Carlos Adrianzén

Lo mejor de la década

La silenciosa labor del directorio del Banco Central de Reserva

Lo mejor de la década
Carlos Adrianzén
17 de enero del 2024


A pesar de todo, comenzamos el 2024 con una buena noticia. El Banco Central de Reserva cerró el año a décimas del cumplimiento de la meta inflacionaria (3% anual). Considerando la inercia de los últimos meses, virtualmente, ya lo hicieron. Desde lejos, esta noticia configura el logro más importante de la política económica peruana en la última década. Contrariamente a lo que se nos ha hecho creer, la evolución de la inflación es la variable más importante afectada directamente por nuestro propio manejo. 

Con una inflación mediana o elevada, el crecimiento económico y la reducción de la incidencia de la pobreza es mucho más difícil, la incertidumbre se enerva y se castiga duramente a los más pobres. El gobierno se convierte abiertamente en un ladrón desenfadado. Pero ponderemos las cosas en la perspectiva reciente. Revisemos cómo llegamos aquí. Luego de sufrir por décadas tasas de una inflación elevada, cleptocrática, destructiva y persistente en el periodo posvelasquista (1968-1991); a inicios de los años noventa, el Perú recuperó razonablemente la estabilidad de precios. 

Esa quintaesencia de la decencia y la palabra de un país. Se dejó de robarle a los privados con emisión fraudulenta de moneda. Particularmente, a los más pobres y a quienes ahorraban e invertían en el país. Por aquellos años, con Carlos Boloña y sus colaboradores, cambiamos de rumbo temporalmente en el manejo de ámbitos macroeconómicos y –solo parcialmente– en el lado institucional. 

Pero este proceso lejos de consolidarse, se revirtió parcialmente. Hoy, con el tránsito hacia la Izquierda desde Toledo a Boluarte, ya quedan pocas cosas. 

Pero gracias a Dios, la autonomía y el manejo del instituto emisor, han resistido intermitentemente los embates de una izquierda expropiadora por naturaleza –desde el ejecutivo, legislativo y hasta de ciertos medios de comunicación ideologizados–.

Nada fue automático. Recuérdelo bien. En medio de flujos de iniciativas disparatadas y hasta de borradores de una nueva constitución chavista, no ha sido para nada fácil defender la estabilidad nominal. No lo olvide: la batalla por defender la –recuperada– estabilidad de la plaza, continúa.

Y la razón para ello tiene que ver otra vez con el marketing político prevaleciente. A pesar de las desgracias económicas horrorosas registradas desde el velascato al terrible gobierno de la Izquierda-Unida entre 1985 y 1987 (mal llamado primer gobierno de Alan), la gente quiso olvidar la corrupción burocrática rampante, las colas, los desembalses de precios, la desaparición de alimentos y medicinas, las devaluaciones traumáticas, el robo escandaloso de los ahorros y jubilaciones, etc. 

Olvidó que nada de esto pudo darse sin la toma y prostitución del Banco Central de Reserva. Se agradecieron los efectos positivos del ajuste y… se olvidó. Luego llegaron hordas de izquierdistas (léase: creyentes en el socialismo-mercantilista). 

Algunos se autodenominaron con el oxímoron de tecnócratas de izquierda y plantearon que el BCR debería servir a dos patrones. Combatir parcialmente la inflación y mover la economía de sus amiguitos. Como esto no solo implica una opción torpe, sino ineficaz, se buscó en –medio del mostrenco manejo del Covid19– alcanzar lo, que desde los días del Toledo buscaban la izquierda limeña y sus sensibilísimos mercaderes (ver figura Uno). Con ello y algunos maquinazos de por medio, la inflación de los productos importados explota al 20% al año el 2021.

 

Así, con Viscarra y Sagasti accidentalmente en el poder, y el pésimo manejo epidémico (cuarentena medieval) y económico (reactiva Perú y prohibiciones absurdas y controles masivos), la creación de dinero y la inflación perdieron proporciones. Algunas personas confundidas pensaron que este esquema funcionaría ad infinitum

En los hechos, como cualquier estudiante de segundo ciclo podía anticipar, solo la inflación doméstica se enervó… y luego del desembalse productivo de rigor, volvimos a caer hasta el día de hoy. 

Ya a fines del 2021, en medio de una de las peores gestiones financieras de nuestra historia, habíamos perdido el logro mayor de tres décadas. Habíamos vuelto a caer en el desprestigio inflacionario. Ese sesgo que hoy caracteriza a la región, como en Argentina o Venezuela.

Contra todo pronóstico, a pesar del serrallo político local (dos Golpes de Estado incluidos), el liderazgo de su directorio –y fundamentalmente el diligente trabajo de sus profesionales a todo nivel– del Banco Central de Reserva, lo hizo. A fines del 2023 y –contra todas las apuestas– regresaron milimétricamente (3+%) al límite de su compromiso inflacionario. Bravo (Ver figura 2).

 

¿Cómo lo hizo? En realidad: ¿Cómo lo hizo en medio de una creciente inestabilidad política y un flagrante tránsito hacia la izquierda en todos los otros planos de la Economía?

Aquí la respuesta es sencilla. Actuó discreta y –hasta ahora– consistentemente. El instituto emisor contrajo gradualmente el ritmo de crecimiento de la cantidad nominal de dinero en la economía (el M4 de las Sociedades Generadoras de Liquidez o Depósitos). La Figura tres no podría ser más sugestiva.

 

Frente a este tremendo logro no nos debe sorprender hoy que, ni a la presidente, ni a los congresistas, ni a los medios locales, le haya llamado la atención. 

Pero notemos que el desconocimiento velado de tamaño logro es una casualidad. Es una suerte de reflejo de un compromiso ideológico. A los grupos de izquierda –extrema, caviar o velada– jamás los verá subrayando la crucial importancia de mantener una inflación baja.

Pero no es el desagradecimiento público al Directorio del BCR y a sus técnicos. Plano que debería, per se, despertar cierto pudor. Lo peor implica el grotesco desprecio y desapego de los gobiernos socialistas-mercantilistas con el pueblo del Perú y su suerte. 

La inflación empobrece y destruye selectivamente. Recordémoslo, en los años ochenta, todos los tontos del planeta la justificaban. Así, y en estas líneas –comprometido como siempre a criticar todos sus futuros errores–, deseo enfatizar mi reconocimiento público a la burocracia del Banco Central de Reserva por cumplir su trabajo. Esto –entenderán– ya que cumplir es algo inusual en nuestro país.

También deseo enfatizar mi desprecio, también público, a los que aún nos venden que la inflación es menos importante. Que incluso –como sostenía el difunto Vladímir Ilich Uliánov, prontuariado como Lenin– debe ser introducida como una herramienta clave (para pauperizar y esclavizar al pueblo).

Carlos Adrianzén
17 de enero del 2024

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