Carlos Adrianzén
¿Nueva reforma o nuevo robo previsional?
Debilitan y desprestigian a las AFP
En medio de los procesos judiciales de las últimas semanas, dos cosas nos van quedando claras. Una, que la mayor parte de los peruanos es bastante tolerante a la corrupción estatal. Esta pasividad se grafica en el entusiasmo con el que se procede a avasallar al grupo perdedor (Fuerza Popular) a como dé lugar. Con un proceso judicial cantinflesco y la contrastación de que una mitad del país está feliz cuando sus ladrones y corruptos no son tocados. La segunda contrasta que, en medio de esta batahola, muchas propuestas demagógicas van tomando abierto protagonismo. Una de estas es la urgencia de una reforma del sistema de las AFP.
El problema en este plano trasciende lo turbio e ideológico de los cambios planteados. Cambios que pueden implicar la desaparición del sistema previsional privado y, gradualmente, de los ahorros también. Revisando lo que se discute y propone, encontramos que esta reforma no solo implicaría otro episodio vergonzante de nuestra historia económica en el que el Estado, léase la burocracia, vuelve a robar los ahorros de los trabajadores. Implicaría además un severo desajuste macroeconómico. Hay que ponderar que la aplicación de medidas populistas (cambios de reglas que afectan los patrones de calce financiero) y la inyección de adicional deuda soberana peruana afectarían severamente no solo a al sistema previsional privado, sino a la estabilidad financiera de la plaza.
Recordemos que en la actualidad el ahorro previsional acumulado en las AFP equivale el 23% del PBI. Siendo ahorros de maduración de largo plazo, cualquier evento que implique su drástica reducción —por cambios de reglas regulatorias de corte populista que afecten su calce temporal, por inyección de deuda soberana basura (para financiar el déficit fiscal) o por una significativa devaluación del sol (previsible hoy, dado el deterioro de los términos de intercambio) o una combinación de todos estos factores— no solo esquilmaría a los ahorristas, sino que reduciría súbitamente el ahorro nacional. Y con ello afectaría la inversión y el empleo por un periodo no anticipable.
¿Pero cómo es posible que hayamos llegado a este punto? ¿Cómo es posible que caminemos tan entusiastamente hacia tan pronunciado precipicio? La situación se explica enfocando un cúmulo de detalles. El primero implica la distracción asociada al ruido mediático de estos tiempos. Resulta no solo distractor sino abrumador eso de que si Keiko va presa esta semana, o si detienen a PPK o a Nadine Heredia, Verónika Mendoza y a la Tía Bacán; o si extraditan a Toledo, o si meten presos a las cabezas del club de la construcción, etc.
El segundo detalle tiene que ver con un avasallador trabajo de marketing político —aplicado tesoneramente por la izquierda limeña desde hace más de una década— en contra del sistema previsional privado. Como primer paso nos han hecho olvidar nuestra propia historia y realidad. Pocos recordamos que hace poco el Estado peruano robó las jubilaciones de varias generaciones de trabajadores, en planillas en sus accidentados sistemas de reparto (IPSS, Cajas, etc.). Por otro lado no tienen la vergüenza de endiosar y estimular el crecimiento del actual sistema de reparto estatal (ONP), a pesar de su situación financiera y de que este se quedaría con el dinero de la mayoría de quienes aportan a él.
Pero este trabajo tiene además la astucia de esconder que el grueso de las debilidades del sistema previsional privado hoy son el resultado directo de la pésima regulación prudencial que las acota. Que estén repletos de activos de alto riesgo (bonos soberanos basura y fondos mutuos), que se subasten las afiliaciones y que la rentabilidad y comisiones cobradas de las AFP les parezca a muchos muy altas, también configuran errores regulatorios elementales. En buen español: las están debilitando y desprestigiando desde la burocracia.
En lo que el aludido marketing bordea la excelencia es escondiendo el fondo. En esta tarea se burlan campantemente de la buena fe de nuestra gente. El núcleo de esta historieta implica dos observaciones palmarias. La primera nos recuerda que el sistema de capitalización individual tiene la gran virtud de implicar la propiedad privada de nuestros aportes y sus retornos, pero no hace magia. Si usted ahorra casi nada, su fondo será casi nada. Y la segunda omite que solo una porción minoritaria de nuestra fuerza laboral tiene capacidad de ahorro previsional significativa. El grueso de los peruanos tiene apenas ingresos de subsistencia y no pueden comprar un paquete jubilatorio decente. Así las cosas, esperar que el sistema proporcione una jubilación mayor a lo aportado a los millones de peruanos que no pueden ahorrar lo suficiente resulta pura demagogia.
En medio de este problema algunas complicaciones emergen. Aquí no solo las administradoras son firmas enfocadas en sus propios resultados, sino que los trabajadores que aportamos somos los dueños de los ahorros y actuamos como si la plata no fuese nuestra. Todo se complica adicionalmente cuando descubrimos al gato haciendo de despensero: el Gobierno. Hoy se habla de una reforma previsional esbozando propuestas en las que no solamente se asignarían escandalosas comisiones de transferencia, sino también con finanzas públicas que son crecientemente deficitarias. Y más de un congresista plantea que nuestros ahorros se asignen (léase pierdan) en pilares dizque solidarios.
Para aclarar lo que está en juego, nada mejor que rebobinar. Nos han hecho olvidar nuestra propia historia, nos han distraído para que no nos demos cuenta de que los actuales defectos del sistema reflejan errores regulatorios, y nos tienen dormiditos odiando un sistema que —hasta la fecha y a pesar de la intervención estatal— mantiene el grueso de nuestros ahorros. Dado lo anterior, todo parece sugerir que se van a salir con la suya. Con cambios de reglas adicionales —la malhadada reforma previsional— resulta verosímil que llevarán el sistema a su desaparición (la desaparición de nuestra plata).
Desafortunadamente, estamos muy distraídos por una seudo reforma política que solo esconde negocios privados y no cambia nada. Mientras tanto, muchos casos de corrupción quedarán impunes. En este ambiente enredado una pregunta muerde: ¿dejaremos que roben nuestras jubilaciones… otra vez?
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