Carlos Adrianzén

¿Nos dejaremos también?

Los problemas de la minería metálica en el Perú

¿Nos dejaremos también?
Carlos Adrianzén
19 de agosto del 2019

 

Casi siempre resulta útil ampliar la perspectiva del análisis coyuntural. Si dejamos de enfocar episodios en pleno desarrollo y observamos la marcha de nuestra economía en plazos más largos, descubriremos que la minería metálica peruana es un sector productivo más en el Perú, tan importante como cualquiera de los otros, porque produce riqueza, divisas, empleos y sufre el peso de los impuestos, las cargas y las desatenciones y regulaciones estatales vigentes, asociadas al medio ambiente, transporte, ámbito laboral, etc. 

Como todos los demás sectores productivos, la minería metálica, por un lado, tiene oferta formal o legal, competitiva y avanzada tecnológicamente, pero que resulta impopular (debido a la publicidad izquierdista), y castigada y hostilizada por la corrupta e ineficiente burocracia local. Por otro lado, flota discretamente su otro segmento: la minería metálica ilegal o informal. Antros tecnológicamente descapitalizados, donde prevalece la explotación y la ley de la selva; pero que son tolerados y hasta auspiciados por la burocracia de marras y por grupos de interés violentistas de izquierda (asociados a la enervación de las llamadas contradicciones sociales). Nótese: estas franjas de minería informal son una suerte de zonas abandonadas. 

Tienen no solo algo muy parecido a la tolerancia estatal (a sus incumplimientos laborales o a la destrucción medioambiental que generan) sino también sus poderosos, financiados y populares representantes políticos. Y estos van desde las candidatas a la presidencia y al congreso con intereses familiares confesos en estos abultadamente rentables centros de ilegalidad y explotación laboral. Bajo este estado de cosas, a pesar de la crucial importancia del sector minero metálico formal —no solo como proveedor de divisas, empleos, acciones de responsabilidad social empresarial, infraestructura y tributos, sino también como sector emblemático para la captación de inversiones privadas, locales y foráneas— la izquierda local, en explícita alianza con la burocracia, ha logrado su cometido: es un sector alicaído.

Por encima de los cientos de folletos y discursos que cándida y recurrentemente nos insisten sobre el dinamismo de la minería peruana, la realidad nos muerde. Este heroico sector productivo, solo hace lo que puede dadas las abiertas trabas que le impone la burocracia peruana desde hace décadas. No enfoquemos solo el accionar cómplice de la actual administración con el accionar de la izquierda violentista (esta vez articulada desde la presidencia de la República y los medios). Esto viene desde al menos un par de décadas atrás.

El siguiente gráfico (ver Figura I), nos muestra cómo la minería metálica peruana se empequeñece año tras año, y su perfil de crecimiento es mucho menor al del resto de la economía peruana. Los Diez Canseco, Guzmán, Aduviri, Humala, Vizcarra o Mendoza (y sus cómplices en la burocracia) son exitosos deprimiendo al sector. La tendencia lineal de su tamaño relativo en la economía nacional se deprime consistentemente.

 

Sí, estimado lector, son muy exitosos en tres cosas. Primero, hundiendo relativamente el éxito de la minería metálica peruana; ergo, llevando a que diversos inversionistas globales de primer nivel se alejen de la plaza peruana. Segundo, inflando la laboralmente explotadora, tributariamente evasora y medioambientalmente destructiva minería ilegal de sus parientes, amiguitos y socios políticos. Al menos en algo, diría un mirón cínico y desaprensivo. Y tercero, facilitando los negocios turbios de la alianza entre los burócratas y naciones ideológicamente afines.

Pero esto no es todo. El núcleo del problema es la factual hostilidad gubernamental a la inversión minera. Esta se inicia con absurdos niveles de entrabamiento burocrático y de sobrecarga tributaria ex ante; y se cierra con la sugestiva incapacidad gubernamental de siquiera asegurar el cumplimiento de la ley. Como en el caso de Antamina, décadas atrás, los dramas de los proyectos mineros de Conga, Tía María, las Bambas y Quellaveco —en pleno desarrollo— corresponden con un patrón inversor deprimente, desde la llegada de Ollanta Humala y sus socios al poder el 2011.

El siguiente gráfico (ver Figura II) no podría ser más explícito y presenta una proyección propia (bayesiana) para este año.

 

Bueno pues, diría un creyente progresista y desinformado. Esta es la suerte del sector minero; son privados, retrucaría. Que se vayan a otro país, a mí no me afecta. Yo prefiero la agricultura y el agua limpia y que la minería moderna desaparezca, plantearía el fútil personaje. A estos creyentes desinformados —que resultan una porción significativa, aunque no mayoría, del Perú— les rogaría que piensen en lo que están sosteniendo. Al desaparecer la minería metálica formal, ¿quiénes creen que van a ocupar su espacio? ¿La terrorífica caperucita de Shanghái? ¿El iluminado Ekeko de Bolivia? ¿El papi de la candidata?

Están apostando por convertir aún más a nuestro país en tierra de nadie, con la destrucción y explotación de La Granja, Nazca y Cusco. Y en el mejor de los casos, por el ingreso de inversores que no invierten, ocupan.

Pero otra vez, esto no es todo. La inversión en minería metálica en el Perú resulta emblemática. La inestabilidad jurídica, abusos e intolerancias que sufre la minería la observan todos, aquí y afuera. Menor inversión legal y moderna en minería implica menor escala y peor calidad de inversiones en todos los sectores. Después de todo, lo que combate la izquierda caviar y provinciana, y la corrupta burocracia local, es el éxito. No resulta, pues, casual que analizando tendencias promedio quinquenales —5A—, la tasa de la inversión minera se deprima consistentemente, ni el que el ritmo de crecimiento de largo plazo del país se reduzca paralelamente (ver los dos gráficos de la Figura III).

¿Y saben cuál es el detalle de cierre? Que la menor inversión y menor crecimiento quinquenal implican mucha más incidencia de pobreza en todo el País (ver Figura IV); pero particularmente en las zonas donde la Inversión Minera formal o legal se retiró maltratada y hasta robada. 

 

No vale quejarse de la pobreza y la explotación que les esperan si esto continúa. En su momento, se dejaron llevar quebrando la ley, y algunos recibieron una propinita. A propósito, el resto de los peruanos ¿nos dejaremos también? Y por favor, no se olviden de la lección central aquí. A los Aduviris, los Cáceres y los Vizcarras, en sus regiones no los sigue nadie. Corren solos, con financiamiento progre extranjero y con apoyo estatal. Parafraseando al actual presidente, el enemigo (de la inversión y del pueblo) es la burocracia.

 

Carlos Adrianzén
19 de agosto del 2019

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