LUM: crónica de una muerte anunciada

El Lugar de la Memoria (LUM) fue creado como un espacio de reflexión colectiva donde se daría a conocer lo sucedido durante la época del terrorismo de la manera más aséptica posible. Lamentablemente, desde un inicio la verdad histórica fue distorsionada en el LUM, se presentó la guerra iniciada por las bandas criminales de Sendero Luminoso y el MRTA en contra de la sociedad peruana como un enfrentamiento entre la subversión y las fuerzas del orden (Fuerzas Armadas y Policía Nacional del Perú).

Como se sabe, la inmensa mayoría de la ciudadanía rechazaba la acción de los terroristas y respaldaba a quienes representaban al Estado. Basta revisar cuales eran los resultados de los múltiples estudios de opinión que se llevaban a cabo por entonces, la población opinaba que se debe acabar con el terrorismo. Igual a lo que ocurre en la actualidad cuando la ciudadanía clama por una acción contundente y efectiva en contra de las organizaciones criminales que operan en el país.

Los directivos del LUM –consciente o inconscientemente– cumplieron un rol político: estigmatizar a los miembros de las fuerzas del orden en lugar de proponer una muestra museográfica que recoja, en primer lugar, que estos cumplieron con su deber; segundo, que los terroristas derrotados fueron los iniciadores de la ola de sangre en el país; tercero, que en el proceso de la lucha antisubversiva se cometieron excesos, efectivamente, pero la intención de las fuerzas del Estado nunca fue la de ejecutar una política de exterminio.

Argumentar que los espacios de la memoria en el mundo son “museos de las víctimas”, implica previamente determinar quiénes fueron estas y establecer un orden lo más cercano a la verdad histórica. Las víctimas fueron las siguientes: a) El estado nacional, porque los 12 años de terror (1980-1992) representaron la pérdida de miles de vidas humanas de ciudadanos peruanos, con y sin uniforme; b) La pérdida de oportunidades económicas por la casi nula inversión; c) La destrucción de infraestructura pública que retrasa el desarrollo; d) La huida del país de miles de jóvenes de profesionales que fueron a otros destinos para contribuir a las sociedades de otras naciones; e) Las personas que sufrieron directamente el asedio del terror; f) Las víctimas que por error fueron afectadas por las fuerzas del orden, pero siempre teniendo presente el estado emocional al que es sometida una persona que ha presenciado el fallecimiento de un colega a manos del terrorismo, quienes actuaban siempre desde las sombras, ejecutando emboscadas.  

Una cosa es condenar el sentimiento humano de venganza desde un país pacificado y otra desde quien arriesga su vida al servicio de su patria. Este último también es una víctima de la violencia.

Desde las posiciones políticas que fueron partícipes o transigieron en su momento con la subversión, se condena que se evite la perpetuación de la distorsión de la verdad histórica, por ello argumentan que quienes buscan reposicionar la verdad son “agentes del statu quo”, es que para esos sectores las fuerzas del orden son agentes del establishment, en tanto que los subversivos serían “agentes de cambio” y que hoy se autodenominan “fuerzas democráticas”. Tengamos presente que el ex primer ministro de Pedro Castillo, Aníbal Torres confrontaba el centralismo limeño con los provincianos, denostando de la realidad, porque la mayoría de los limeños en la actualidad es migrante o nacidos en la capital, pero descendientes de provincianos.

Simples coincidencias o se trata de una misma posición ideológica en sus vanos intentos por deconstruir la realidad.  Analicemos: Pedro Castillo llega al gobierno tras un cuestionado proceso electoral; el prófugo jefe del partido Perú Libre, Vladimir Cerrón Rojas manifestó, “quién no sabe que Movadef es Sendero”; a lo que añadiría, y que respaldó a Castillo, quien además dio un golpe de estado el 7 de diciembre del 2022. ¿Se puede afirmar que estos actos constituían una acción de las “fuerzas democráticas”?