Jorge Varela
Perversión ideológica sistemática
La violencia como método irracional

El tema de la violencia reclama en nuestros días ser examinado de raíz, expresaba el filósofo Jorge Millas. “De hecho, la violencia ha andado siempre complicando los asuntos humanos. En este sentido, la época presente no es peor que otras. Su verdadero problema comenzó con esas formas de manejarla filosóficamente que le legara Nietzsche, desarrollará Sorel y divulgaran sus seguidores irracionalistas”. Para Millas, la violencia después de abrirse paso por los caminos de la filosofía, asociada al irracionalismo se ha convertido en ideología. Su pensamiento nos remite a “una inclinación natural del hombre a la agresividad”, “a la agresividad contra el hombre mismo”, a una condición animal humana que se manifiesta de diversas maneras. Y vaya sí tenía razón para sostener tal posición.
Perversión ideológica sistemática
Un candidato presidencial de izquierda radical trotskista ha dicho que no dejará gobernar a dos candidatos -contendientes- definidos como representantes de derecha dura, si uno de éstos resultare elegido como presidente, notificando –de modo anárquico y con descaro antidemocrático– que ocupará las calles para derribarlo. Si no condenamos esta bravata -mezcla de amenaza y desvarío- que constituye un llamado explícito a la violencia, significa que somos irracionales, hemos perdido la cordura y estamos comenzando a formar parte del club de los esquizofrénicos. Este comportamiento propio de políticos alucinados es expresión de una forma sistemática de perversión ideológica que habitantes de diversos países del mundo parecieran aceptar con resignado beneplácito, sometidos a soportar la brutalidad impuesta por jerarcas de regímenes ignominiosos y opresores.
La postura del referido candidato ultraizquierdista, entre mesiánica y delirante, no debe sorprendernos, pues para León Trotski, su ídolo máximo, “todo Estado se basa en la violencia. Esa es la verdad” (cita de Max Weber).
Dogmatismo intelectual
Según Jorge Millas vivimos en un mundo dislocado por las ideologías, “por las ideologías que, dicho en lenguaje popular, intentan hacer pasar gato por liebre; que convierten en dogmas lo que es dudoso y que transforman las pasiones en simulacro de ciencia y de convicción”. Afirmaba que el mejor ejemplo de una ideología de este tipo es el marxismo que se denomina científico, cuyo error principal es el dogmatismo intelectual. “Me tiene con mucho cuidado que los marxistas expropien la libertad y la inteligencia”. Precisaba sí, que al nombrar el marxismo podía también mencionar al nacional socialismo y al fascismo.
Violencia y poder
Hannah Arendt sostenía: “sabemos, o deberíamos saber, que toda disminución de poder supone una invitación a la violencia, aunque sólo sea porque a los que lo detentan y sienten cómo se les escapa de las manos, ya sean gobernantes o gobernados, siempre les ha resultado difícil resistirse a la tentación de sustituirlo por la violencia”. La práctica sostenida, metódica, de acciones violentas, puede generar cambios en el planeta, pero –como señalara Arendt– “lo más probable es que…den lugar a un mundo más violento. La violencia puede ser justificable, pero nunca será legítima”.
Sin duda aquí radica el núcleo central de las cuestiones que nos tensionan cómo humanos. Si algunos han justificado y elogiado la importancia de la revolución violenta y la práctica de la acción violenta, ¿qué futuro podemos esperar? ¿Será que el camino a transitar consiste -según según ellos- en “construir comunidades” que glorifiquen la violencia?
El odio como elemento de la violencia
Para la mayoría de los que se sienten revolucionarios el odio es un elemento imprescindible de la violencia. Jorge Millas propuso a los pacifistas bienaventurados que oyéramos al Che Guevara, una especie de santón para la izquierda latinoamericana- quien decía: “el odio es un elemento de la lucha…el odio implacable hacia el enemigo nos impele por encima y más allá de las naturales limitaciones del hombre y nos transforma en una efectiva, selecta y fría máquina de matar”.
En la historia reciente de Chile, hace más de medio siglo conocimos de cerca la violencia revolucionaria como método irracional y hace 6 años su reedición bajo la forma siniestra de barbarie social. No queremos que las cenizas de la revancha se enciendan de nuevo y se conviertan en ese fuego arrasador de libertades que extermina todo: la vida de las personas, la convivencia democrática y la paz de los espíritus.
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