Manuel Gago

Martín Lutero: 500 años después

Por Lutero, los pobres aprendieron a leer y a escribir

 Martín Lutero: 500 años después
Manuel Gago
30 de octubre del 2017

En la pequeña ciudad alemana de Wittenberg, los visitantes —que para estos días se calcula serán más de medio millón— hacen cola para tomarse fotos en el puerta de la iglesia donde, según se cuenta, el 31 de octubre de 1517, el fraile agustino Martín Lutero clavó un documento que contenía sus 95 tesis dando conocer su indignación por la conducta de los obispos y por las enseñanzas religiosas de esos días. Son diversos los actos celebratorios en Alemania y en el mundo por los 500 años del tremendo acto contestatario que dio inicio a la llamada reforma protestante que removió los cimientos de una Europa dominada por el miedo a los infiernos que había impuesto la jerarquía romana.

La importancia de Martín Lutero reposa en su valiente decisión de cuestionar públicamente el negocio escandaloso del perdón de los pecados —las llamadas “indulgencias”— y a los obispos de entonces caracterizados por su avaricia. Lutero se atrevió a expresar firmemente su posición contraria al oficialismo religioso que dominaba las estructuras sociales en el siglo XVI.

Martín Lutero no solo es el precursor de la difusión libre de la Biblia —oculta y prohibida para el pueblo— sino que además, luego de su acto público, con la propagación de sus escritos hizo que la imprenta se convirtiera en la herramienta más valiosa para el lenguaje alemán y para la educación de las mayorías pobres que no tenían posibilidades de aprender a leer y escribir, porque la educación era el privilegio exclusivo de las jerarquías dominantes. Desde entonces, los creyentes con una Biblia bajo el brazo, pueden comprender sin intermediación alguna las enseñanzas del valioso documento. Pueden conocer, por ejemplo, el significado de la parábola de los talentos, que es el aprovechamientos de las cualidades innatas, que todo buen creyente debe saber cultivar y multiplicar para el bienestar y felicidad no solo individuales, sino también colectivos.

La influencia de Lutero llega al Perú con el escocés Diego Thompson, quien luego de un periplo evangelizador y educador en Chile, Argentina y Uruguay fue invitado al país por el libertador José de San Martín. Con su llegada se crea la Primera Normal de Varones, el 6 de julio de 1822. Y es por ese día que se instaura en el Perú el día del maestro. Por su trabajo, Thompson se vincula con los excluidos y es por eso que, para 1823, ya tenía las epístolas de San Pedro y el libro Hechos de los apóstoles traducidos al quechua, para que esos excluidos puedan también tener la oportunidad de leerlos.

La granja Porcón, a 30 Km. de la ciudad de Cajamarca, es una muestra ejemplar de esa influencia luterana. ¿Qué anima a los residentes del poblado a la prosperidad y cooperación? La razón es la multiplicación de sus dones y el cumplimiento disciplinado de las numerosas enseñanzas económicas que contiene la Biblia que es, sobre todo, un compendio liberador y de verdad, con un mensaje de salvación eterna.

En los años del terrorismo, grupos de ascendencia luterana pusieron el pecho para defender a sus poblados de la violencia senderista. Dos posiciones claramente contrarias: la libertad contra la esclavitud, el amor al prójimo contra la lucha de clases, la esperanza contra la desesperación, la ira contra la mansedumbre.

 

Manuel Gago

Manuel Gago
30 de octubre del 2017

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