Carlos Adrianzén

Los cinco mitos del canon

Es necesaria una optimización de la asignación del canon

Los cinco mitos del canon
Carlos Adrianzén
18 de septiembre del 2024


Este artículo no busca inquietarlo, pero descubre un asunto que es per se escandaloso. Un dispendio de recursos que beneficia a pocos y les resta servicios a muchos, pero que –demagógicamente hablando– es virtualmente intocable. Todo comienza con el mero origen político del canon –i.e.: para que determinadas zonas no protesten por su postración–. Entendiéndose que hay canon para todos los gustos y apetitos (minero, gasífero, etc.). Sin embargo, la estrechez económica de un país muy subdesarrollado, implica que el tema de asignar recursos fiscales –léase, asignar Canon–, resulte algo que debe ser manejado con extrema responsabilidad y transparencia. 

Dado que nos creemos ricos siendo pobres, el tema de compatibilizar un uso transparente y eficiente de los recursos fiscales y –al mismo tiempo– contentar los intereses burocráticos en determinados departamentos o sectores, resulta un tema, cuando menos, complicado para los congresistas y los técnicos del Ministerio de Economía y Finanzas. Año tras año. De hecho, explicarle esta realidad a un demagogo, un izquierdista o un pillo, resulta una pérdida de tiempo. Las voracidades los hacen sordos. Muchos candidatos postulan justamente para obtener los beneficios de administrar estas transferencias. Además, el control desde Lima resulta parte del problema.

Preámbulo: en la última década el dinamismo productivo peruano se ha estancado

Aquí lo relevante pasa por recordar que, cuando las inversiones en sectores como la minería o los hidrocarburos se postergan en escala significativa, no solo se congelan los outputs, también se eyecta la demagogia en diferentes planos de gobierno. Nada curiosamente se dan ampliaciones del Canon. Esas que se dan sin considerar razones de mercado. Se justifican como lo que son. Como anti-reformas ciegas (de corte ideológico), incluso ante el visible deterioro de la gobernanza estatal. 

Se trata pues de aumentar los beneficios asignados a burocracias conflictivas, a rajatabla y a pesar de que, bajo las rampantes corrupción e ineficacia burocrática post 2011, no resulte verosímil garantizar ni un uso transparente, ni eficiente de los recursos públicos asignados (tributos, regalías o derechos).

A pesar de lo anterior, la tarea de hacer un uso socialmente óptimo de los recursos, los canon son pues una suerte de droga política. Son fáciles de Introducir, difíciles de optimizar. Frente a la contraposición de intereses por las de las burocracias locales y regionales beneficiadas (libres de mayor monitoreo) y por otro del bien común, han aparecido una serie de justificaciones. Mitos implacablemente desautorizados por los hechos.

Mito Uno: se trataría –dicen– de un flujo minúsculo de la recaudación minera

(ver Figura 1). 

Nada más lejano de la realidad. Cada año se sustraen recursos fiscales en porciones que fluctúan entre el 15% y 20% de lo recaudado en el sector. Algo con ribetes de escándalo, si tomamos en cuenta los deterioros de gobernanza en la Burocracia Peruana.

Mito Dos: se trata –también nos cuentan– de recursos tributarios que los burócratas locales y regionales beneficiados no saben gastar

(ver Figura 2) 

Nada más lejano de la realidad, también. Pues sí saben. El gráfico aludido contrasta que los aludidos se lo gastan con oficio y con vocación. El residuo resulta mínimo. 

Mito Tres: se ha repetido que el canon compensaría el abandono centralista de muchas regiones postergadas

(pero la Figura 3 deja sin piso a los que repiten esta narrativa). 

Desdichadamente –muy estimado lector– la performance real de los flujos del Canon, a lo largo de todo el país en los últimos veintitrés años, no registra nada de justiciero, ni menos redistributivo. Las regiones más atrasadas son justamente las que no reciben flujos significativos. En cambio, si buscáramos conectar el vocablo Justicia con el uso del Canon, éste estaría conectado con múltiples investigaciones y procesos judiciales, en pleno desarrollo.

Mito Cuatro: el canon reactivaría las economías locales y regionales beneficiadas (Ver Figuras 4 y 5) 

Dada la cantidad de gente que cree entusiastamente en que los recursos públicos son la causa del desarrollo de una región, me apena recordar que, quienes esperan esto, están equivocados. La evidencia es poco generosa con esta creencia. Resultan, en cambio, la calidad institucional o factores como la apertura de un país o región, los que implican un mayor nivel de vida en el tiempo. 

También sabemos que asignar recursos a ámbitos burocráticos débiles (corruptos, incumplidores de la ley, ineficaces, politizados et al) implicaría algo tan popular como iluso. Y no pocas veces es contraproducente. Una de las variables con mejor ajuste explicando la Corrupción Burocrática en el Perú reciente resulta justamente el tamaño del botín. Perdón, del gasto asignado a la dependencia. 

Las dos figuras adjuntas implican asociaciones temporales estrambóticas que no muestran mayor asociación unívoca los flujos de los Canon; incluso en dependencias que reciben montos muy altos. 

Último Mito: el canon es de escala moderada y estable

(Ver Figura 6) 

Este mito completa el panorama. Enfoca concretamente el uso no óptimo (léase: dispendio) de más de 15 billones de dólares americanos. Miles de millones de dólares americanos.

Dado el atraso de muchos departamentos y provincias de nuestro país –tanto por el estancamiento de nuestra economía y el retroceso poshumalista de las reformas de mercado– cuanto por el deterioro de la gobernanza estatal– es previsible que un producto político ineficaz –creado explícitamente para evitar protestas (en componenda con las autoridades del ámbito) y hasta usado para financiarlas– haya inflado su escala en forma sostenida. Algo que puede calificarse como una de las acciones anti-reforma más destructivas. Por todo esto y nada sorprendentemente, a pesar de su fracaso, las escalas de los canon no dejan de inflarse. 

Corolario inevitable: la urgente optimización de la asignación del canon

Cualquier intento de racionalizar las políticas públicas, incluso las consistente y probadamente fracasadas, requerirá un esfuerzo de comunicación y liderazgo. Ayuda no olvidar que los Canon tienen, en los hechos, pocos beneficiarios, registran desmanejos sostenidos y distraen la asignación de los recursos de prioridades nacionales, locales y regionales. Lo complica todo que los beneficiarios resulten poderosos caciques y grupos de interés. A pesar de ello, es necesario ceder a su optimización, explicando las razones y evidencia dentro y fuera del área beneficiada. Para hacerlo es menester que el Gobierno General materialice –y cuantifique– su compromiso con todas las regiones del país y deje de usar una política pública inútil como una pintoresca herramienta de distracción. Como todos los errores –nótese– inflar y mantener un canon determinado resulta fácil, inútil y popular.

Carlos Adrianzén
18 de septiembre del 2024

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