Carlos Adrianzén

Para la economía peruana ¿2024 será un año aburrido?

Estamos enrumbados hacia el precipicio

Para la economía peruana ¿2024 será un año aburrido?
Carlos Adrianzén
03 de enero del 2024


Cómo vendría la marcha económica del Perú el 2024, podría ser una de las preguntas más dispersas a compartir. Anticiparla, a pesar de sus numerosas certidumbres –
hacia un mayor declive y un rebote timorato– va acompañado también de múltiples incertidumbres. Y es que sus antecedentes –particularmente el 2023– fueron opacos. Con un ambiente económicamente debilitado (recesivo, inflacionario, depresor de la inversión privada y fabricante de nuevos pobres) y políticamente ciego (con un claro tránsito hacia la opresión y los valores neomarxistas). No se hizo nada de lo que se necesitaba hacer.

El 2024 puede ser distinto. Aunque, otra vez, estamos parados bajo muchas espadas de Damocles. Por ejemplo, ¿Se ajustará o se abrirá aún más el ciclópeo déficit fiscal norteamericano? ¿Reelegirán a Donal Trump? ¿Caerá la señora Boluarte? ¿Será defenestrada la Junta Nacional de Justicia? ¿Seguiremos con la brújula fallida de la caviarada, con sus vociferantes gemelos odiados (Fuerza Popular, Renovación Nacional, Alianza para el Progreso y Podemos Perú); y sus violentos siameses (Perú Libre y residuos)? O ¿Qué incentivos económicos y extraeconómicos construirán otra efímera coalición congresal con cambios sustantivos de reglas o de iniciativas de gasto no financiadas? 

Como verá usted, los elementos que enervan la incertidumbre peruana hoy son varios y tremendamente relevantes. En español sencillo, y descartando desastres y conflictos globales, hablar con aires de certeza sobre el lapso 2024-2026 debe ser tomado como otro apresuramiento gentil frente a la necesidad de alguna respuesta tranquilizadora.

En estas líneas no caeremos en el mundo de las ilusiones. Ciertas tendencias hoy resultan difíciles de evitar –ceteris paribus–. Ellos dibujan las certidumbres respecto al 2024. Certidumbres que –vale la pena advertir– muy rara vez se discuten públicamente. 

La primera de estas (ver figura 1) implica reconocer que hoy resulta muy, pero muy, difícil alterar el patrón de caída sostenida de la ratio de inversión bruta fija privada (% PBI) post pandemia. Se trata de un gobierno conformado por un Ejecutivo y Legislativo con claras líneas socialistas y mercantilistas grosso modo similar a cualquier otro de la deteriorada Latinoamérica (Brasil o México) de estos días. 

A pesar de su retórica (dizque defensor de un modelo económico desmontado), dibuja un régimen problemático que no atrae inversiones, que espanta a las que consideran ingresar, y que cotidianamente maltrata a los proyectos que recibió en el pasado (incluso a los chinos).

Si a este hecho concreto le agregamos (1) un severo ajuste fiscal en medio de un escenario electoral proconservador; (2) extremo ruido político local, y (3) cambios sustantivos de reglas o de iniciativas de gasto no financiadas desde el congreso de los niños y niñas, entenderá por qué nos debemos preparar. Y que no viene fácil romper la inercia de declive esbozada meridianamente en la figura 2.

Estamos pues enrumbados. Pero enrumbados hacia abajo. La proyección de crecimiento del PBI por persona el 2024 es un albur.

Hay que cambiar el rumbo. Y Dina no ha hecho más que mantenerlo. No se esperance en un gobierno que gasta con alta ineficacia y corrupción burocrática. Ni que recibirá una mini propinita del ex FONAVI, ni en un retiro de la cuenta AFP que usted no tiene. 

El 2024 puede ser mucho mejor. Pero no lo será con otro año estático, aburrido. Con otro año que mantenga las mismas ideas y rencillas políticas del preso Pedro Castillo, su sucesora y el vergonzante congreso –dizque electo– el 2021.

Carlos Adrianzén
03 de enero del 2024

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