Juan C. Valdivia Cano

Queremos tanto a Mario (II)

Sobre la calidad literaria, ética y política de MVLL

Queremos tanto a Mario (II)
Juan C. Valdivia Cano
08 de febrero del 2023


Veamos un ejemplo de su personalidad, de sus rasgos éticos característicos y su actitud política, en relación con los de su colega Gabriel García Márquez. A lo lejos, con la distancia que da el tiempo, se pueden ver con más claridad las actitudes políticas de los ex amigos más famosos de la literatura mundial: dos premios Nobel. Gabo aceptó la comodidad y los mimos del poder, olvidando que un intelectual (latinoamericano especialmente) no puede dejar de lado su misión fundamental de crítico del poder, de todo poder; especialmente del poder dictatorial que Vargas Llosa tuvo el valor de denunciar contra la opinión de medio mundo, desde comienzos de los setenta. Un poco después del genial escritor y mejor hombre que fue Guillermo Cabrera Infante, el primer gran crítico del régimen cubano.

Tenía razón y la historia se la ha dado contundentemente, aunque nadie lo recuerde ahora. La Cuba actual es una confesión viva del fracaso anunciado por el escritor peruano ejerciendo el derecho a disentir: «Tendremos que seguir, como ayer, como ahora, diciendo no, rebelándonos, exigiendo que se reconozca nuestro derecho a disentir, mostrando de esta manera, viviente y mágica, como solo la literatura puede hacerlo, que el dogma, la censura, la arbitrariedad son también enemigos mortales del progreso y la dignidad humana (…). Nuestras sociedades deben estar alertadas: rechazado o aceptado, perseguido o premiado, el escritor que merezca este nombre seguirá arrojándoles a los hombres el espectáculo no siempre grato de sus miserias y tormentos»

Por su consecuencia y coherencia se ha hecho cientos de enemigos y, en primer lugar, los izquierdistas y los fujimoristas, que tienen el descaro de atribuir la actitud de MVLL frente a la dictadura más corrupta de la historia peruana, hasta antes de Pedrito, nada menos que al resentimiento, confirmando la audacia de la ignorancia y de la estupidez. ¿Quién, por ventura, tiene menos razones en el mundo que MVLL para ser un resentido? ¿La derrota electoral de los noventa? Sigue odiándonos alega Keiko, para desautorizar «moralmente» a MVLL ¿No revela esta hipótesis una actitud psicológica infantil y ciega? ¿Y por qué MVLL votó por Keiko? ¿Se le pasó el resentimiento? 

¿No guardó silencio Vargas Llosa durante dos años después de esa derrota política, hasta que el delincuente peruano japonés disolvió el Congreso? ¿Es esa la actitud de un resentido? ¿Se ha pensado en la «naturaleza» psicológica del resentimiento? ¿No tiene mil veces más razones para estar resentido el perpetuamente enjaulado ladrón, asesino y esterilizador, aunque la jaula sea de oro, con jardines, jacuzzi y «enfermera» cama adentro? Yo también quiero.

Pero volviendo al colega y ex amigo caribeño de MVLL, no hay lector que no lo quiera, que no adore a Gabo, que no disimule, olvide y perdone su actitud ético política frente a Cuba. Apoyando un sistema obsoleto y cruel para el pueblo cubano, se zurró en la democracia —no solo formal— como única posibilidad para salir del subdesarrollo en América Latina. Es muy fácil para un famoso ganarse el aprecio de las dictaduras y sus variadas ventajas y gollerías apoyándolas con todo, haciendo lo (que fue) políticamente correcto hasta hace poco: marketear «dictaduras buenas», como Cuba y Venezuela. Gabo tuvo décadas para rectificarse y no lo hizo.

MVLL no dudó en incomodarse e ir contra la corriente y caer pesado y hacerse odiar por muchos por defender los principios democráticos y liberales, cuando no estaban de moda y denunciar gobiernos corruptos, dictaduras y dictablandas. Ésa es la diferencia con Gabo. Eso también es lo que le reconoció la Universidad de Lima al concederle el doctorado Honoris Causa por primera vez en el Perú. Otras universidades prefirieron a Alberto Fujimori y a Blanca Nélida Colán. Lo cual no sólo es justo con la persona del escritor sino un deber y una necesidad pedagógica social que habla muy bien de esa institución, la Universidad de Lima.

La sociedad que no reconoce los méritos de individuos que lo merecen, la necesidad de mitos vivientes, de paradigmas de carne y hueso, de ideales vivos en la formación de niños y jóvenes, desestimula al resto, contribuyendo al caos de autoridad y dirección, sin referentes reales de carne y hueso, sin modelos de conducta, salvo los futbolistas y otros esperpénticos personajes de la farándula. Así surgen dirigentes políticos que parecen brotar de la época de las hordas y salen elegidos por mayorías manipuladas desde el nacimiento y toman las riendas del poder político para hacer de las suyas, como ya sabemos los peruanos. 

