Eduardo Zapata

María

Descubriendo las virtudes de la educación a distancia

María
Eduardo Zapata
12 de agosto del 2020


María siempre fue artista. Sin embargo, y en términos del filósofo Byung-Chul Han, podría decir que no lo fue ni lo es en términos de
wesenen (ser, esencia), sino en términos de dao (camino). “La esencia es sustancia. Subsiste. Es lo inmutable, que al insistir como lo mismo se resiste al cambio… Debido a esta prefiguración la cultura o el pensamiento que se orienta a la esencia desarrolla necesariamente una firmeza respecto de sí que se expresa en deseo de poder y posesiones”.

María en cambio transita el dao, el caminar. No hace de su arte esencialidad sino permanente búsqueda ajena a las materialidades. Como siempre lo fue y como ella misma se autodefine –y aquí se entronca con el pensamiento griego– es “ociosa”. Gusta, entonces, del carpe diem de que la vida ´fluya´ sin abdicar de la reflexión permanente. El ocio griego.

Desde hace buen tiempo es profesora de uno de los más prestigiados colegios de Lima. Dice sentirse ´podrida´ de sus ocupaciones, pues ya es ´voz´ y tiene a su cargo múltiples responsabilidades; las que cumple escrupulosamente. Con pasión, aunque diga que preferiría que su pasaporte señale como profesión: ociosa. Su encanto.

Y aun cuando se queja de la educación virtual –como tantos otros maestros– a ella la siento contenta. La atormentan los alumnos todo el día –y aun en la noche, haciéndole consultas– pero enfundada en su pijama con dibujos de payaso les contesta a todos con disimulado cariño. Se siente cerca de sus alumnos. Más cerca que nunca. 

¿No habremos descubierto la fuerza, el potencial de la educación virtual para que la expresión ´acompañamiento en la construcción del conocimiento´ y crecimiento personalizado del alumno sea una realidad? Porque sin cercanía no hay tal. Y lo presencial, contrariamente a lo que suele pensarse, no necesariamente garantiza esa cercanía.

Pensemos, entonces, en la educación virtual ya no como un default sino como una promesa de un futuro inmediato. Emprendamos con urgencia la tarea de la conectividad física reclamada por Richard Webb. Pero también aquella de la conectividad virtual. Pues ambas son garantía no solo de integración y desarrollo en abstracto, o simple acceso a los mercados, sino auténtica posibilidad para que el hombre adquiera soberanía ciudadana. En lo económico y en lo cultural.

De allí que desde estas líneas pidamos a este Gobierno, en el tiempo que le queda, un fuerte impulso no solo a la construcción de caminos vecinales (que además dan trabajo) sino también a la indispensable tarea de ampliar la banda ancha para que lo virtual –entroncado con los saberes orales– permita a grandes sectores de nuestra población (y al todo de ella) dejar de ser invisibles.

Alejémonos, entonces, del wesenen al que aludíamos al principio y optemos por el dao, por el caminar. No nos contentemos con la confortabilidad, grandilocuente o no, sino demos pasos que nos permitan acercarnos. Eso pasa por la ociosidad como la entiende María.

Eduardo Zapata
12 de agosto del 2020

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