Carlos Adrianzén

El mejor candidato

Debe tener equipos con una visión de largo plazo que produzcan alto crecimiento

El mejor candidato
Carlos Adrianzén
04 de junio del 2025


El mejor candidato es el menos malo. Siempre.
Recuérdelo

La cosa resulta sencilla. Podemos decir que lógicamente, el candidato menos malo es la mejor opción electoral; y en todos los casos, en todos los tiempos. De hecho, una reflexiva elección del candidato menos malo puede hacer la diferencia. 

Y por ello es necesario entrar en detalles.

 

I: La Identificación de un “buen candidato”

El primer punto en esta discusión, y para no caer en el relativismo y manipulación neo marxista (tan arraigada en estos tiempos), implica definir de lo que estamos hablando. Un “buen candidato” –aquí– no señala necesariamente a quien gane una elección libre y transparente; ni al que, detentando los requisitos ideológicos o profesionales del caso, resulte finalmente designado o no depurado por los selectores del caso. 

En una nación pobre –ergo subdesarrollada, subordinada ideológicamente y corrupta– recibir las credenciales no garantiza que será un buen gobernante. En cambio, un buen candidato –ex ante– implica un buen gobernante –ex post–. Pero, esto último, estimadísimo lector, es algo complicado de detectar. 

Rara vez esta condición resultará visible. Por la sencilla razón de que no dispondrá de muchos recursos para la campaña. Ni los inversionistas corruptos; ni los fondos de exportación ideológica (a la Foro de Sao Paulo); ni los Fondos Globales Woke; ni los grupos locales ansiosos por algún proyecto; ni los enriquecidos en las gestiones previas, financiarán su campaña. Ninguna de estas fuentes de financiamiento apuesta por personas honradas y capaces. Incluso –y esto no raro– ellos pueden invertir en sacarlo del juego.

Tampoco los medios de comunicación y encuestadoras locales recibirán la misma presión financiera que favorece a los candidatos truchos. Algunos seleccionados por su simpatía o verbosidad. Resulta lógico anticipar que tampoco contará con un equipo técnico abultado o ejércitos de personeros para que defiendan sus votos en los departamentos del interior. Eso sí. Independientemente de sus dotes de líder y de sus atributos técnicos, tendrá una visibilidad tenue. Al menos en la primera vuelta electoral. 

Esto, a menos que sepa atraer la frustración popular con la intensidad y plazos que lo hagan invencible. Esto último enfrenta una peligrosísima complicación adicional, un candidato que entusiasme y que priorice los intereses largoplacistas del pueblo peruano, tendrá enemigos formidables (caviares, filosenderistas, gremios mercantilistas, países vecinos e influencias globales woke). Todos en una coalición inestable, contra natura.

Como el choclito de este ceviche, resulta clave ponderar que, el candidato con capacidad de gobernar en forma lúcida, deberá aglutinar y barrer el día de las votaciones. Para ello, claro, es importante que registre perfiles inverosímiles en estos tiempos. Dígase que registre la exposición de un bloguero underground global, que luzca casi como un adolescente, que vocifere como un rapero un día antes de pegarla; y –por supuesto– ser tan magnéticamente simpático como el autor de estas líneas… o algo parecido.

 

II: El que éste pueda resultar un “buen gobernante”

A pesar de todo lo anterior, falta el sello. Un “buen candidato” deberá tener la sencillez de liderar y servir a sus equipos, poseer habilidades y educación para comprender los retos y sostener la –complicada– obstinación en persistir en la dirección correcta. Solo años después de haber dejado la gestión sabremos si hablamos hoy de un buen gobernante, a lo George Washington en los caóticos Estados Unidos de las siete colonias inglesas. 

