Manuel Gago
El proteccionista Donald Trump
¿El ícono revolucionario de las derechas?

Una vez más: Donald Trump es presidente de Estados Unidos de Norteamérica y no del mundo. Sus políticas están orientadas a recobrar el orgullo estadounidense y su poder en el planeta.
Trump plantea proteger la industria norteamericana y el retorno de los capitales estadounidenses que se fueron del país buscando mejores perspectivas. Contrariamente, durante el Gobierno Militar de las Fuerzas Armadas, con la presidencia de Juan Velasco Alvarado (1968-1975), el proteccionismo cerró mercados, desabasteció al país y la competencia desapareció, afectando al consumidor por la poca o nula calidad de los productos. El mercantilismo y el mercado negro, vanagloriados de su reino, crearon clases sociales amparadas en riquezas corruptoras y mal habidas. Los nuevos ricos metieron mano a las arcas nacional y sobornaban por donde iban. Las subvenciones y la burocracia de cerca de 200 empresas estatales se comieron los presupuestos nacionales provenientes, principalmente, de las exportaciones mineras. “Autosostenible” y “autosuficiente” estaban en los discursos de los “revolucionarios”. Sinamos y OCI conducían ideológicamente a la población. Perú se alejaba de la prosperidad.
El proteccionismo de Velasco se fundamentaba en el socialismo colectivista. El de Trump se sustenta en la inventiva e inversión privada. Velasco buscaba apoyo del “pueblo organizado”; y Trump, del empresariado, creador de tecnologías de consumo mundial. Con los aranceles, en esta guerra comercial, Trump espera poner a Norteamérica en el lugar que nunca debió abandonar.
Después del gobierno de los militares, el segundo de Fernando Belaunde y el primero del joven Alan García siguieron la política del “dejar hacer, dejar pasar”. Hasta que llegó Alberto Fujimori y transparentó la economía. La desgracia boliviana de hoy es exactamente eso: sumatoria de Estado paternalista, ficción económica e intento de enajenación de la población.
Trump, el proteccionista, es romántico en el buen sentido de la palabra. Todos quisiéramos un país solvente gracias al ingenio e inversiones, gracias a una industria nacional competitiva, mercados abastecidos con productos de calidad y un gobierno invirtiendo la renta en obras productivas. Pero el factor humano es determinante. En una última presentación Velasco, según se decía, vencido física y moralmente, denunció haber sido traicionado por su círculo cercano y seguidores. ¿Le faltó sociología? En la práctica, ¿no entendió a la población?
Para muchos Moraveco, la fábrica de refrigeradoras, fue un ejemplo. El resto de las industrias fue una desgracia total. Las SAIS (Sociedades Agrícolas de Interés Social) formadas con las haciendas “entregadas a los campesinos”, después de la equivocada Reforma Agraria, fueron el espejo del común de los peruanos. Los “comuneros” no querían trabajar, querían ser jefes. La gula de esos “revolucionarios” se comió el ganado separado para aparear, para mejorar la raza. Destruyeron completamente el avance de las haciendas de antes.
En décadas recientes los “aranceles cero” y preferenciales sirvieron para mejorar las economías de países emergentes, como Perú, que supieron negociar tratados de libre comercio. Pero también para crear fenomenales potencias como China. Trump pone a prueba la capacidad de su gobierno para revertir la situación.
Los mal llamados marxistas del siglo XXI –que de marxistas no tienen nada, más bien “pijos” con aires de indignados– atacan a Trump porque, a la par, se derrumbaría su globalismo ideológico. Lo atacan quienes no siembran campos, ni manufacturan vehículos, ni extraen riquezas minerales. Solo parlotean y viven del Estado y de donaciones para –en nombre de los pobres y de las causas que, según ellos mueven al mundo– hacerse de una clase altamente privilegiada. Atacan a Trump por ver a Estados Unidos de vuelta como el portaestandarte de las libertades en su real contexto.
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