Eduardo Zapata

Nuestros niños y su cerebro

Padres de familia y profesores constatan mayor creatividad en niños

Nuestros niños y su cerebro
Eduardo Zapata
11 de abril del 2024

 

En lo que se refiere específicamente a lo educativo, todos vivimos la experiencia traumática que significó el encierro ocasionado por el covid para nuestros hijos o alumnos. En realidad todo terminó siendo improvisado. 

Hoy aún vivimos –todos– las consecuencias de ese encierro. Estudios hablan de incremento de violencia, de dependencias y adicciones, de una salud física y mental debilitada. En cualquier caso, son consecuencias nada positivas.

Y día por día ratificamos noticias sobre el deplorable estado de nuestra infraestructura escolar, sobre profesores que retornan a la docencia sin méritos y también –cómo no– sobre la multiplicación de asesorías y consultorías de la nada, en el sector educación.   

Pocos días atrás se han publicado los resultados de las pruebas PISA tomadas en el 2023; pruebas que se suspendieron precisamente durante el período del encierro y que se retoman por primera vez desde aquel momento. Y a juzgar por las reacciones del mundo oficial educativo pareciese que nos estamos contentando con la mediocridad y la irrealidad absolutas. Hemos ganado unos puntitos en PISA –que nos mantienen en una media internacional penosa– queriéndose subrayar el ´éxito´ de las políticas educativas que habrían vencido milagrosamente los profundos debes educativos derivados del encierro.

Pero por poner énfasis en estos puntitos no solo convalidamos el triste y real panorama de la educación, sino que también ignoramos lo que la ciencia nos va diciendo acerca de las potencialidades del cerebro de nuestros niños y jóvenes.

Un estudio del University College of London –realizado a partir del escaneado de la actividad cerebral– concluyó que las conexiones on line aumentaban el volumen de materia gris en tres regiones del cerebro, entre ellas la amígdala. Dadas las conexiones de esta con el neocortex y la corteza visual, resulta claro que el contacto con la electronalidad propicia la activación del sistema límbico y una predisposición hacia lo iconográfico.   

En los tiempos que corren padres de familia y profesores constatan una mayor creatividad en niños y jóvenes. Estudios de la Universidad Northwestern, en Estados Unidos, ponen en evidencia que los usuarios electronales, ciertamente más afectados por el bombardeo incesante de información, suelen ser más creativos. El pensamiento divergente, también llamado lateral, está alimentado con el desarrollo de una capacidad mayor para filtrar una información sensorial constante y permanente. Y sabemos que el pensamiento divergente, al codificar mentalmente varias soluciones sin obedecer a un patrón rígido de resolución, termina por favorecer la creatividad.

El asunto anterior –aquel de la creatividad de niños y jóvenes electronales– parece no estar desvinculado, por cierto, de otros hallazgos de las neurociencias. Un estudio del University College of London confirma lo que la experiencia cotidiana nos dice: los usuarios electronales pueden realizar varias tareas simultáneamente. Ellos muestran más competencias y habilidades para hacer varias tareas y desarrollar más de un proceso mental a la vez. 

El mismo estudio, sin embargo, ponía énfasis en el hecho de que los millennials –nacidos entre 1980 y 1999– y aquellos pertenecientes a la llamada generación Z –nacidos a partir del año 2000– perdían capacidad de concentración y competencias para hacerse de textos largos. Ellos focalizaban exclusivamente su atención en su interés específico, dejando de lado rasgos acaso objetivamente relevantes o importantes, pero que no satisfacían el interés de su búsqueda.

La llamada falta de atención o desconcentración de la que muchos nos solemos quejar tiene, pues, su trasfondo en los efectos que el sobre cableado cerebral viene produciendo la electronalidad. Queja que no pocas veces se convierte en censura e intento de correcciones coercitivas. Tal vez si asociamos la «desconcentración» con el pensamiento divergente y con la expansión de la materia gris –a la que hemos hecho atención– todo ello nos haga anteponer la comprensión a la censura a priori.

Por respeto a nuestros niños y jóvenes deberíamos admitir lo que la ciencia nos dice respecto a las potencialidades de ellos. Mal hacemos en no reconocerlas y menos aprovecharlas. Peor hacemos si celebramos donde no hay nada que celebrar.

Eduardo Zapata
11 de abril del 2024

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