Neptalí Carpio

Rasgos de bonapartismo

Vizcarra debe cuidarse de caer en la tentación autoritaria

Rasgos de bonapartismo
Neptalí Carpio
14 de diciembre del 2018

 

La acertada decisión del presidente del Congreso, Daniel Salaverry, de ampliar la presente legislatura ordinaria hasta fines de enero de 2019, y el reciente discurso del presidente Martín Vizcarra tienen como efecto inmediato convertir el momento plebiscitario que significó el referéndum del pasado 9 de diciembre en el punto de arranque de un momento reformista. Un momento que se iniciará con el debate de las leyes que darán forma a la Junta Nacional de Justicia.

El propio Poder Ejecutivo al anunciar que, en los próximos días, enviará los diferentes proyectos sobre la materia para que sean discutidos por el Congreso, consolida esta tendencia a un momento reformista que no puede quedarse en el debate de la reforma de justicia, sino que deberá extenderse al plano de la reforma política, electoral y sobre todos las reformas para el relanzamiento del crecimiento económico, tal como lo ha señalado el propio presidente de la república. Los propios agentes económicos, al conocer los resultados del referéndum, han mostrado su optimismo, pero están a la espera que el gobierno del presidente Vizcarra tome la iniciativa en materia económica.

El Gobierno del presidente Vizcarra necesitará mucha iniciativa legislativa frente al Congreso, en vista que el referéndum al darle un masivo espaldarazo, le ha dado también mayor poder para tener incidencia sobre la agenda parlamentaria. El cambio en la correlación de fuerzas entre el Ejecutivo y Legislativo, en favor del primero, a su vez obliga al primer mandatario para llenar la agenda nacional de propuesta e iniciativas, situación que requiere inevitablemente mejorar la performance del gabinete para mejorar la capacidad de inversión y de atención a los problemas más urgentes como el de la seguridad ciudadana, la reconstrucción de Norte del país y aumentar los estándares de inversión privada.

Se trata pues de un Gobierno con evidentes rasgos de bonapartismo en vista que el presidente, en la práctica, no cuenta con bancada propia, ni menos con partido de gobierno. Históricamente se entiende por bonapartismo, en un régimen democrático, a una situación en la que la forma de gobierno se da por una evidente desautorización o derrota del Poder Legislativo, y la alta legitimidad del mandatario de la nación queda colocada como representante directa de la nación, garante del orden público y árbitro imparcial frente a los intereses encontrados de los diversos intereses económicos y sociales. Eso explica porque la base de legitimidad y prestigio del presidente no sea un partido, una mayoría parlamentaria, sino la relación directa con la opinión pública.

Los rasgos bonapartistas del actual Gobierno se configuran no solo por los deseos subjetivos de la gran mayoría que respaldó las reformas constitucionales, que son solo un factor del proceso, sino precisamente por las interrelaciones objetivas-subjetivas entre los diversos actores que actúan en el actual escenario. Nunca como hoy se pueden escuchar demandas o propuestas tan encontradas: que se cierre el Congreso; de la existencia de una persecución política o empresarial, que se vayan todos, de quienes incluso han planteado una autodisolución de la actual representación parlamentaria. En un escenario tan entrecruzado por planteamientos tan extremos y erráticos es natural que emerja con mayor fuerza la figura de un mandatario representando la necesidad de un nuevo orden social.

Sin embargo, para evitar que la alta popularidad del presidente Vizcarra no sea volátil sino consolide a su gobierno, necesita generar un momento reformista de instituciones y de mejora de la calidad de gobierno, incluso de manera cotidiana y, por cierto, seguir liderando pero respetando el sistema democrático la lucha contra la corrupción. Es un momento fundacional de la república que bien podría coincidir positivamente con el Bicentenario de nuestra Independencia.

Por ahora en el Congreso, su presidente, Daniel Salaverry, es el que mejor reflejos ha demostrado para sintonizar con los resultados del referéndum al ampliar la legislatura hasta fines de enero del 2019. Es una actitud totalmente diferente a las opciones destempladas que han señalado que, con los resultados del referéndum, han perdido todos los peruanos, las propuestas de autodisolución del Congreso o aquellas que insisten con una lógica obstruccionista al intentar censurar al Ministro del Interior.

En la historia de las naciones existen diversas situaciones donde frente a una gran crisis nacional —como puede ser frente a un fenómeno terrorista, en una situación de guerra externa, de hiperinflación o frente a una galopante corrupción— una gran mayoría nacional empodera al mandatario nacional para que este ejerza con toda energía y autoridad sus correspondientes competencias y revertir la situación negativa de un país. Pero el otro gran dilema de Martín Vizcarra, es no caer en la tentación totalitaria o dormirse en sus laureles imaginando equivocadamente que el espaldarazo del 9 de diciembre es una legitimidad de mediana data. Esa popularidad se puede derrumbar sino muestra alta capacidad de iniciativa de reformas; gestión eficiente en mangas de camisa, capacidad de diálogo y una vocación propositiva para crear una innovación del actual modelo económico de economía de mercado, aumentando las inversiones, la productividad y generación de empleo.

Si el presidente Vizcarra no aquilata en su verdadera dimensión la alta popularidad alcanzada, puede caer, comparativamente en menor tiempo que de aquella fase semestral, en que logró llegar a la cúspide una alta legitimidad. Por ahora, esas dudas se han difuminado con el buen y reciente mensaje a la nación.

 

Neptalí Carpio
14 de diciembre del 2018

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