Piero Gayozzo

Vicente Alanoca y la victimización de izquierda

Arremetió contra la gente que él mismo quiere representar

Vicente Alanoca y la victimización de izquierda
Piero Gayozzo
27 de noviembre del 2025

 

En mayo del presente año Verónika Mendoza, la lideresa del movimiento progresista de la izquierda peruana, dio a conocer su intención de renunciar a la candidatura presidencial para las elecciones del 2026. En un video, Mendoza explica que ser candidata “no es la única forma de hacer política” y afirmó textualmente que “no se combaten ni mafiosos ni fachos con buenos modales ni manteniendo este sistema saqueo”, razón por la cual se dedicará a organizar su partido. ¿A qué se refería con esto último?

La respuesta llegaría algunos meses después. En efecto, en agosto, el Jurado Nacional de Elecciones hizo pública la inscripción de la Alianza Electoral Venceremos, una coalición integrada por el partido de Mendoza, Nuevo Perú, y el partido Voces del Pueblo liderado por Guillermo Bermejo. A pesar de mostrarse como políticamente correctos, Mendoza y sus seguidores siempre han tenido una debilidad por tolerar y pasar por alto las formas más radicales de la extrema izquierda. No olvidemos que en diferentes ocasiones Mendoza no dudó en formar alianzas con cuestionados líderes como Ollanta Humala, Gregorio Santos, Vladimir Cerrón o el mismo Pedro Castillo.

Ahora, la alianza con Bermejo da muestra, una vez más, de lo rastrera que llega a ser la izquierda de salón que lidera Mendoza con tal de intentar marketearse como popular, indígena y provinciana. De más está mencionar la tolerancia de esta izquierda soft a Sendero Luminoso, a sus remanentes y al MRTA. Parece que aliarse con radicales y filoterroristas es la manera alternativa a los “buenos modales” con la que Mendoza y sus seguidores desean enfrentar a ese “imparable” fascismo en Perú. 

No queriendo ser la candidata eterna de la izquierda, o la Keiko Fujimori de izquierda, ahora Mendoza ha dado un paso al costado y presentó como su sucesor a Vicente Alanoca. Un antropólogo autoidentificado como aymara que rechaza la etiqueta de comunista, que se promociona como comunero, que dice luchar por una nueva constitución, contra la homogeneización cultural, por la reivindicación de los pueblos indígenas. Y en una entrevista con Hildebrandt fue incapaz de describir su propio plan de gobierno, de tachar a Cuba, Venezuela y Nicaragua de dictaduras y es un fiel creyente de que el golpe de Estado del 2022 lo dio Dina Boluarte y no Pedro Castillo. Este era el candidato al que respaldaba Verónika Mendoza para las elecciones del 2026. Sin embargo, hacía falta aguardar a las elecciones internas de la alianza antes de catapultarlo como el nuevo símbolo de la caviarada peruana.

Con el respaldo de Mendoza, Alanoca se sentía bastante confiado. Era el nuevo representante indígena que podría servir de vehículo entre las altas esferas intelectuales progresistas y el pueblo campesino que no conoce de patriarcados ni de identidades no binarias y que únicamente quiere vivir mejor. La coalición Venceremos presentaba dos candidatos para las elecciones internas: Vicente Alanoca, que guiaba el ala mendocista, y a Ronald Atencio. Este último, un abogado que ha defendido a Guillermo Bermejo en su juicio por terrorismo y que también dirigió la defensa legal de Pedro Castillo. Tan resuelto andaba Alanoca que, sobre las elecciones internas, en una entrevista con Carolina Silva Santisteban, dijo que respetarían la decisión del partido si lo escogían a él o a Atencio. Sin embargo, llegó el día de las elecciones y Alanoca obtuvo el voto de 31 delegados, siendo desplazado por los 39 votos que alcanzó Atencio. 

Al puro estilo de la izquierda en nuestro país, Alanoca desconoció sus palabras y arremetió contra la gente que él mismo decía querer representar. Sobre los resultados, dijo en un tweet, que “se impuso la forma clásica, racista y odiosa de hacer política”. ¿Dijo racismo? ¿No se suponía que la izquierda era la única consciente de los malos estructurales? ¿No se suponía que la izquierda y sus seguidores encarnan al verdadero pueblo que por su padecimiento es consciente de todas las formas de opresión y que por eso se le oponen? Pues resultó que no, que el partido que Alanoca quería representar y los invitados de la alianza, como Patria Roja y Unidad Popular, eran racistas porque no votaron por él. Es decir, debido a que no votaron por un aymara, es posible concluir que son clasistas y racistas. ¿Creyó acaso que por ser una minoría debería ganar? 

No debería sorprendernos la actitud de Alanoca, pues por la naturaleza misma de la izquierda, que hace énfasis en el desfavorecido de manera pasional y casi fanática, es más proclive a estas actitudes victimistas (de esto no se sigue que esté mal pensar en el desfavorecido, sino que la forma irracional en que lo hace la izquierda no resulta el mejor vehículo para mejorar la calidad de vida de las personas). La empatía mal conducida junto a un marco ideológico revanchista e identitario da origen a la victimización.

En una sociedad que fomenta la empatía antes que la racionalidad y evita ofender con la verdad o la realidad de los hechos, surge la cultura de la victimización. Esta nueva cultura ha hecho de la situación de precariedad una condición loable que debe traducirse en cuotas de inclusión forzada, mientras que ha hecho del mérito una condición propia de la opresión y de la falta de sensibilidad. Así, un inválido, un afrodescendiente, un trans o un indígena deben tener espacios de representatividad propias y fuera de los principios del mérito por ser miembros de poblaciones “vulnerables”. Esto da pie a la victimización cuando sus objetivos no se cumplen, una receta que consta de tres simples pasos: 

  1. Trazar un objetivo. 
  2. Declararse minoría con orgullo y usarlo como vehículo para el objetivo. [Condición identitaria]
  3. Si no se logra el objetivo, entonces, proceden a denunciar de odiadores a los supuestos responsables de que su objetivo no se cumpla. 

Sin retroceder mucho en el tiempo esta receta se ha cumplido con el proceder de Pedro Castillo en múltiples ocasiones. Durante su gobierno, su rasgo diferencial era ser rural y campesino. Fue objeto de crítica porque sus políticas antisistema y su precariedad intelectual resultaban peligrosas para el país. Al no poder hacer del Perú su chacra, se escudó en el racismo y en el clasismo. Según la narrativa izquierda, todos sus críticos lo odiaban por ser campesino y no por ser corrupto ni condescendiente con los filosenderistas. Lo mismo ocurrió luego de su golpe de Estado. Resultó que la vacancia se dio porque era campesino y no por atentar contra las instituciones democráticas. 

Podemos cambiar la variable identitaria de campesino por mujer, homosexual, trans, barrendera, pobre, rural, indígena, afro, neurodivergente y muchas otras características, como aimara en el caso de Alanoca, y siempre habrá manera de victimizarse. La victimización identitaria es la estrategia preferida de la izquierda ante la derrota y, Alanoca, una vez más ha dejado en evidencia este hecho.

Piero Gayozzo
27 de noviembre del 2025

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