Eduardo Zapata
¿País o triciclo?
Las canciones que han construido la peruanidad
Lo sabemos. Las expresiones musicales o aquellas destinadas al mundo del espectáculo en general dicen siempre algo de la sociedad. Queriéndolo o no, con arte o sin él, las canciones que escuchamos, los programas que vemos en televisión, las obras de teatro así como la pintura y la escultura, dicen y dicen mucho.
Sabemos que en los años ochenta salíamos de un gobierno militar que había enarbolado la promesa de un país. “Sobre mi pecho llevo tus colores / y están mis amores contigo, Perú”, decían los versos de una canción. La misma que nos decía: “Eres muy grande, lo seguirás siendo / pues todos estamos contigo Perú”. Y en esa misma línea de promesa-país otra canción nos decía: “Esa es la tierra del inca / que el sol la ilumina porque Dios lo manda / y es que Dios a la gloria le cambió de nombre / y le puso Perú”. Más que obvio que ese Perú militar se escribía con P de patria, con E de ejemplo, con R de rifle y con una U que más que evidente invitaba a la unión.
Y de pronto advinimos a la democracia, con sus virtudes y defectos. Y la sociedad toda fue perdiendo conciencia de la promesa de un país pues la subversión terrorista fue robando día a día ilusiones de muchos peruanos, tal como lo hizo la profunda crisis económica que se empezó a vivir. Es interesante anotar que mientras las canciones aludidas que llamaban a la cohesión colectiva palidecían, surgía una voz popular que decía; “Soy muchacho provinciano / me levanto bien temprano / para ir con mis hermanos / ay-ay-ay-ay, a trabajar”. Para añadirle: “No tengo padre ni madre / ni perro que a mí me ladre / solo tengo la esperanza / ay-ay-ay-ay, de progresar”. Para terminar diciendo: “Con la ayuda de Dios sé que triunfaré /y junto a ti, mi amor, que feliz seré”. Era Chacalón y la Nueva Crema esa voz de la provincia.
Vino luego Fujimori y la ruptura del fracasado modelo económico y social. De hecho –y también lo sabemos–miles de peruanos habían migrado durante el decenio anterior. Que parecía no ofrecer ya promesa-país y donde un grupo musical como Río decía: “Estar en la universidad es una cosa de locos / estar en la universidad es una fiesta de monos”.
En 1994 el grupo Los Mojarras prácticamente puso nombre a la nueva propuesta-país: “Impulsa el triciclo ambulante / llamado Perú”. Y recogiendo un sentir popular esa canción, llamada Triciclo Perú, decía: “Todos a la cima, todos quieren llegar / no importa el camino, todos van a llegar a la cima/ ¡Felicidad!”.
Si bien es cierto que hay coincidencia en afirmar que las medidas económicas de los noventas fueron indispensables, también es cierto que no se realizaron las reformas sociales y políticas que se requerían. Se crearon instancias supuestamente institucionales, pero la gente seguía percibiendo que la autorictas provenía de una sola fuente.
Y transcurrido casi un cuarto de siglo del final del gobierno fujimorista –con el hiato representado por el liderazgo personal del Presidente García– nuestra sociedad sigue transitando sin autorictas institucional. Y sin la indispensable y explícita promesa-país.
Los signos que estamos percibiendo los peruanos van en múltiples direcciones. La mayoría subversivas. Y en ese contexto no cabe administrar un país solo con medidas económicas –o de cualquier tipo– de corto plazo. Patear para adelante este problema –y solo por permanecer en el Poder– significa el puro ritmo de un reggaetón.
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