Tino Santander
Mario Vargas Llosa, profeta de la libertad
El primer liberal que se atrevió a desafiar a la izquierda peruana
Mario Vargas Llosa es un hombre libre y se ha convertido en un profeta de la lucha por la libertad. El nobel peruano anda por el mundo predicando mesiánicamente que la mejor manera de vivir para la humanidad es la democracia liberal, porque este sistema, a pesar de sus defectos y limitaciones, garantiza la libertad política, económica y la igualdad de todos ante la ley.
Vargas Llosa, es un brillante escritor y un hombre de acción. Esa combinación demoledora atemoriza a quienes no piensan como él; por eso para combatirlo, siempre recurren a la diatriba vulgar. Descartes decía “que la búsqueda de la perfección del hombre está en tener libertad, porque eso lo hace digno de alabanzas o censuras”. Ese,hombre es Vargas Llosa.
El fujimorismo y la izquierda chavista acusan a Vargas Llosa de ser el “garante de la corrupción”, porque optó por hacer público su voto por Toledo, Humala y PPK, viles personajes que fueron coyunturales representantes del antifujimorismo. Es verdad que Vargas Llosa se equivocó —como la mayoría de peruanos al elegirlos—, pero eso no significa que el fujimorismo no sea una organización política lumpenizada y que la izquierda no esté subordinada a la dictadura chavista, a la que defiende dogmáticamente. Los peruanos somos testigos de la nefasta actuación política del fujimorismo en el Congreso. El nobel peruano tenía razón: el fujimorismo siempre será el enemigo principal. Y había que optar por el mal menor.
A propósito, este solitario e incomprendido liberal influenció políticamente e ideológicamente en la conciencia de miles de jóvenes en la década de los ochenta. En esos dramáticos años la inmensa mayoría de estudiantes universitarios soñábamos apasionadamente con la revolución armada y el socialismo como única solución para tener una vida mejor. Era una adhesión emocional de una juventud neófita, que se educaba en un marxismo panfletario y que quería imponer la abstractas y extravagantes teorías del marxismo criollo a la compleja realidad peruana.
Vargas Llosa nos sacó del oscurantismo ideológico. Y recuerdo que casi en tono de reprimenda nos indujo a leer a los filósofos del liberalismo, a quienes no habíamos estudiado, porque en nuestras clases de materialismo dialéctico e histórico eran desdeñados como los filósofos burgueses que querían afirmar el capitalismo explotador. Además, la sociología que no era marxista —según nuestros profesores— se reducía a teorías de dominación creadas y promocionadas por el imperialismo yanqui para mantener el orden mundial de explotación capitalista. Ahora, este relato parece surrealista, pero hace treinta años en las universidades peruanas imperaba el dogmatismo marxista, y eran feudos políticos de las izquierdas más dogmáticas y atrasadas de Latinoamérica.
Vargas Llosa fue el primer liberal que se atrevió a desafiar esa mayoría sociológica e ideológica de izquierda que entonces predominaba en el Perú. Combatió políticamente al alanismo populista, se enfrentó a la variopinta y ambivalente izquierda marxista, al terrorismo demencial de Sendero Luminoso y a la guerrilla guevarista del MRTA, incluso a los intelectuales progresistas que iban de la izquierda a la derecha según quien estaba en el poder.
Vargas Llosa sabe que el Perú no es un país, sino un conjunto de tribus con diversas formas de pensar, sentir y actuar, y que habitan un territorio llamado Perú. Sabe también que el pueblo se agita en los tumultos y se humilla en las cadenas, como proféticamente lo dijera Bolívar. Sabe que en el Perú siempre será apedreado por la inmensa mayoría que anda buscando un redentor, un patrón, un inca, un virrey, un puesto público, un vil negociado. Pero sabe también que hay hombres libres y que esa es la esperanza de la democracia republicana.
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