Oscar Silva Valladares

Pedro Antonio de Olañeta, el rebelde

Uno de los más polémicos personajes de la etapa de independencia americana

Pedro Antonio de Olañeta, el rebelde
Oscar Silva Valladares
27 de agosto del 2024


Olañeta era un antiguo jefe de milicias en el Alto Perú y había participado en acciones militares lideradas por Goyeneche y Pezuela, incluyendo Vilcapugio y Ayohuma en 1813, y paralelamente era comerciante y proveedor de los ejércitos realistas. Al asumir el mando militar en el Alto Perú en 1816, La Serna hizo cambios que perjudicaron a Olañeta, el cual era considerado como carente de experiencia militar por la nueva jerarquía que se jactaba de sus victorias contra los franceses en la península. El desprecio a Olañeta ha sido resumido como resultado de su presunto origen americano, de sus opiniones políticas absolutistas, de su baja extracción social, de sus dudosas credenciales militares como jefe de guerrillas y también de su ambición desmesurada abocada al contrabando. El resultante encono de Olañeta empeoró a raíz de las restricciones impuestas por La Serna a sus negocios con el ejército español. Olañeta fue acusado de inflar precios de los suministros a las tropas realistas y de incurrir en malos manejos que ocasionaron causas judiciales en su contra por contrabando, acusaciones que han sido interpretadas como una reacción de La Serna al saber sus vínculos con los absolutistas peninsulares. 

Luego de la abolición de la Constitución liberal y la reimposición del absolutismo, en enero de 1824 Olañeta se adhiere al régimen autocrático peninsular y desconoce la autoridad de La Serna, anticipándose a la misma decisión en favor del absolutismo que el mismo virrey asume un mes después. El desconocimiento de la autoridad de La Serna fue sustentado por Olañeta en la anulación que hizo Fernando VII, luego de la restauración absolutista, de todos los actos gubernativos tomados bajo el régimen de la constitución liberal reimplantado en 1820, anulación que ponía en limbo la autoridad del virrey y sus anteriores nombramientos militares. Se afirma que Olańeta había recibido en enero de 1823 una instrucción de la regencia de España ordenándole proclamar el absolutismo y la guerra a la facción constitucionalista a cambio de una promesa a ser nombrado “Virrey de Buenos Aires” y capitán general de las provincias del Río de la Plata, lo que parece consistente con su nombramiento post-mortem como virrey rioplatense.

Las motivaciones de Olañeta tienen también una interpretación trivial al afirmarse que su rebelión solo fue el resultado de ambiciones personales y que no tuvo que ver con la defensa del absolutismo. Su insurrección es explicada asimismo como consecuencia de manipulaciones organizadas por su sobrino Casimiro Olañeta quien era independentista y por ello azuzaba las desavenencias de su tío con La Serna para beneficio de los patriotas, tal como lo admitió después a Bolívar. La conducta doble e intrigante de Casimiro Olañeta, posteriormente recompensada por Bolívar con la gobernación de Potosí, tenía antecedentes en un testimonio contra Agustín Gamarra acusándolo de insurrección cuando éste estaba en el ejército realista.

Los independentistas entendieron rápidamente el potencial que tenía la rebelión de Olañeta en favor de su causa y trataron de agravar la disputa con ardides, por ejemplo con una carta fraguada por el general independentista Guillermo Miller en la que citaba falsamente a periódicos de Buenos Aires que afirmaban que Fernando VII desaprobaba la conducta de La Serna frente a Olañeta. Se ha dicho igualmente que Olañeta actuó en coordinación con Bolívar y Sucre, ya que hay cartas en las cuales Bolívar lo menciona como benemérito y como uno de los libertadores de América, y desde el inicio de su rebelión Olañeta no fue hostilizado por las fuerzas independentistas ni atacó a éstas. En favor del rebelde se dice que luego de la batalla de Junín manifestó su voluntad en volver al redil realista y que su correspondencia con Bolívar y Sucre era una maniobras dilatorias en función de este propósito. De cualquier manera, Bolívar oportunistamente buscó una alianza con Olañeta, tal como se lo ofreció a principios de octubre de 1824.

El mayor impacto de la rebelión de Olañeta fue la dispersión y el debilitamiento de las fuerzas españolas al distraer sus tropas en el Alto Perú lo cual fue un factor importante en el descalabro realista de Ayacucho. Bolívar reconoció al mismo rebelde ese impacto semanas después de la victoria de Ayacucho, y Sucre hizo lo mismo al no incluirlo en la capitulación de Ayacucho tal como le informó en enero de 1825, pero muy pronto Sucre comprendió la continua resistencia de Olañeta a someterse a los independentistas, tal como menciona al Prefecto del Cuzco a fines del mismo mes.

A mediados de 1825 Fernando VII nombra tardíamente a Olañeta como virrey de Buenos Aires dos meses después de la muerte del rebelde en combate con sus propias tropas, nombramiento insólito que se hizo pese a las objeciones de La Serna y de sus principales generales que ya se encontraban en España. La antigua jerarquía militar liberal española afirmó después que la conducta de Olañeta había sido anti-española y pro-francesa porque se basaba en aceptar la reacción anti-liberal apoyada en las tropas francesas que ocupaban España en esa época, resaltándose fatalistamente que la conquista española se había iniciado con matanzas entre los conquistadores en el siglo XVI y concluía con conflictos similares. 

La insurrección de Olañeta contribuyó a la creciente percepción de las élites locales respecto al Alto Perú como unidad política independiente. En un momento inicial el líder guerrillero José Miguel Lanza reconoció la autoridad de Olañeta en su lucha contra La Serna, iniciativa apoyada por Casimiro Olañeta. 

Antes del inicio de la sublevación de Olañeta la situación independentista no podía ser más sombría tal como menciona Bolívar en carta a Santander de fines de enero de 1824: disidencia interna, traición de Riva Agüero, debacle de Santa Cruz en el Desaguadero, renuencia chilena y colombiana a enviar refuerzos, triunfo del absolutismo en España y posible impacto en favor de la causa realista en el Perú. 

Dos sucesos militares concatenados propiciaron la victoria final en Ayacucho el 9 de diciembre de 1824. Bolívar entendió rápidamente el significado de la insurrección de Olañeta al dividir las tropas españolas y de inmediato instruyó a Sucre a buscar un enfrentamiento con las fuerzas del general Canterac en la sierra central, el que ocurre exitosamente el 6 de agosto de 1824 en Junín. El significado militar y moral de esta victoria ocasionó en Bolívar un cambio radical en su percepción sobre las posibilidades de éxito tal como menciona en cartas al secretario de gobierno colombiano José Manuel Restrepo, al senador Joaquín Mosquera y al general Mariano Montilla a inicios de noviembre de 1824.

Oscar Silva Valladares
27 de agosto del 2024

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