Piero Gayozzo

Quechua: ¿indignación o resentimiento?

Continúa la polémica acerca de la vigencia del idioma quechua

Quechua: ¿indignación o resentimiento?
Piero Gayozzo
28 de febrero del 2025


Hace unas semanas tuve la oportunidad de
escribir una columna en la que expreso un profundo deseo para que la humanidad pueda integrarse y gozar de un futuro común en el que tenga las mejores oportunidades para florecer. A pesar de ello, las críticas no se hicieron esperar. ¿La razón? Haber hablado del quechua. Recientemente, en una columna titulada “Seguimos existiendo, quiéranlo o no”, Carlos Molina Vital recurre a un identitarismo postmoderno de manual para intentar refutar, sin éxito, mi columna anterior. 

El argumento de mi columna era directo: las lenguas son instrumentos que resultan útiles por su función comunicativa. Por razones X una lengua puede desaparecer. Si no es masivamente hablada, ni está institucionalizada, ni se ha adaptado a la modernidad, entonces, ¿qué sentido tiene mantener esa lengua? Esta posición escandalizó a Molina, quien catalogó el argumento de “inhumano”. Ocurre que para Molina el argumento instrumental era incompleto porque no contemplaba el contexto histórico de injusticia. Su posición fue básicamente que (i) el quechua es parte de la identidad de las personas, (ii) explicó que la injusticia social e histórica son causas de la situación actual del quechua y (iii) que el sistema fomenta su desaparición a través de la noción de progreso económico. Veamos cada punto. 

Sobre (i), lo mínimo que se esperaba de Molina es que ofreciera argumentos que justifiquen el carácter “inhumano” de mi columna. Pero esto no ocurrió. Molina tachó de “utilitarista y simplificador” el argumento, pero tampoco fue explícito sobre el tipo de valor que le asignaba al quechua. Existen dos tipos de valoración: el valor intrínseco, que refiere a lo valioso que es algo por el hecho de ser lo que es; y el valor instrumental, que refiere a lo valioso que es algo por lo que obtenemos o logramos a través de él. Mi argumento era instrumental, pues no creo que el quechua sea sagrado ni valioso por el solo hecho de ser una lengua. Al criticar el utilitarismo, podríamos decir que Molina le otorgó un valor intrínseco al quechua. Pero esta posición no nos dice nada. ¿Qué propiedades tiene el quechua que no tenga otra lengua para que sea valiosa en sí misma? 

Por otro lado, cuando Molina afirma que en el proceso de creación de ciudadanos civilizados el sistema actual incita a los quechuahablantes a “abandonar su identidad, olvidar y hasta odiarse a sí mismos”, razón por la que los obliga a “que no usen coca, que se vistan de manera moderna, que abandonen sus cultivos ancestrales, y, por supuesto, que no hablen ya más alguna variedad de quechua o alguna lengua originaria”, está vinculando identidad y quechua de manera implícita. De esta forma incurre en un típico error del postmodernismo pseudo academicista: equiparar instrumentos a rasgos invariables bajo el rótulo de identidad. Si el quechua es valioso porque es equivalente a la identidad de un sujeto, debemos primero preguntarnos ¿qué es la identidad?

La identidad es el conjunto de criterios necesarios y suficientes para que tu persona sea numéricamente idéntica a otra persona en una temporalidad diferente. Es decir, la identidad es lo que hace que una persona el año 2020 sea la misma persona hoy en el año 2025. En este caso, ¿los quechuahablantes supieron quechua siempre o lo aprendieron con el paso del tiempo? ¿No tenían identidad cuando eran bebés porque no hablaban quechua aún? Por otro lado, ¿Para mantener la identidad quechua un individuo debe vestir y vivir de la forma más cercana que pueda a cómo vivían los quechuahablantes antes de la conquista? ¿Existen formas más “auténticas” de ser quechua? Si es así, estamos hablando de un sinsentido. Es una romantización banal de las identidades que colinda con las formas más retorcidas del chauvinismo. 

Un individuo es un conjunto de rasgos físicos-biológicos y psicológicos-sociales. Ambos son cambiantes, aunque los cambios a los que puedan estar sujetos están limitados. Sobre la personalidad se refiere a la percepción y construcción que tiene un sujeto de sí mismo. Para la construcción de dicha personalidad se requiere de instrumentos culturales, entre ellos una lengua. Por eso Molina vincula identidad a un idioma, vestimenta y formas de actuar. ¿Pero qué tienen todas estas cosas de valiosas en sí mismas? En realidad, estos elementos se asocian a experiencias personales. De ahí que sientan que un comentario sobre ellas es un ataque personal. Personas como Molina consideran que un componente cultural X, ya sea una actividad, una lengua, un artefacto o una creencia, es parte de la identidad de una persona porque dicha persona asocia X a:

  1. Experiencias personales
  2. Experiencias de familiares, amigos o terceros que importan
  3. Experiencias colectivas o compartidas en la comunidad a la que pertenece
    1. Creencias o forma de ver el mundo de dicha comunidad
    2. Legado o historia compartida 

