Raúl Mendoza Cánepa

Primicia en el caos

Primicia en el caos
Raúl Mendoza Cánepa
21 de agosto del 2017

Periodismo serio versus redes sociales

El periodismo se gesta con certezas. Sin embargo, a veces los diarios impresos y digitales están expuestos a la ansiedad. La competencia es feroz con las redes sociales, por lo general equívocas y abrumadoramente subjetivas. Esta reflexión se inspira en un artículo de El País titulado “En directo, el caos” (Arcadi Espada, 20 de agosto).

Se puede abordar el atentado en Barcelona desde diversas perspectivas, pero el hecho no cambia. El periodismo de hechos es perfeccionista y, por tal, su investigación debe cubrir todo el fenómeno sin desdeñar detalles nimios, sin opción al error e inmune al Twitter o al Facebook, que Espada califica como fuentes de desinformación y vanidad. Quien crea que por contar con una red social es periodista ciudadano corre el riesgo de desintegrar la verdad y validar el rumor como una certeza. El usuario de redes no verifica; solo opina, ensaya, lanza, le importa poco el rigor y comparte los yerros de otros. Mientras que el periodista marca y hace decenas de llamadas de verificación y complemento, el tuitero o feisbuquero será dominado por el automatismo y la vocación por la primicia. Vanidad, vanidad de la que debe desprenderse el periodista. En la vida diaria soltar primicias, aún tristes, nos torna en personajes pioneros; pero en la prensa soltar imprecisiones es el camino al desprestigio. Un periódico puede perder credibilidad por un error material.

“Una furgoneta atropella a los caminantes de La Rambla en Barcelona”, fue el primer dato al que siguieron las consecuencias y luego el análisis. Espada cuenta en su artículo que retomó los viejos hábitos de leer “lo que genéricamente, y con mucha inexactitud, se llaman periódicos digitales”. La frase connota sospecha con relación a lo que ofrece Internet como noticia. Este lector desconcertado nos cuenta que leyó un titular que decía: “El atentado en directo”. Luego precisa que es imposible abordar una situación inmediatamente ocurrida bajo el titular “en directo”. Obvio. Ya es historia y solo queda “el cuidado de las víctimas y la persecución de los asesinos”. La función del periodista es reconstruir el pasado inmediato, todo es retrospectiva y, lamentablemente, a veces especulación. Y la especulación reina en las redes, pero es un pecado mortal del periodista. El temor a la inercia conduce al hombre de prensa a mostrar más morbo que hechos. Los muertos, los heridos presionados a colaborar, los familiares en la tragedia, el dolor que no necesita explicarse: es el horror al vacío y la carrera de cien metros entre los medios, y entre estos y las redes. El trofeo no es la verdad, es la primicia.

Y es en esa carrera que los errores se suceden, y algunos no se pueden deshacer de ellos sin haber comprometido ya el honor. El articulista de El País señala que empezaron a aparecer cifras: dos, tres muertos y se elevaba. Los detalles sobre los asesinos también se jugaban como naipes. Y aquí viene la cita que motiva la reflexión: “El periodismo es una certeza provisional, pero debe cumplir una condición drástica: la certeza puede ampliarse, pero no debe desmentirse”.  Tomen nota: “Si un periódico publica que hay un muerto puede luego corregirlo a dos; pero corregirlo a cero es un fracaso”. El desastre se explica: “Se puede ampliar el caos de las mentiras, pero no el orden de la certeza”.

Señala el autor que naufragó en cinco lagunas de desinformación: “La participación de un Oukabir en el atentado, la explosión de gas en Alcanar, el coche que se saltó un control policial en la Diagonal y donde apareció un hombre apuñalado y la toma de rehenes en un bar de Barcelona, así como la inminencia de otros ataques en la ciudad”. Vincular hechos e indagar sobre el conjunto es un imperativo. Un periodista bisoño no llena la libreta con cabos por atar o líneas previas por descubrir. No llama, no sale, contrasta mal; opta por el desbarajuste de la web, por el universo del caos. Hallará contradicciones, apelará a las redes o al peso de los confiables (que nunca lo son) y saltará al vacío, y el diario detrás de él. La primicia es un premio engañoso. En el periodismo gana quien acierta, no quien llega primero.

Raúl Mendoza Cánepa

Raúl Mendoza Cánepa
21 de agosto del 2017

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