Carlos Adrianzén
Pobres y esclavos
La realidad económica del Perú y casi toda América Latina
Se repite por allí que conocernos nos hace libres. En estas líneas trataré de llevarlos en esa dirección. Intentaré no distraerlos con disyuntivas o problemas inmediatos de toda moda y –en cambio– enfocar el título de estas líneas. Para ello, usaré el caso de veinticinco naciones –la mayoría abrumadoramente subdesarrolladas– en el continente americano, analizando sus cifras publicadas sobre los últimos cinco años (2018-2022). Es útil reconocer que podríamos usar promedios década y ninguna observación cambiaría de manera significativa; por frescura usaremos un periodo más cercano.
Sin más preámbulos, les recordaré cómo estamos y por qué (ver gráfico de Evidencia Uno).
El subgrafo superior es –y debe ser– uno de desencanto. En el grueso de la región se nos ha engañado con eso de que somos ricos, cuando la evidencia contrasta que, para la abrumadora mayoría de las naciones latinoamericanas, esto no es cierto. No solamente nos recuerda actualmente que el flujo quinquenal de lo producido por persona es muy bajo en términos reales en Venezuela, Guatemala, El Salvador, Bolivia, Honduras, Nicaragua o Haití; sino que naciones sobreestimadas como Argentina, Brasil o México resultan actualmente otros tres países latinoamericanos pobres.
El Perú lo es también, ubicándose cerca del producto por habitante de Cuba (nótese, usando las cifras oficiales de una dictadura) o Colombia. En comparación a los Estados Unidos o Canadá (las dos naciones ricas en el continente americano), los centro y sudamericanos configuramos una entusiasta recua de naciones pobres, sin expectativa de mayor desarrollo económico en el futuro mediato.
¿Por qué somos pobres?
Es cierto que no ayuda creerse tan ricos sin serlo. Nos aletarga. Nos tiende ser fácilmente engañados y a creer que nuestra situación de letargo económico se resolvería redistribuyendo el ingreso. Entiendo que, si existiesen grupos políticos interesados en mantenernos en la pobreza, calmarnos contándonos que somos ricos serlo, resulta una idea fundamental. Algo que hay que machacar. Y la izquierda latinoamericana (la llanada de centro y la filo comunista, chavista o senderista) lo ha hecho bien. Resulta raro conocer a un elector peruano que no crea que somos ricos. Solo que la realidad lo desautoriza.
La riqueza económica (el valor real del flujo neto de los ingresos de un ciudadano promedio) es apenas un décimo del equivalente registrado por un estadounidense. Y no estamos haciendo nada significativo. No invertimos ni nos educamos al ritmo requerido para crecer establemente al 7% anual. Por supuesto, porque creemos que ya somos ricos… pero también por otra buena razón.
Nos gobiernan las izquierdas
El subgrafo inferior de la primera pieza de evidencia analizada. Merece especial observación. Latinoamérica hoy es una región de ciudadanos oprimidos. Una suerte de esclavos que se creen libres.
En los últimos cinco años, a lo largo de naciones como Nicaragua, Cuba, Haití, Venezuela o Bolivia se registran índices de libertad política y económica escandalosamente reducidos. Se acepta una altísima opresión. Sus ciudadanos bordean una suerte de esclavitud moderada y aceptada. Y como era de esperarse, sus niveles de corrupción burocrática e incumplimiento de la Ley son deplorables.
Recuerde, como nos enseñaba el mismísimo proveedor de Marx, Friedrich Engels, el socialismo es la antítesis del Capitalismo (y de las libertades que este requiere).
Pero tampoco lo olvidemos, naciones como Argentina, Brasil, México o Perú registran bajísimos índices de libertad. Ergo, ambientes de alta opresión. Cada vez más cercanos a Bolivia, Cuba o Venezuela. Sí, nos gobiernan las izquierdas (los Petros, los Castillos, los Lulas, etc.).
Sobre la primera pieza, cae la segunda. Que solo implica una confirmación. La Pobreza Latinoamericana actual se asocia nítidamente a sus niveles de opresión (ver pieza de Evidencia Dos, ambos subgrafos). Usando índices de libertad económica o su score respectivo de respeto a la propiedad privada, la lección que nos deja la data reciente del continente americano, muerde… a mayor libertad, menos pobreza. Los países más libres, resultan los más ricos. Y los países más esclavos y oprimidos, los más pobres.
El Perú, con índices insatisfactorios en los dos casos, otra vez cae en la mitad de la tabla de los pobres y de los oprimidos. Si alguien hoy canta el Himno Nacional con entusiasmo, es porque lo han engañado.
Ni ricos, ni libres
O lo que resulta lo mismo, los países latinoamericanos que se creen ricos, también se creen libres. La data contrasta lo contrario. Resultan naciones pobres y esclavas. Y sus ciudadanos -ideológicamente educados en no saber lo que es la izquierda o derecha- ni lo notan.
En elecciones limpias (lo raro) o sucias (lo usual), toleran -parafraseando al hediondo dictador venezolano Simón Bolívar- a “los tiranuelos casi imperceptibles, de todos colores y razas” que distribuyen pobreza.
Nótese, en los dos subgrafos aludidos, que en el continente existen un par de plazas económicamente ricas, y un gran número extremadamente pobres y oprimidas, un grupo mayoritario de naciones donde los ingresos son bajos y el respeto por las libertades y la propiedad privada también lo son.
El futuro: ¿una Latinoamérica aún más empobrecida y esclavizada?
Alguien ha etiquetado esto como la ola de gobiernos de izquierda en Latinoamérica. Discrepo. Lo llamaría la ola actual de opresión, empobrecimiento y mayores corrupción burocrática e incumplimiento de la Ley.
¿Se profundizará? Depende de nosotros,
La Libertad política y económica, contrariamente a lo que han hecho creer las pócimas cubanas en la escuela, se come. Y se respira.
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