Raúl Mendoza Cánepa
Nunca pierdas la fe
La masa elige en urnas, la mayoría crea las pautas
Había trazado hace una hora las líneas de un artículo quemante sobre la política actual para esta columna. Pero a veces pensar en política es dar de vueltas como el perro que quiere morderse la cola. No depende del escritor político que las cosas cambien. Cuando lees las obras de Basadre a Alfonso Quiroz y su larga historia de la corrupción en el Perú, sabes de antemano que todo está perdido, porque nada depende de ti.
Los asuntos públicos nos agitan, y de agitarse uno se hace cenizas porque muy poco en la vida es lo que uno puede cambiar. La mayoría puede votar por quien promete incendiar la ciudad o hacer la guerra. Y nada tienes por hacer, solo aguardar apaciblemente la tragedia. En el fondo se vive perpetuamente rendido y siempre a la expectativa de la aprobación de los demás. Vas por un empleo, pero no depende de ti; o vas por una relación o por un título o por la grandeza que nunca uno mismo se da.
Juegan su papel los otros, esos a los que no podemos siempre persuadir; o quizás las reglas y la institucionalidad que cambia nuestra narrativa inicial. Crees tener la idea perfecta y las virtudes, pero los escenarios no son los que imaginamos y las conversaciones que esperamos desde una sala de espera no concluyen en el guion que fabricamos. Hoja al viento, pocas cosas me distrajeron más en la niñez que ver volar las hojas verdes de la primavera sin un destino fijo, uno que apenas podía trazar de antemano con mis dedos. Desde niño, nada parecía un mejor juego que verlas bailotear, correrse a la izquierda, elevarse sobre las frondas y caer sobre la calzada para luego arrastrarse rasposas e ir a parar donde menos lo pensaba.
Como en la virtú e fortuna de Maquiavelo dependemos de nuestra voluntad y del azar. Yo creo que dependemos más del azar, que es el viento que empuja desordenado y nos lleva hacia lo insospechado. Mi vida se ha hecho de encuentros fortuitos, llamadas inesperadas, sucesos imprevisibles, trayectos que no eran, logros extraños, extrañas vicisitudes y contextos alternativos.
Nada depende de nosotros mismos o muy poco. La masa elige en urnas, la mayoría crea las pautas y es siempre el otro quien decide por mayoría oficial. La genialidad o la formación hacen su parte cuando debemos alcanzar un resultado, pero en mucho la medianía es la que se premia en ese juego de líneas curvas arriba y abajo que es la vida o que es trágicamente el Perú.
Y todo esto que escribo es porque recordaba (por mi gestión de abogado) la inscripción que leí en un muro carcelario que visité: “Nunca pierdas la fe”. Nunca supe quién la escribió ni de su suerte al final del pasillo y si le sirvió de algo el fierro puntiagudo con el que marcó aquella pared o si volvió a delinquir para caer en el mismo hoyo donde reposa su inscripción. Curiosamente es la misma frase que desde la boca materna marcó mi memoria; pero, por desgracia, la vida me ha hecho un mal aprendiz.
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