Luis Hernández Patiño

Ocho de marzo, día de farsa

Las mujeres de las clases dominadas no tienen nada que celebrar

Ocho de marzo, día de farsa
Luis Hernández Patiño
05 de marzo del 2019

 

La figura de la mujer es utilizada como un objeto, como un caballito de batalla cultural y político. ¿Cómo así? Hay grupos que no precisamente están interesados en trabajar a favor del sexo femenino. El interés de tales grupos gira en torno a la posibilidad de hacer negocios con su situación e incluso con su naturaleza. En cuanto a esto último, obsérvese cómo la industria de la muerte toma a la mujer como una fuente de insumos (fetos abortados) que se comercializan.

Sin embargo, en medio de una muy sutil hipocresía, el ocho de marzo se canta, se proclama y se celebra como el Día Internacional de la Mujer. Frente a eso, se podría decir que la figura de ella merece ser reconocida todos los días del año y que no hace falta que el ocho de marzo llegue para reventarle cohetes. Pero inclusive aquello me suena lírico, cumplidor y nada más.

Por eso hablemos de las mujeres, y por qué no también del ocho de marzo, pero tomando en cuenta el contexto de la realidad de las integrantes del sexo femenino. Ellas son parte de una sociedad que no se divide en géneros sino en clases. Ciertamente, la sola existencia de las clases, y la diferencia que hay entre estas, nos invitan a ir más allá de cualquier apreciación de tipo empírica y nos emplazan a realizar un examen, por breve que este sea, desde una óptica sociológica.

Y entonces me gustaría plantear una primera interrogante: ¿En nuestro país, qué mujeres están en condiciones de celebrar el ocho de marzo como su día? La respuesta guarda relación con las integrantes de las clases altas y con sus allegadas políticas provenientes de la pequeña burguesía. Esas mujeres sí cuentan con todos los medios y recursos financieros para llevar a cabo el show propagandístico de sus festejos, sin descartar algún momento de bohemia pituca, en el que bien podría darse un brindis con bebidas que no necesariamente son accesibles a las proletarias, como en el caso del champagne que tanto les gusta a las blancas doncellas de la clase dominante.

Siguiendo con la interrogante planteada, las que no tienen cómo celebrar son lógicamente las mujeres de las clases dominadas. Más aún, considerando su situación, no tendrían nada que festejar. En el día a día, un buen número de ellas se encuentran abandonadas, pero no solo por sus parejas sino por el estado que, en la actualidad, cuenta con el apoyo de las feministas, quienes vienen celebrando la imposición de la ideología de género, como política de estado, incluso desde antes del ocho de marzo. ¿Y no estarán también celebrando algún tipo de impunidad feminista de clase, frente a la corrupción? Porque no las vemos lavando ni una sola bandera ante lo que viene ocurriendo en nuestro país.

¿Quiénes han salido a marchar en contra de la anemia y de los niveles impresionantes que esta ha alcanzado entre los hijos de las mujeres pobres? ¿Quiénes han salido a protestar frente a la situación de las mujeres del norte de nuestro país, que permanecen sin la reconstrucción de la que tanto hemos oído hablar? Ninguna de las feministas, y no por casualidad, pues la condición realmente crítica en la que se encuentran las mujeres humildes, integrantes de las clases bajas, no parecería importarles mucho a estas.

En la práctica, a la hora de la hora, las mujeres modestas de nuestro país que no necesariamente son blanquitas, que no lucen regias, que sudan todos los días bajo el sol para sacar a sus hijos adelante cuentan políticamente, pero sí y solo sí, para los fines y objetivos de unas cuantas damas privilegiadas que dicen ser sus representantes. Cuando aquellas damas privilegiadas consiguen lo que quieren, les dan las espaldas a las humildes, dejándolas sumergidas en la deplorable situación en la que las encontraron.

Y si pasamos a examinar el factor racial, entonces veremos que la situación es más cruda aún. En efecto, no hay peor desprecio que el expresado por una mujer blanca en contra de otra de diferente color. Hasta ahora, en nuestro país hay un gran número de mujeres de razas mezcladas, que son maltratadas por una minoría constituida por las integrantes de una casta de raza blanca, quienes mediante su conducta dan a entender que las que no son sus iguales, es decir las mujeres de otro tipo y color de piel, no deberían a aspirar a ser más que sus sirvientes o sus tontas útiles. Por eso, considero que el ocho de marzo representa ni más ni menos que el día de una farsa en medio de la cual no hay nada que celebrar.

 

 

Luis Hernández Patiño
05 de marzo del 2019

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