Heriberto Bustos

Saber leer es crecer con poder

Lectura y aprendizaje: una deuda persistente en la educación básica

Saber leer es crecer con poder
Heriberto Bustos
17 de abril del 2025


A propósito de la presentación de los resultados de la Evaluación Nacional de Logros de Aprendizaje, referida a la lectura en estudiantes de cuarto grado de primaria, el Ministerio de Educación informó que, entre los años 2023 y 2024, no se registraron cambios estadísticamente significativos en el porcentaje de estudiantes que alcanzan el nivel Satisfactorio (33,0 % en 2023 y 32,8 % en 2024). Sin embargo, se observó una reducción estadísticamente significativa en los niveles de logro más bajos: en el nivel "En proceso", los resultados pasaron de 28,8 % en 2023 a 39,0 % en 2024; en el nivel "En inicio", de 28,7 % en 2023 a 24,8 % en 2024; y en el nivel "Previo al inicio", de 9,5 % en 2023 a 3,4 % en 2024.

En sexto grado de primaria, los resultados fueron: nivel Satisfactorio (24,9 %), nivel En proceso (27,5 %), nivel En inicio (33,4 %) y nivel Previo al inicio (14,2 %). En resumen, la última evaluación muestra que, de cada 100 estudiantes de cuarto grado de primaria, solo 32 alcanzaron los aprendizajes esperados según el Currículo Nacional de Educación Básica. En sexto grado, esa cifra baja a 27 estudiantes. Es notorio que, con el paso de los grados, lejos de observarse avances, se percibe un retroceso que se agudiza aún más en la educación secundaria.

La lectura es una de las actividades intelectuales más completas y enriquecedoras que podemos realizar. Por eso, nuestra preocupación y compromiso con su aprendizaje en los primeros años de escolaridad deben ser mayores. Numerosos estudios han demostrado que los niños con escasas habilidades lectoras en los primeros grados de primaria difícilmente logran “ponerse al día” más adelante, y las probabilidades de mejorar su capacidad lectora durante su vida escolar resultan mínimas.

Aunq

ue el saber leer y la práctica de la lectura determinan en gran medida el acceso al conocimiento, lamentablemente, hoy en día —a diferencia de tiempos pasados— y con el avance de la tecnología, parecería que ya no es crucial saber leer y comprender lo leído para desenvolverse en la sociedad. Niños, adolescentes y jóvenes, atraídos por los medios electrónicos, se inclinan por actividades ajenas a la lectura. Esta situación, sumada al descuido en su aprendizaje, limita incluso sus niveles de comunicación con otras personas.

A modo de recuerdo, quienes iniciamos nuestros estudios en la década de 1950 contábamos con libros de lectura elaborados por el Ministerio de Educación para los grados de Transición y Primer Año. Lola y Pepe era el primero de tres libros destinados a la clase de Transición. Los libros de lectura para Primer Año también eran tres, entregados gratuitamente y de forma progresiva. Los temas abordaban el mundo infantil: la familia, los animales domésticos, los juegos, la escuela, la vida en el campo, entre otros. Todo ello despertaba nuestro interés y simpatía, haciendo la lectura atractiva, amena y entretenida, lo que facilitaba enormemente su aprendizaje.

También hubo iniciativas privadas, como la publicación en 1955 del libro Coquito, del profesor Everardo Zapata Santillana, que revolucionó metodológicamente la enseñanza de la lectura. Lo que vino después parece no haber tenido el mismo impacto.

No pretendemos afirmar que “todo tiempo pasado fue mejor”. Sabemos que hoy el Ministerio de Educación considera la lectura como una prioridad, más aún al estar inmersos en la llamada sociedad del conocimiento y la información. Sin embargo, algo no está funcionando. Los resultados de las evaluaciones muestran que el aprendizaje de la lectura sigue siendo un desafío pendiente. Esto exige revisar políticas y estrategias educativas, así como un mayor compromiso de la familia y la sociedad para fomentarla.

Tal vez sea momento de recordar lo dicho por el expresidente de Estados Unidos, John F. Kennedy: “Si esta nación es tan sabia como fuerte, si queremos alcanzar nuestro destino, entonces necesitamos más ideas nuevas, más hombres sabios, más libros buenos en más bibliotecas públicas. Estas bibliotecas deben estar abiertas a todos, excepto al censor. Debemos saber todos los hechos, escuchar todas las alternativas y oír todas las críticas. Acojamos libros polémicos y autores controvertidos”.

Sabiendo que, en la vida y en especial en el proceso educativo, la lectura no es opcional, sigamos —aunque en silencio y como un homenaje póstumo— el legado que Mario Vargas Llosa dejó al afirmar:  “Aprender a leer es lo más importante que me ha pasado en la vida”.

¡Caminemos hacia la libertad!

Heriberto Bustos
17 de abril del 2025

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