Eduardo Zapata

Palabras y promesas

La situación política del Perú actual es no ficción

Palabras y promesas
Eduardo Zapata
05 de agosto del 2020


Las palabras que signifiquen una puesta al día acerca del número de víctimas no bastan, como tampoco bastan las palabras que anunciaban obras que el tiempo no bastará para hacer. Los nombres pueden movilizar sentimientos pero jamás cambiar realidades.

Ante las versiones dadas por diversos personajes y ´líderes de opinión´, pareciese que estamos ante plegarias. Ante Dios y el pueblo. Plegarias para ser creídas por su supuesta transparencia. Sin resultados positivos. Y aquí es útil recordar Plegarias atendidas, la inconclusa novela publicada póstumamente de Capote. El autor se basó para el título en escritos de Santa Teresa de Jesús, que señalaba que se derraman más lágrimas por las oraciones o plegarias contestadas y atendidas que por las que no tienen respuesta. Una narrativa pretendida de “no ficción”–si fuese bien escrita o narrada– podría constituir una plegaria destinada a la compasión y a movilizar sentimientos y lágrimas. Una narrativa de “no ficción” como la generada desde las esferas de los gobiernos que hemos tenido –acaso más cercana a lo real maravilloso e inverosímil– convendría tal vez que ni siquiera sea atendida. Habría invisibilización de las lágrimas y compasión que tampoco serán derramadas. Y atender a la no ficción ´histórica´.

Las plegarias atendidas podrían ser simbolizadas en esta mujer cuya dignidad y tristeza a la vez, la impulsaron a la tarea imposible: pedir un poco de atención al Estado. Estaba en su derecho, y no solo para convertirse en un ícono de esposa angustiada, sino de ciudadana desatendida.

Recordemos que en 1966 se publica A sangre fría de Truman Capote. Novela de no ficción que narra el caso de la familia Clutter en Holcomb, Kansas. La familia de cuatro miembros –padre, madre, hijo, hija– fue brutalmente asesinada en 1959 por Richard Eugene Hickock y Perry Edward Smith, ex convictos en libertad condicional. Ellos robaron solo unos US$ 50 y creían –por una errada versión– que había una caja fuerte con mucho dinero en aquella casa. Capote leyó en un diario la noticia del asesinato y fue a Holcomb a investigar lo ocurrido, acompañado de Harper Lee, autora de Matar un ruiseñor. 

Cuando los asesinos fueron detenidos Capote habló con ellos y estableció una fuerte relación con Perry Smith. Trabajó en esta obra durante largos seis años. Y cuando A sangre fría se publicó tuvo un gran impacto y fue saludada como la primera novela de no ficción, al mismo tiempo que se le consideró innovadora para el periodismo.

Cuando uno lee esta obra, la sensación es la de estar en contacto con la realidad, con lo que ocurrió. Obvio que el autor imprime su punto de vista, pero es tan escrupuloso en el manejo de fuentes, en la sistematización de la información, en el armado de una trama lógica férrea y en la elección de las palabras precisas, que la narrativa se nos presenta como verosímil. Envolventemente creíble. De allí que al aproximarse lo relatado con lo ocurrido, discurra nuestra lectura en la llamada “no ficción”. Donde los límites entre lo real y lo narrado se desdibujan u oscurecen.

Desde un punto de vista macro, ciertamente la situación política del Perú actual es no ficción. Lo que pasa y de lo que uno se entera pareciese estar ocurriendo o ha ocurrido. Porque los límites entre lo real y lo que se narra se desdibujan dramáticamente. Pero a diferencia de lo que ocurre en la obra de Capote, lo que dicen y hacen muchos de los personajes de esa “aventura política” es ficción pura, buscando que sea asumida como “lo real”.

Veamos: Capote toma un hecho real y lo transmite al lector haciendo que este perciba que está en contacto con la realidad; a diferencia de él, muchos de los protagonistas de la política peruana –lo hemos adelantado y pretendiendo que sean percibidas como verosímiles– construyen narrativas realmente inverosímiles. Pero pretendiendo el efecto Capote. Y por la inverosimilitud precisamente, la pretendida “no ficción” más bien desnuda una realidad lacerante: la verdad. Y así lo ve la población. 

Cuidado. No es solo que estemos ante un nuevo género narrativo, teatral o de comunicación. Por contigüidad, por cercanía, por cargos y posiciones de los actores, esto afecta al mismo sistema democrático. Si los encarnadores de la democracia llegan a esta narrativa absolutamente inverosímil –aun cuando se pretenda pasar por “no ficción”– ¿por qué he de creer, yo ciudadano común y corriente, que esta democracia que ellos dicen encarnar y defender no es otra cosa que una ficción? 

´Celebramos´ el bicentenario. Sería bueno reflexionar con seriedad construyendo un Estado inclusivo, no mercantilista y alejado de intereses de grupo. ¿Nos independizamos alguna vez?

Eduardo Zapata
05 de agosto del 2020

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