Piero Gayozzo

Gracias, quechua, es hora de que descanses en paz

Miremos hacia el futuro juntos, con una sola lengua

Gracias, quechua, es hora de que descanses en paz
Piero Gayozzo
12 de febrero del 2025


La máquina de escribir data de aproximadamente mediados del siglo XIX. Fue un invento novedoso que en las primeras décadas del siglo XX logró su mayor apogeo. A pesar de su practicidad para redactar textos al instante en papel con un alfabeto uniforme de lectura amigable, la máquina de escribir no pudo sobrevivir a la masificación del internet y de las computadoras. Por más de un siglo la máquina de escribir cumplió exitosamente su función, incluso en países como el nuestro en que no todos tenían acceso a una computadora en los años 90s y pudo servir de alternativa de menor costo; sin embargo, cumplió su ciclo y llegó a su final. 

El desarrollo, auge y final de la máquina de escribir es un proceso común en todo sistema u objeto. Ni las estrellas ni los sistemas planetarios escapan a esta lógica. Mucho menos un artefacto cultural o una cultura en general. Los artefactos culturales son creaciones que los grupos humanos diseñan para enfrentar situaciones de diversa índole. Por mucho tiempo las comunidades humanas vivieron separadas. Tuvieron el tiempo suficiente para crear su propia cosmovisión, su propia interpretación del mundo, su propio lenguaje y distintos usos culturales. 

Las culturas, en sentido amplio, son soluciones creadas por un colectivo que pueden proliferar, si son exitosas, o pueden decaer y extinguirse, si resultan poco útiles en comparación a otras. De la misma forma en que hoy ya no se usan máquinas de escribir, los idiomas y las cosmovisiones de múltiples civilizaciones y comunidades han desaparecido. Por su escaso uso, por su ineficacia, por su asimilación, por su desaparición forzosa, cualquiera sea la razón, múltiples expresiones culturales fueron superadas y hoy forman parte del grandioso bagaje creativo de nuestra especie. Forman parte de la creatividad que históricamente ha mostrado el hombre para vencer la adversidad y que son estudiadas por antropólogos, historiadores y lingüistas interesados en conocer cómo entendían sus creadores el mundo que habitaron. 

Hoy vivimos en tiempos con exigencias distintas a las de siquiera décadas atrás, por no decir uno o varios siglos atrás. El mundo ha cambiado. Gracias al avance tecnológico hemos podido aproximarnos y comunicarnos en tiempo real desde diversas partes del mundo. Vivimos un proceso de globalización en el que las culturas y las etnias se entremezclan. Un mundo en el que urge comunicarnos para entendernos, intercambiar información, intercambiar bienes y, por ende, para integrarnos. 

Perú es un país rico culturalmente hablando. Al menos 48 lenguas distintas son habladas por diversos grupos humanos. Ninguno con una población tan mayoritaria como el español. Y de las lenguas nativas, la más hablada es el quechua. Cerca de cuatro millones de personas hablan quechua en Perú y aproximadamente 10 millones lo hablan en América Latina. Es el único continente en el que se usa el quechua, pero no tiene ningún uso oficial ni académico. El quechua fue la lengua de las mayorías en años previos a la conquista y creación del Perú. Con el paso del tiempo y la conformación de las Repúblicas modernas, el quechua y otros idiomas quedaron relegados, por razones de diversa índole, a lenguas de segunda categoría. Muchas de estas lenguas carecían de escritura, sino todas ellas, y no lograron evolucionar al ritmo y las exigencias del mundo contemporáneo. Poco a poco fueron desplazadas y dejaron de cumplir sus funciones.

El español era la lengua del continente, no había lugar para lenguas menores. Sus hablantes, muchos discriminados, otros integrados a la ciudadanía, supieron que era preferible dejarse entender en un país que hablaba español y lo requería para comunicarse con sus vecinos. No vamos a juzgar como buenas o malas las razones por las que el quechua fue relegado a un segundo plano, solo hace falta saber que atravesó obstáculos y no pudo florecer. Como la máquina de escribir ante el internet, el quechua no pudo imponerse al español. Y así como el español lucha por un lugar en un mundo cada vez más angloparlante, el quechua lo intentó, pero no pudo vencer por cuenta propia. 

El tiempo del quechua pasó. Hoy muchos de sus hablantes nativos lo han dejado de lado porque saben que sin español e incluso sin saber inglés, no podrán comunicarse con el Perú ni con el mundo. Sus propios hablantes saben que su lengua materna es parte del ayer, un ayer quizás tortuoso, que pudo ser distinto, pero que no fue ni será diferente. Nada se puede hacer para remediar la trunca evolución del quechua. Sus propios hablantes han decidido no enseñarlo a sus descendientes porque saben que no les dotará de las herramientas para lidiar con el mundo contemporáneo. Hoy existen corrientes para revivir una lengua que lejos de integrarnos al mundo solo sirve como vitrina para exhibirnos como exóticos, como continuadores de un mundo esotérico, de una América virgen que llama la atención de los viajeros y expedicionarios que intentan vivir una aventura salvaje y conquistar el Abya Yala como medio para escapar del mundo moderno. 

El quechua es hoy la bandera de grupos de izquierda que ven a los quechuahablantes como personas de segunda categoría o como individuos en peligro de extinción que deben ser protegidos de la malvada modernidad. Ven a los quechuahablantes como humanos en condición de vulnerabilidad a los que deben recordarles y enseñarles sus tradiciones y costumbres. Así, la izquierda posmoderna intenta politizar a los quechuahablantes vendiéndoles la narrativa de que son explotados en lugar de tratarlos como iguales y acelerar su inclusión en el mundo. De esta manera aseguran sus votos en la lucha contra el capital, ignorando que son los mismos quechuahablantes quienes decidieron progresar, dejar de lado lenguas poco útiles y abrirse camino hacia el mundo moderno.

Pero los posmodernos no son los únicos. Otro grupo que fetichiza el quechua son los etnonacionalismos. Los identitarismo indigenistas que oscilan entre las formas de izquierda woke y el más rancio fascismo, como el etnocacerismo, buscan manipular a una masa de pobladores para dirigirlos hacia un romántico pasado antes que proyectarlos a un futuro global. A un futuro de gloriosa civilización humana. 

Los artefactos culturales que no resuelven problemas quedan obsoletos. A pesar de que el quechua no tuvo escritura conocida (siendo generosos sobre la posibilidad de algún sistema pictográfico o ideográfico perdido), solo es hablado en pocas regiones de Latinoamérica y no se ha renovado. Fue una lengua que cumplió su función en un determinado momento de la historia para un determinado grupo humano, pero que hoy solo entorpece la comunicación entre iguales. Hoy se vuelve una barrera para personas que tienen el derecho a escoger ser parte del futuro glorioso que podemos construir si juntos proyectamos un camino de integración.

Como peruanos no debemos seguir anclados en el pasado. Es hora de decirle gracias al quechua por el tiempo que unió a millones de personas, pero también es hora de decirle adiós. Es hora de que todos los peruanos dejemos descansar al quechua y miremos hacia el futuro juntos con una sola lengua, como miembros de una sola especie llamada humanidad.

Piero Gayozzo
12 de febrero del 2025

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