Sin embargo, los paisanos interrogados acerca de la personalidad de MVLL particularmente de ciertos grupos sociales, responden con un estribillo muy semejante: «sí… pero…». Las clases populares parece que no lo rechazan, pero hay muchas razones para sospechar que no lo conocen y lo leen muy poco, si lo leen. Si no lo cree, haga usted mismo su muestreo entre parientes y amigos. Y los peros pueden variar de matiz, pero siempre apuntan a restar méritos, ningunear o desconocer lo que en todo el mundo, menos en el Perú —exceptuada la Universidad de Lima— se reconoce: que todo gran escritor supone necesariamente un gran hombre y por eso le dieron el Nobel y no sólo por la obra, como lo declaró expresamente el jurado sueco. 

Pero un gran hombre no es un santo ni un tío buena gente, por supuesto, ni en una literatura todo es «descocada fantasía». Con la misma necesidad que en la ciencia, pero con objetivos, métodos y técnicas diferentes, la literatura exige también un implacable rigor, es decir, una gran capacidad crítica y autocrítica, ya que no se trata sólo de divertir al lector sino de «recuperar el ser» (Milan Kundera) mutilado por el cientificismo, el especialismo positivista y demás ideologías y supersticiones modernas. 

Tal vez la imagen de Vargas Llosa representa en el inconsciente del detractor, todo lo que ese colectivo apetece inconfesamente, como algo inalcanzable. Por lo menos respecto a lo que aparece en la superficie del éxito mundano (económico, social y político) sin tener en cuenta lo principal: la extraordinaria aventura espiritual y la realización personal o íntima. Todo esto es quizá demasiado en un país maltratado y frustrante: la exuberancia de vida de un poderoso escritor, en el marco de un pueblo educado en la moral de la obediencia y de la sumisión. Hasta que vuelve a expresarse el resentimiento y, al parecer, cada vez más violento.

MVLL es la imagen viva del escritor realizado, aunque no por el voto popular que en Perú es altamente sospechoso, sino por sus propias cualidades. Una especie poco comprendida y menos querida y emulada en el Perú: un liberal de verdad. Porque es la imagen del hombre auténticamente moderno en un país básicamente premoderno.

Epílogo 

Es flagrante y absurda mezquindad no reconocer con gratitud la calidad no sólo literaria sino ético política de MVLL. Opino como lector y como testigo beneficiario desde la primera vez que, furtivamente, lleno de vergüenza y de deseo, leía La ciudad y los perros en la biblioteca del doctor Salazar Penailillo (en cuya oficina de Ugarte, dizque practicaba en primero de derecho). Y unos años después, en 1971, cuando lo conocimos físicamente en el auditorio de El Aquelarre en la calle La Merced, con motivo de la presentación de su Historia de un Deicidio: su hermosa tesis doctoral sobre la obra de su entonces amiguísimo Gabo. 

Recuerdo que esa noche irrepetible, fugando de la universidad con la complicidad de un compañero afín, llegamos un poco tarde cuando el auditorio estaba repleto. Lo cual aprovechamos como pretexto para instalarnos de pie, tan adelante, que terminamos a un costado del conferencista sentado solo frente a una mesa pequeña, una Socosani y un vaso, a unos pocos metros de nosotros, ocultos gracias a una piadosa columna. Esa noche pude escuchar muy asombrado, cómo se puede convertir una conferencia (actividad que yo consideraba hasta entonces invariablemente pomposa, tediosa e interminable) en una entretenida y simple conversación con un amigo de dicción perfecta, como MVLL. Yo sentía que conversaba con nosotros, no que daba una conferencia.

Esa noche comprendí la noción de literatura de nuestro admirado profesor Enrique Ballón: la declaración de amor específica de un amor específico, a un ser específico, o sea, sin estereotipo, lugar común o la desvergüenza de repetir, como Pedro a María: «María, te amo». Y comprendí también, algo espantado, por qué la literatura es, literalmente, un deicidio: la muerte de Dios en aras de la creación de un nuevo mundo.

Juan C. Valdivia Cano
08 de febrero del 2023

NOTICIAS RELACIONADAS >

La vida por examinar

Columnas

La vida por examinar

Comentar este libro de Pablo Quintanilla Perez-Wicht es riesgoso. La c...

09 de abril
Algunos rasgos del “hombre masa”

Columnas

Algunos rasgos del “hombre masa”

El concepto de “hombre masa” de don José Ortega y G...

02 de abril
Milei acusado (respuesta a un colega)

Columnas

Milei acusado (respuesta a un colega)

Respuesta: Estoy con su política estatal. Argentina no puede vo...

14 de marzo

COMENTARIOS