culminen en los puertos) sería improbable en un sistema que permite que se ejecute en varios tramos, y que estos se paralicen por la voluntad de una nueva y arisca gestión en alguna región.

La no reelección inmediata de autoridades regionales y locales (al menos por una vez) es un despropósito que debe corregirse. Algunos lectores asumirán que ser alcalde y candidato genera cierta ventaja y corrupción; pero el problema no son los políticos, es lo que hacemos para controlarlos.

 

Raúl Mendoza Cánepa

Raúl Mendoza Cánepa
12 de junio del 2017

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