Raúl Mendoza Cánepa

Los partidos y los jóvenes

Jóvenes ya no sintonizan con los partidos, sino con causas concretas

Los partidos y los jóvenes
Raúl Mendoza Cánepa
15 de enero del 2018

 

Se percibe en la reciente encuesta de Ipsos que los jóvenes tienen un concepto del pasado fujimorista que difiere del de quienes ya pasaron el umbral de los cuarenta. Incluso los jóvenes son más radicales en asegurar que muchos hechos que se imputaron al fujimorato ocurrieron así, tal cual se cuenta en el relato posnoventa. Sin embargo, no es que los jóvenes de hoy sepan menos sobre una historia que no vivieron; en las postrimerías del gobierno de Alberto Fujimori y durante la Marcha de los Cuatro Suyos, los jóvenes fueron protagonistas, y ellos sí vivieron la historia de cerca. En aquellos meses, aún sin conexión de redes sociales, se movilizaron contra lo que asumieron que era una dictadura.

Al margen de los infiltrados extremistas o de quienes buscan jalar agua para su molino ideológico, se observa hoy un fenómeno que debería preocupar a los partidos. Los colectivos juveniles han adquirido una fuerza convocante que los partidos más históricos quisieran tener; y las redes sociales que conectan a los jóvenes se han tornado en células activas que crean agendas y llaman a la movilidad inmediata, y lo hacen con relativo éxito. En realidad es más fácil mover a un joven indignado que prender el combustible de las adormiladas masas partidarias.

Escribí hace algunas semanas sobre la débil dinámica de los partidos en las calles parafraseando a Rafael Belaunde (padre de Don Fernando), primer ministro de Bustamante: “Las ideas se combaten con las ideas y las masas con las masas”. Suena bien, pero quizás sea real para el Perú de los años treinta o cuarenta del siglo pasado, cuando Haya movilizaba obreros más que juventudes; pero en los tiempos actuales suena a cruda ironía. No existen los partidos de masas y menos los partidos de jóvenes. Quizás estén germinando nuevos esfuerzos. Las organizaciones tradicionales que quieran acallar el bullicio en contra no encontrarán masas de jóvenes dispuestos a marchar, sino grupúsculos a los que es menester incentivar y transportar. Los jóvenes de la posmodernidad ya no sintonizan con los partidos, sino con causas muy concretas. Una marcha contra el abuso machista puede llenar más calles y plazas que la que convoque el partido mejor pintado.

Aunque sin el asomo multitudinario de marchas menos políticas (#niunamenos), la toma de las calles contra el indulto tocó los nervios de Palacio, que en una primera ocasión trató de reprimirla y en una segunda apeló a métodos más sutiles para esconderla. Al margen de cualquier posición, lo curioso es cómo la reciente reacción pro-Fujimori no colmó las expectativas de sus organizadores. No hubo una multitud que rugiera y agitara las calles, no hubo indignación ni fuego ni juventud; los asistentes eran solo asistentes, apenas eso (muchos provistos de la parafernalia de una pequeña organización: movilidad, globos, polos, carteles).

La descripción o el análisis no sirven para denigrar ningún liderazgo en particular, sino para llamar la atención de los partidos políticos que han perdido, una a una, todas sus funciones. No lideran opinión (más lo hace cualquier farandulero), no presentan alternativas de política (salvo cuando les toca gobernar, ¡y eso!), no ofrecen corrientes de doctrina (son etiquetas y liderazgos) y, desde luego, no congregan como lo hicieron alguna vez Piérola, Haya, Belaunde o García. Los partidos de masas no existen, los comités no existen, los locales no existen, las seccionales de juventudes no existen; lo que existe es un vehículo orgánico y formal que conduce al poder. Son partidos eleccionarios, solo eso.

No solo se trata de institucionalizar un partido (darle a la organización y a sus reglas más fuerza que a sus integrantes), sino de recuperar sus funciones históricas y de acercarlos a los jóvenes. Impertinente afirmación, lo reconozco, cuando Odebrecht se cierne como una sombra, y hay más razones para que un joven crea hoy en sus aisladas cruzadas que en los políticos y en la política.

 

Raúl Mendoza Cánepa
15 de enero del 2018

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