Odio e ingratitud

Hace unos días el expresidente Alberto Fujimori ha partido de este mundo, luego de haber afrontado una ardua lucha con un cáncer que lo había dejado devastado y cansado. Sin embargo, ese no ha sido el peor de los males que ha acechado al ex mandatario.

Existe una epidemia ideológica que ha dividido al Perú en dos frentes. Uno de ellos es el antifujimorismo mezquino que ha envuelto a gran parte de la población con un discurso infundado y distorsionado de lo que sucedió en el país durantes la decada del noventa, cuando el ingeniero Alberto Fujimori gobernaba nuestra nación en una lucha incansable contra el terrorismo de Sendero Luminoso y el MRTA.

Tras el deceso del exmandatario, las redes sociales se han vuelto el principal difusor del odio y rencor de cibernautas, caviares, zurdos y comunistas en contra de Fujimori. Miles de sus opositores salían de manera beligerante a afirmar que se hizo justicia divina o que incluso la muerte lo salvó de las penas que se le deben de otorgar por casos que ni siquiera estaban en agenda judicial o temas que no tienen fundamento alguno.

¿Cómo es posible que la muerte de una persona que significó tanto para un país, sea celebrada por quienes dicen querer el bien del Perú? Es inaudito que aquellos que celebran el fallecimiento de Alberto Fujimori son quienes en algún momento lloraron la muerte de Abimael, el más sanguinario terrorista de nuestra historia, 

Es una total falta de respeto, que incluso, miembros del Congreso de la República, como la izquierdista Sigrid Bazán, publiquen sin tino alguno sobre el deceso del exmandatario, tildándolo de “dictador, asesino y corrupto”. Eso sí, cuando murió un verdadero dictador como Fidel Castro, Bazán le rindió honores a quien hizo de Cuba una desgracia.

Esto no significa más que el mismo chiste comunista, pero esta vez con el peinado de Elena Iparraguirre. Representa el clásico modelo zurdo peruano, con la misma hipocresía y mezquindad ante alguien que logró que hoy ellos puedan emitir su opinión con total libertad.

Regreso un poco en el tiempo, precisamente a los años en los que yo era un simple estudiante de colegio, y recuerdo mucho las clases de historia, en las que nos contaban que hubo un presidente en el Perú que violó derechos humanos y se convirtió en uno de los genocidas más grandes de la historia.  Sin duda alguna, un concepto que a toda costa buscaba que la juventud de ahora creciera con ese erróneo concepto de quien logró estabilizar la economía del país y capturar al mayor asesino de todos los tiempos: Abimael Guzmán Reinoso.

No cabe duda de que algunos jóvenes hemos crecido en base a lo que nos cuentan nuestros maestros. A eso hay que sumarle que año tras año los gobiernos de nuestro país se han infestado de caviares y comunistas que han alimentado el discurso de odio en contra del exmandatario. Hoy por hoy ese discurso  se incrementa.

Y también entra el recelo de los comunistas, porque ven que al expresidente Alberto Fujimori, quien partió a mejor vida en total libertad, se le vela en una entidad del Estado, se declara duelo nacional y será enterrado en un cementerio para que sus familiares y simpatizantes puedan acudir a visitarlo.