En ninguno de los casos el valor de X sería intrínseco, sino instrumental. El quechua se vuelve valioso porque sirve como vínculo y no porque sea especial en sí mismo. Esto significa que el quechua no era lo valioso, lo valioso eran las experiencias anteriormente enumeradas que un sujeto vincula al quechua. Por eso Molina, a pesar de no querer victimizar a los quechuahablantes, considera indesligable para la discusión la injusticia histórica. El quechua solo es el vínculo con el pasado tortuoso, desigual, discriminador, las experiencias tristes de los padres y abuelos y porque evoca una amalgama de sensaciones de inconformidad actual e impotencia por no poder cambiar la historia. ¡Qué injusto que mis ancestros sufrieran! Sí, es cierto, fue injusto. Pero no podemos cambiar el pasado. Lo que sí podemos hacer es construir un mejor futuro. Molina no fue capaz de argumentar por qué el quechua era valioso en sí mismo, más bien lo vinculó a experiencias, por lo que volvemos entonces al argumento de mi columna inicial: el quechua como un instrumento. 

Y de esta forma se responde también a (ii), pues el objetivo de mi primera columna no era realizar un análisis de la moralidad de los eventos que causaron la situación actual del quechua como lengua desplazada a un uso minoritario y no oficial. Explícitamente indiqué: “No vamos a juzgar como buenas o malas las razones por las que el quechua fue relegado a un segundo plano, solo hace falta saber que atravesó obstáculos y no pudo florecer”. Si consideramos importantes esos episodios caemos en la búsqueda de “justicia social e histórica”. Lo cual sitúa su argumento en una posición más complicada. Podríamos hablar entonces justicia social aplicada a las diferentes etnias que fueron sometidas por los quechuas, una razón más para quitarle el estatus de “oficialidad” asumida por el quechua al hablar en representación de lenguas indígenas. Y la discusión se volvería bizantina, pues los eventos históricos no siempre han atravesado procesos justos, por lo que habría que indemnizar y culpar a gente que hoy ya no existe o favorecer y dar privilegios a sus descendientes, quienes no sufrieron las consecuencias directas de los eventos desafortunados. ¿Dónde acabaría la búsqueda de justicia social? ¿Sería realmente eficiente? Obviamente, no. 

La mejor forma de hacer justicia a tantos desaciertos políticos e históricos no es la búsqueda del revanchismo, ni mucho menos la victimización de Molina, sino a través del tratamiento de todos los peruanos por igual. Estamos hablando de una verdadera inclusión. Una que dote a los ciudadanos de las mejores herramientas para navegar por el mundo globalizado y contemporáneo. Si no pudimos hacer lo mejor por ellos antes, al menos ahora, con las nuevas herramientas a disposición, debemos darles la oportunidad de florecer en lugar de relegarlos a formas de vida arcaicas por el solo hecho de satisfacer el capricho de algunos identitaristas, como Molina. 

Como buen posmoderno, Molina cree que (iii) en el sistema del progreso económico la inclusión se disfraza de opresión al invitar a las minorías a “que abandonen sus cultivos ancestrales” o “que no hablen ya más alguna variedad de quechua o alguna lengua originaria” para integrarse. Pero que Molina no se equivoque, mi argumento no sigue el economicismo capitalista. Al margen del sistema económico actual, sí creo que las personas deben abandonar sus cultivos “ancestrales”, pero lo creo porque en un futuro avanzado ya nadie debe dedicarse a labores tan básicas como la agricultura, a no ser que sea como hobby, pero no como modo de subsistencia. En ese futuro las personas tampoco deberían verse impedidas de comunicarse con el mundo porque el mundo no habla su idioma o no se les enseñó alguna lengua mayor. 

Siguiendo lo anterior, Molina afirma que “jamás he podido encontrar a alguien que hable de la necesidad de abandonar el castellano y abrazar de una vez el inglés”, a lo cual yo le digo: si fuese necesario también abandonar el castellano por el inglés, deberíamos hacerlo. Las lenguas son herramientas. Si una puede asimilar conceptos de otras y además facilita la comunicación, su enseñanza no es compleja y está institucionalizada, es de dominio universal, ¿por qué no abandonar lenguas menores? Que Molina no se sienta especial porque se usó de ejemplo el quechua. Pudo ser quechua, gagauzo, lituano, suajili o cualquier otra lengua de cualquier origen, con cualquier pasado histórico y que sus hablantes sean de cualquier color. Esto no se trata de identitarismos opresores/oprimidos, sino de efectividad y eficiencia. 

Justo por el hecho de que “quienes hablan lenguas originarias son ciudadanos con los mismos derechos que quienes hablan español”, debemos abandonar romanticismos absurdos de identidades que deben resurgir para buscar “justicia” y, por el contrario, sumarnos todos como una gran comunidad mundial. Somos más que herramientas culturales, somos seres que poseemos un conjunto de experiencias valiosas en constante cambio y transformación. La cultura solo es el medio para procurar vivir la mejor vida que podamos. Si el quechua es valioso solo por las experiencias personales de las comunidades que hoy lo hablan, ¿por qué no intentamos que estas comunidades tengan las mejores experiencias posibles dotándolos de herramientas que les abran más puertas, como lo sería un idioma de mayor alcance? El futuro que nos aguarda es basto y no hay lugar para la indignación ni el resentimiento barato.

Piero Gayozzo
28 de febrero del 2025

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