Carlos Adrianzén

Mitos a desechar

Cinco falsedades económicas en las que creemos los peruanos

Mitos a desechar
Carlos Adrianzén
14 de octubre del 2019


Un mito es una cosa muy peligrosa. Implica atribuir cualidades o excelencias a algo que no las tiene. Es algo engañoso. Si lo tomamos con cierto, nos puede llevar a ilusionarnos infundadamente o a cometer tremendos errores. En el ámbito económico, algunas afirmaciones muy populares son falsedades. Se repite por ejemplo que la dictadura militar setentera mejoró la situación de los más pobres en nuestro país, mientras que los datos lo refutan drásticamente. Son, pues, falsedades que se tienden a tomar como verdades de tanto repetirse (en los penosos libros de historia peruana reciente). 

Pero nótese que los mitos se potencian y magnifican su carácter destructivo cuando están articulados y se presentan como una visión conjunta. Y justamente esta es la principal característica nociva (sus sellos totalitario, socialista y mercantilista) de los seis arraigados mitos económicos a ser discutidos a continuación.

1.- Somos una nación muy rica. Esta resulta una tremenda falsedad. Recordemos que la riqueza se determina tomando el valor total de mercado de los activos restando las deudas. La riqueza se refiere al stock de activos en un punto en el tiempo, mientras los ingresos se refieren a lo recibido durante un período. Ahora bien, el valor descontado en el tiempo de los ingresos implica una forma de valorar un activo. Ergo, la riqueza de una persona, firma o país implica el valor neto de los ingresos que recibe en el tiempo.

Si un país tiene un producto por persona equivalente a un 11% del mismo indicador de una nación afluente (digamos, los EE.UU.), es una ilusión repetir que esa nación es rica. Con flujo de ingresos tan comprimidos se es una nación pobre. Y ese, estimado lector, es nuestro caso. De hecho, la correlación de largo plazo entre el producto real de un peruano y los estimados de alta incidencia de pobreza es consistente. Es importante, pues, que descartemos el mito de que somos una nación rica. No hay forma de que una arbitraria redistribución de nuestros bajos ingresos haga milagros. Hoy los peruanos somos muy pobres y debemos esforzarnos –tomar todas las acciones económicas requeridas– para comerciar y atraer inversiones a ritmos mucho mayores. Simplemente, repudiemos electoralmente a quienes nos tontean repitiéndonos que con una arbitraria redistribución del ingreso, o con la eliminación de la corrupción burocrática a todo nivel, nos haríamos instantáneamente ricos. 

2.- Hoy estamos combatiendo a la corrupción burocrática. Otra falsedad que se presta a la persecución dirigida o política. La corrupción generalizada que hoy nos agobia y que habría reducido nuestro PBI a la mitad en las últimas dos décadas es un fenómeno burocrático. Sin burócratas coimeros, coimeados y cómplices –desde presidentes hasta vigilantes– no habría corrupción. Para acabarla es menester tener tanto una legislación enfocada y aplicable cuanto un aparato burocrático (policías, fiscales, jueces y afines) capaz e impoluto. Este no parece ser nuestro caso. Aunque le quiebre el corazón a quienes crean lo contrario, es menester crear instituciones con personal y reglas completamente nuevas. Entes implacables y no contaminados. Hoy no se está haciendo esto. Y muchos se están acomodando y burlando de la frondosa y contradictoria ley peruana.

2.- Nuestro problema central es el déficit de Estado. Otra gran falsedad. Pensar en un Estado que nos oferte siquiera el décimo del gasto por alumno, de servicios de salud y de servicios previsionales de Israel, Suiza o Canadá es iluso. Aun despidiendo sin beneficios a los más de dos millones de burócratas actuales, sin beneficios sociales y reemplazándolos por querubines, e intentar cumplir esta oferta vía mayores impuestos, deuda pública, expropiaciones y licencias monopólicas y financiamiento inflacionario, nos enviaría a estándares subsaharianos. Inflar el gasto a secas no solo deprime la inversión privada sino que implica más carne para el lobo de la ineficiencia y corrupción.

3.- En estos días sufrimos los embates del ruido político local. Esta es otra falsedad, seguramente la más bienintencionada. Solo que el ruido político (en una nación que no es Suiza) es parte del paisaje. Lo que hoy sufrimos es la maduración de las políticas económicas poshumalistas y sus sesgos: enemigos de las libertades, amigotes de los mercaderes y flagrantemente socialistas. Entendámoslo, son los efectos de las erradas políticas económicas Humala-PPK-Vizcarra, no el ruido de la batahola política actual.

4.- Se está respetando el modelo económico. Este es, sin duda alguna, el mito más cándido. El modelo económico liberal introducido desde 1991 hasta 1993 ha sido consistentemente desmantelado, si no revertido. No solamente no se implementaron las reformas institucionales requeridas, sino que se infló ideológicamente la burocracia y la regulación, en forma consistente con los sesenta puestos escalados por nuestro país en el Ranking Global de Percepción de Corrupción Burocrática publicado por Transparencia Internacional.

5.- La recuperación económica peruana es inminente. Este mito resulta indudablemente el menos difundido. Aún la inescrupulosa prensa local de estos tiempos parece tener un cierto pudor en tratar de vendernos tamaño infundio. La inversión privada, la extranjera y la de cartera no dejan de deteriorarse.

Insisto, no sacar de la cabeza estos mitos económicos le hará mucho daño. Por más que dé temor dejar de ser tan políticamente correcto y recibir a cambio los furibundos ataques de los medios de manipulación social del gobierno, creer en esos mitos lo dañará a usted, a su familia y a su país. Somos pobres, no estamos atacando la corrupción burocrática efectivamente, hay superávit de un Estado corrompido, y hace más de un quinquenio no estamos respetando para nada un modelo económico ortodoxo.

Carlos Adrianzén
14 de octubre del 2019

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