Entendamos también que un buen gobernante le agrega a la suerte del país. Ni la desperdicia, ni depende de ella. Como los gobernantes japoneses post segunda guerra mundial, un liderazgo positivo puede construir una potencia desde las cenizas; o como el moqueguano Vizcarra en los tiempos de la pandemia de covid, puede enriquecerse él y dejarnos postrados en un hoyo. 

Y nótelo, el buen gobernante, requiere equipos con una visión de largo plazo que produzcan alto crecimiento. Debe ser consciente de que, manejando el corto plazo (i.e.: solo lo miope), estaremos muertos. Y esto implica elevarnos a un ambiente económico y social muy diferente al actual: es decir, elevadas libertades acompañadas de una gobernanza estatal decente.

En el caso peruano, aterrizados y en el corto plazo, esta pesquisa implica algo concreto. Que resulte lo menos malo y destructivo posible. Ergo, que resulte posible crecer económicamente a un ritmo alto y sostenido. Estamos hoy muy subdesarrollados y pobres, justamente porque nunca hemos tenido gobernando un número relevante de estos. Pero, podemos. Muchas otras naciones han podido antes y pueden ahora mismo.

 

III: El checklist. La receta infalible 

¿Cómo saber que en la próxima elección estamos acertando? Este checklist lo puede ayudar a discriminar candidatos inteligentemente:

  1. No deben ofrecer más impuestos, expropiaciones, inflación o nuevas deudas. Por más que nos guste que nos den de todo y regalado, no hay forma de (intentar) ampliar la base tributaria de inmediato, sin destruirlo todo.
  2. Deben ofrecernos ajustes dolorosos. El cuadro económico actual se caracteriza por nuestra prostitución institucional. El Perú destaca regionalmente, pero la Latinoamérica actual es una región deteriorada, oscura y postrada. El Perú hoy necesita severos ajustes. Lastimarán, pero resulta necesario –si no crucial– limpiar la actual gobernanza estatal y pasar a tener burocracias respetuosas, capaces y honestas.
  3. No debe caer la ilusa búsqueda del malhadado objetivo de la Justicia Social. Este elusivo vocablo lo prostituye todo: la democracia, la libertad y el progreso. Un gobierno justo y respetuoso no traiciona el largo plazo de su pueblo. Recuerde que, desde los sesenta, estamos educados en mentiras y tolerancias penosas. Que somos ricos, o libres, o democráticos, o una plaza atractiva. Que nuestros retos solo son redistributivos. Todas estas son mentiras que aceptamos con una candidez que nos condena.

Para un vendedor de ilusiones –que quiera jugar a ser un justiciero omnipotente –un opresor dizque socialista de mercado–; o que necesite proteger el medio ambiente desde su escritorio –un déspota disque verde–; o que crea que somos una manada de alienados inhumanos –un dictador comunista–; u otro que quiera que un sector o región florezca a como dé ha lugar –un autócrata mercantilista–; la opción por el candidato menos malo resulta una blasfemia. Lo peor de lo peor. 

Y es que los deja ridiculizados y… fuera. Por supuesto que ellos saben que sus ideologías son tóxicas. Que traen pobreza, inestabilidad, atraso y prostitución institucional. Pero que les permite detentar el poder a la vena: dirigir y abusar. Y eso es lo que quieren. Por esto tantos de nuestros amiguitos tienen ideas de izquierda. Lo confieso. Entre todos estos inescrupulosos vendedores del espejismo de la justicia social y los que priorizamos una severa reducción de la pobreza en el largo plazo, hay un problema personal. 

Por todo esto, que Dios nos bendiga. Que en las próximas elecciones podamos elegir a un número relevante de candidatos menos malos. Que nos guste o no, resulta algo per se irrelevante. Tales son los antecedentes y la prostitución institucional prevaleciente, el que la próxima elección resulte transparente y abiertamente auditada es un tema dudoso. Ni los partidos con opción quieren gastar en los ejércitos de personeros urgentemente requeridos en todo el país. 

Carlos Adrianzén
04 de junio del 2025

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