Eduardo Zapata

Más sobre el hartazgo

Cifras e indicadores de éxito contrastan con la realidad

Más sobre el hartazgo
Eduardo Zapata
30 de octubre del 2019


Decíamos en una nota anterior que los estallidos sociales en diferentes partes del mundo no son una casualidad. Y constituyen un severo llamado de atención para quienes creen dirigir los países. Dada la dispersión del fenómeno –protagonizado fundamentalmente por
millennials– no podría atribuirse la causa a “la brisa bolivariana” a la que algunos han hecho alusión. No es serio. Como tampoco lo es no entender que la informalidad –que se encoge de hombros ante el Estado y solo espera de él una dádiva ocasional– ha impedido aquí un fenómeno similar.

Señalábamos –con Byung-Chul Han– que la razón estaba en el burnout, en el cansancio, en el hartazgo ante un Estado incapaz de ofrecerle al individuo una oportunidad para ser él y construir su camino con salud, educación y seguridad. Obviamente que lo económico influye, pero no es la raíz del problema. Y nos tropezamos sí con la sustracción de lo humano de la economía. Cifras e indicadores de éxito contrastan con la realidad y urgencias del hombre de la calle.

No es comunismo y no capitalismo, pues la gente no es tan tonta para no darse cuenta del fracaso del primero (aun cuando se disfrace de populismo de izquierda) allí donde se instaura. Eso sí, estamos ante la constatación de que el modelo político, social y económico ha sido incapaz de evolucionar al compás de las expectativas de la gente. Por la angurria de unos y por la dejadez de otros, cuya misión era liderar y educar a la vez.

Tras cientos de encuentros sobre la importancia de la educación hemos perpetuado una escuela-cárcel que inhibe –y no explota– las competencias y habilidades de los jóvenes. Entonces, fuera las recetas de los expertos de la nada que al parecer nunca han visto a un joven. Fuera bancos mundiales cuyos intereses en educación son –como todo banco– prestar dinero para que les sea devuelto sin importar resultados. 

En tiempos en que la electronalidad permite a los jóvenes trazar rápidamente su futuro, nos hemos empeñado en una escuela en la que los cursos son expresión de estrechos intereses políticos y económicos de los especialistas. Sin la amplitud reclamada por los jóvenes y el mundo de hoy. Nos hemos dejado ganar por la palabrería de izquierda, falsificada por añadidura. Allí está el concepto de ejes transversales, ideal para ocupar la mente del estudiante gramscianamente, pero enemigo de la educación. Un listado de lavandería que cada vez incorpora nuevos temas “para quedar bien”, pero así mata el conocimiento. Hoy no enseñamos química o física, sino recortes de ella por los llamados “enfoques de…”. Si estos son tan importantes, hagámoslos cursos, no sustraigamos conocimientos de otros cursos, y dejémonos de hipocresías y deslealtades con niños y jóvenes. 

No se trata de concesiones tampoco. Cultura general y dominio eficiente de lectura y escritura son indispensables; pero no por ser valores en sí, sino por ser instrumentos sin los cuales todo quehacer con futuro es imposible. ¿Seremos capaces de entender que desde la secundaria la educación virtual –con su infinita gama de posibilidades– puede ayudar al estudiante a ser él y no una mala fotocopia del maestro mediocre o del burócrata que se cree dueño de la verdad?

Eduardo Zapata
30 de octubre del 2019

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